Morir para ver a Jesús 

Ver a Jesús tiene implicaciones, las que suelen ser olvidadas por frases y malentendidos culturales. He aquí 3 implicaciones de conocer a Jesús.
Foto: Envato Elements

En este mundo, hay diferentes tipos de personas que creen que tienen una relación con Jesús.

  1. Están aquellos que han tenido algún “encuentro” con Jesús, y erróneamente sienten que tienen una conexión con Él, porque están engañados.
  1. Hay otras personas que genuinamente tienen una relación con Jesús, pero se les ha enseñado que la auténtica relación con Jesús consiste en una cierta experiencia o emoción, por lo que dudan de la realidad de su salvación.
  1. Luego hay cristianos que tienen auténtica comunión con Jesús y están seguros de ello, pero saben que pueden profundizar aún más.
  1. Y luego hay personas que simplemente no conocen a Jesús para nada.

Cada persona se encuentra en uno de estos cuatro grupos. Pero ¿cómo puede uno saber con certeza si tiene una relación genuina con el Señor y Salvador?

En Juan 12:20-26, unos gentiles hacen una petición ―”Queremos ver a Jesús”― que lleva a Jesús a plantear la pregunta que toda persona debería hacerse: ¿Cómo puede alguien tener una comunión real y auténtica con Él?

La respuesta de Jesús resulta desconcertante a primera vista. La mayoría de los comentaristas admiten que les cuesta entender la relación entre la respuesta de Jesús y la petición. El vínculo, aunque enigmático a primera vista, es muy poderoso. Jesús sabe que estos gentiles desean tener comunión con Él, pero Su respuesta va más allá de la pregunta. Quiere conocerlos personalmente.

Juan incluye este episodio porque quiere asegurar a sus lectores que, aunque no hayamos visto a Jesús en persona, al igual que los griegos en el momento en que hicieron esta petición, Jesús quiere tener auténtica comunión con todos los que acudan a Él con fe.

En el resto del texto, versículos 23-26, Jesús destaca tres claves para una auténtica comunión con Él.

En el Evangelio de Juan se registra la petición de algunos gentiles que procuran conocer a Jesús. La respuesta de Cristo a ese encuentro, va más allá de la propia petición.

Primero: experimentamos la auténtica comunión con Jesús a través de Su obra salvadora

El Señor comienza Su respuesta a los griegos refiriéndose a Su obra salvadora: Su muerte en la cruz, Su sepultura y Su resurrección de entre los muertos.

Jesús hace referencia a Su obra salvadora, Su glorificación. Lo hace por dos razones. Primero, porque en la cruz es donde los atributos de Dios en Cristo se muestran más claramente. En la cruz, vemos más claramente el amor, la ira, la gracia, la misericordia, la justicia y la Ley de Dios, en todas Sus demandas y Su castigo sobre los transgresores. La cruz reúne instantáneamente todos estos atributos gloriosos y perfectos, que siempre parecen opuestos: ley y gracia, misericordia y justicia, amor e ira.

Jesús también es glorificado en la cruz debido a los resultados de Su obra. A través de la muerte de Cristo, Él daría mucho fruto. Los griegos que vinieron a verlo fueron los precursores de eso. Eran la primera parte de la multitud de frutos que vendrían.

La única manera en que los griegos pueden tener una comunión significativa con Jesús es si primero muere en la cruz. Sí, podrían entrevistarse con Él. Sin embargo, si realmente quieren conocer a Jesús, esto solo puede suceder por medio de Su muerte. Jesús debe proveer la misericordia de Dios satisfaciendo la justicia de Dios y abrir las compuertas del amor de Dios soportando la ira de Dios.

Nuestra comunión con Cristo no depende de un sentimiento o una experiencia, sino de un Salvador crucificado que murió en una cruz romana de madera ensangrentada. Es crucial que lleguemos a entender que debido a la muerte de Jesús y a través de la fe en Él, nuestra relación con Él es una realidad objetiva. Experimentamos una auténtica comunión con Jesús a través de Su obra salvadora.

Nuestra comunión con Cristo no depende de un sentimiento o una experiencia, sino de un Salvador crucificado que murió en una cruz romana de madera ensangrentada. / Foto: Unsplash

Segundo, tenemos auténtica comunión con Jesús a través de negarnos a nosotros mismos

Jesús presenta el concepto de autonegación en una paradoja. La persona que ama su vida la pierde, pero la persona que odia su vida la conserva. La primera parte es la persona que ama su vida. ¿Qué significa esto? Después de todo, ¿quién no se aferra a las cosas de esta vida? Esa es exactamente la pregunta que Jesús quiere hacernos.

La palabra “perder” es una palabra violenta que significa destrucción. Un escritor describió esta palabra como “destrucción definitiva, no meramente en el sentido de la extinción de la existencia física, sino más bien de una zambullida eterna en el Hades y un destino de muerte sin esperanza”. Los que viven para esta vida se están destruyendo activa y sistemáticamente en sí mismos.

Si queremos heredar la vida y tener auténtica comunión con Jesús, odiaremos nuestra vida en este mundo. Adoptaremos la perspectiva eterna y nos daremos cuenta de que vivir para el aquí y el ahora es desperdiciar nuestras vidas y arruinarlas. La forma en que protegemos nuestras vidas, por extraño que parezca, es soltarlas por la vida eterna. Rechazamos la gratificación instantánea y la vida egocéntrica, y esperamos la vida eterna y vivimos una vida de autonegación. La meta es una vida de auténtica comunión con Jesús en Su presencia para siempre. 

Para heredar la vida y tener comunión con Jesús, debemos odiar nuestra vida en este mundo, adoptar una perspectiva eterna y reconocer que vivir solo para el presente es desperdiciar y arruinar nuestras vidas. / Foto: Pexels

Tercero, experimentamos la auténtica comunión con Jesús al seguirlo

La persona que conoce a Jesús a través de Su muerte y resurrección está marcada por una vida de negación de sí misma y de seguirle. Un comentarista señaló útilmente: “El verdadero discipulado implica no solo la negación de uno mismo, sino también el reconocimiento de la importancia de Cristo”.

Seguimos a Jesús siguiendo Su ejemplo. En 1 Juan 2:3, Juan escribió: “En esto sabemos que hemos llegado a conocerle, si guardamos sus mandamientos”. Luego añade en el versículo 6: “El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo”. Las personas que tienen una comunión real, continua y auténtica con Cristo viven según Su modelo.

Eso significa, por ejemplo, que nos amamos unos a otros. Pablo escribió en Efesios 5:1-2: “Sean, pues, imitadores de Dios como hijos amados, y anden en amor, así como también Cristo les amó”. Jesús mismo ilustró esto en Juan 13. “Pues si Yo, el Señor y el Maestro, les lavé los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Porque les he dado ejemplo, para que como Yo les he hecho, también ustedes lo hagan” (Jn 13:14-15). Seguir a Jesús significa, pues, vivir una vida de humilde servicio a los demás. También significa perdonarnos unos a otros. Colosenses 3:13 dice que debemos perdonarnos unos a otros, y “como Cristo los perdonó, así también háganlo todos”.

Los que siguen a Jesús estarán donde Él está. Este es el núcleo del mensaje a los griegos. Jesús responde: “¿Quieren verme? ¿Quieren estar donde Yo estoy? Entonces síganme. Sirvanme. Y si eres Mi siervo, estarás en Mi presencia”.

Los hombres y mujeres que tienen esta comunión con Jesús serán honrados por el Padre, quien recompensará a los siervos de Su Hijo. Esta promesa también refuerza el llamado de Jesús a la abnegación y a seguirle por el camino del Calvario. No son los que se esfuerzan por conseguir honores en este mundo los que reciben honores de Dios, sino los que buscan la humildad, la obediencia y la comunión con Jesús en Sus sufrimientos, muerte y resurrección, los que son honrados por el Padre.

El mensaje de Jesús a los griegos que querían verlo, era que la forma en que podían verlo de verdad era a través de Su cruz, negándose a sí mismos y siguiéndole. Entonces estarían donde Él está cuando venga por los Suyos. Entonces verían la gloria que Él tenía con el Padre antes de que el mundo comenzara. Entonces el Padre mismo los recompensaría. Los únicos que pueden ver a Jesús son aquellos que mueren por verlo, muriendo diariamente a sí mismos y siguiéndolo.

La pregunta para cada uno de nosotros es la siguiente: ¿Queremos, como los griegos, ver a Jesús?  


Este artículo fue publicado originalmente en Founders Ministries.

Robb Brunansky

El Dr. Robb Brunansky es Pastor y Maestro de Iglesia Bíblica Desert Hills, en Glendale, Arizona. Puedes seguirlo en X @RobbBrunansky

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