“Y Josué, hijo de Nun, estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos sobre él; y los hijos de Israel le escucharon e hicieron tal como el SEÑOR había mandado a Moisés.” – Deuteronomio 34:9
Ciertamente Moisés fue el hombre que con seguridad todos recordamos como la principal referencia a un intermediario entre Dios y el hombre en todo el Antiguo Testamento. Un siervo fiel sobre la casa de Dios (Hebreos 3:5), un profeta que tuvo contacto personal con Dios, “a quien el SEÑOR conocía cara a cara” (Deut. 34:10) . Ningún otro como él en milagros y en hechos grandiosos (Deut. 34:12). Pero murió. Y alguien dijo con verdad que “Dios entierra a sus siervos mientras su obra continua”, y esto no fue diferente en el caso de Moisés. Pronto aparece en la historia sagrada el personaje de Josué como sucesor en el liderazgo y la guía de Israel para la próxima etapa de la nación entrando y conquistando la tierra prometida. Pero, a Dios gracias, Moisés ni tuvo ningún reparo, ni tampoco descuido a la hora de traspasar la responsabilidad. Y es por eso que el texto nos dice que “Moisés había puesto sus manos sobre él”, y entonces decimos, ¡Oh, qué prudencia y qué acertado fue! Lo cierto es que no siempre fue ni es así en muchos lugares donde hay un testimonio vivo de Dios, una iglesia sana donde se predica la palabra de Dios con fidelidad por parte de un hombre temeroso de Dios, pero que adolece de disciplina, visión y prontitud para reconocer a quien o quienes podrían continuar con su labor una vez que él no pueda realizarla, no hablando de su muerte necesariamente pero sí de dinámica y progreso de la obra cuando esta crece. Se puede decir que en algunos casos, el líder no puede continuar con su ministerio y surge una deficiencia porque, en este caso, “no había puesto sus manos sobre el que sigue”. ¿Qué tanta sabiduría puede querer aparentar el hombre que, sirviendo a Dios, olvida que él no es imprescindible y que siempre Dios usará otros para continuar su obra y su plan? Lamentablemente esto pasa. Hombres que han sido fieles enseñando las Escrituras no han sido sabios enseñando a disciplinar y a preparar más herramientas para el perfeccionamiento de los santos para la obra del ministerio (Ef. 4:12) Pero quizás tú que estas leyendo no eres un pastor, pero sí tienes una responsabilidad dada por el Señor y que estás cumpliendo con fidelidad y por amor a su nombre. Te pregunto: ¿piensas que estarás haciendo eso para siempre? ¿Crees acaso que cuando se termine tu tarea se termina toda la tarea? ¿O quizá supones que no hay otro que puede hacer lo que tú haces? No seas corto en tu visión, no sólo hay otros para continuar el trabajo, sino que hay otros que harán las cosas que tu no has hecho. Moisés no hizo lo que Josué hizo. Pero lo que sí hizo fue reconocerlo como el que ahora debía estar en el frente de batalla. Haz tú lo mismo, considera a aquellos que están sirviendo pero aún no están reconocidos públicamente pero que pronto deberían serlo. Te animo a mirar a tu alrededor y encontrar un Josué que continuará algunas tareas que tú haces ahora. ¿Eres músico en la iglesia? No siempre lo serás. ¿Eres maestro en tu iglesia? No siempre lo serás. ¿Eres el pastor? No siempre lo serás. ¿Tienes un grupo pequeño? No siempre lo tendrás. ¡Vamos! se parte de este maravilloso plan de Dios y “coloca tus manos” sobre otros antes de que sea tarde. ¡Dios te bendiga!
Tomado con permiso del Devocional Biblia, Mate y Oración (BMO) – Meditaciones diarias de la Palabra de Dios del pastor Ricardo Daglio