Una de las costumbres más bellas que tenemos en nuestra iglesia local es la de preguntarnos unos a otros qué libros espirituales estamos leyendo y cuáles son las enseñanzas aprendidas en ellos. En un contexto así, es más fácil crear una cultura de lectura espiritual. Hace unos días, me escribió un hermano muy amado diciendo: “¿Qué has estado leyendo últimamente? Cuéntame lo que estás meditando”. Le hablé sobre un libro que terminé de leer hace unas semanas, titulado Una guía segura al cielo, escrito por el joven puritano Joseph Alleine (1634–1668).
También quiero compartir contigo lo que aprendí en esta lectura, especialmente en el capítulo “Las características de los inconversos”. Debes saber que el libro del escritor inglés es un ruego continuo a las almas para que se vuelvan a Cristo. A su vez, es una argumentación minuciosamente estructurada para convencer al lector sobre su necesidad de arrepentimiento. Si un incrédulo lee estas páginas, quedará sin excusas para creer. Si un cristiano lo hace, quedará sin excusas para hablar.
Ahora, ¿cuál es la importancia de hablar sobre los inconversos y lo que los caracteriza? ¿No es ese un tema ofensivo y hasta abrumador? Bueno, esta cita de Alleine resume la profunda importancia:
Poco fruto habrá mientras nos mantengamos en las alturas de las afirmaciones generales; la eficacia está en el cuerpo a cuerpo. A David no le despiertan las insinuaciones alegóricas del profeta en la distancia. Natán se ve obligado a acercarse a él y decirle con franqueza: “Tú eres aquel hombre…”. Y debido a que se saben libres de esa hipocresía manifiesta que adopta la religión como una máscara para engañar a los demás, confían en su propia sinceridad y no sospechan de otra hipocresía más cercana, en la que reside el mayor peligro y en virtud de la cual el hombre engaña su propia alma.
El escritor quiere enseñarnos a ser específicos al denunciar el pecado y la hipocresía en nuestra evangelización, y al cristiano profesante lo llama a realizar un minucioso examen de conciencia y corazón. El lector de Alleine —y de este artículo— debería preguntarse: “Mientras leo estas páginas, ¿estoy engañado y la única prueba que tengo de mi conversión es mi supuesta convicción?”. Espero que esta descripción de las señales externas e internas del inconverso traiga arrepentimiento.
Las señales externas del inconverso
El puritano inglés elige dos textos para desenmascarar la hipocresía de aquellos que dicen ir al cielo mientras caminan por las calles del infierno. Según Alleine, los apóstoles pasan sentencia de muerte sobre los siguientes hombres:
¿O no saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se dejen engañar: ni los inmorales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, 10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios (1Co 6:9-10).
También al final de la Escritura vemos una clara condenación: “Pero los cobardes, incrédulos, abominables, asesinos, inmorales, hechiceros, idólatras, y todos los mentirosos tendrán su herencia en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Ap 21:8).
Hay personas que, sin duda alguna, son inconversas. Si bien no somos salvos por obras y no hay pecado que no pueda ser perdonado en la cruz, la falta de arrepentimiento y una vida de impiedad demuestran que realmente no ha ocurrido una transformación en el corazón. Aunque lean, oren, alaben, diezmen, manejen la jerga cristiana, se vistan modestamente y ocupen una posición en la congregación, sus vidas delatan lo que hay en sus corazones; tienen las señales apostólicas de un inconverso impresas en sus frentes:
- Los inmorales: personas que desatan sus pasiones sexuales unas con otras fuera del matrimonio. La impureza sexual es la mancha más grande de nuestra generación. Si solo estuviese este punto en la lista, ¿cuántas personas del mundo evangélico de América Latina estarían calificadas como almas hipócritas que se engañan a sí mismas sobre la conversión?
- Los idólatras: somos adoradores por esencia. Podemos adorar el sexo, el dinero, el poder, incluso la tecnología. Idolatría es pensar, disfrutar, amar, escoger y servir cualquier otra cosa que no sea Dios. El puritano dice: “Para ellos las puertas del reino están cerradas”.
- Los borrachos: “No solo los que beben hasta perder el juicio, sino los que son fuertes para mezclar bebidas. El Señor llena Su boca de ayes contra estos, declarando que no heredarán el reino”.
- Los mentirosos: práctica común del hombre en todas las edades, por cosas grandes y pequeñas. Pero Dios es veraz. Por tanto, declara que ellos tendrán su parte en el lago de fuego junto a su padre, el diablo, el padre de las mentiras.
- Los blasfemos: individuos que usan su lengua como espadas y desprenden veneno de su boca; hacen de las palabras golpes. Alleine dice: “El fin de estos, de no mediar un arrepentimiento profundo e inmediato, es la destrucción próxima y una condenación segura e inevitable”.
- Los difamadores: ¡Ay del chismoso! ¡Ay del suelto de lenguas! ¡Ay del que se enreda en telarañas interminables tejidas por las redes sociales! Alleine dice: “Los murmuradores gustan de calumnias a su vecino y ensuciar su reputación todo lo posible o apuñalarlo secretamente por la espalda”.
- Los ladrones, avaros y estafadores: esto se puede aplicar a los ricos cuando oprimen a los pobres, o al hombre que engaña a su hermano en cuanto tiene la oportunidad de sacarle ventaja económica. El joven inglés suena muy descontento en este punto: “¡Escucha, despilfarrador! Escucha, comerciante fraudulento; escucha tu sentencia. Dios te cerrará la puerta con toda certeza y convertirá tus tesoros de injusticia en los tesoros de ira, y hará que tu plata y tu oro ilícitos te atormenten como metal candente sobre tu carne”.
- Los homosexuales: este punto no es original del libro, pero me tomaré la libertad de incluirlo. Hoy hay personas que dicen ser cristianas mientras practican la relación sexual con individuos del mismo sexo. ¡Y hay supuestos ministros y consejeros que las reciben en las bancas de sus iglesias sin llamarlas al arrepentimiento! Sodoma y Gomorra fueron destruidas con fuego, y lo mismo le espera a esta generación de hombres y mujeres corrompidos por la revolución sexual, a menos que se arrepientan y crean en Jesucristo para ser limpiados y sanados. Utilizar algo tan sagrado como el amor, la gracia y el perdón de pecados como excusa para dar rienda suelta a la práctica pasiva o activa del homosexualismo ha sido uno de los engaños más perversos del hombre moderno.
- Los que frecuentan y aman malas compañías: bajo este punto podemos interpretar que Alleine se refiere a los que consultan con hechiceros, forman parte de un grupo de estafadores o se asocian con asesinos. La mayoría de estos pecados necesitan un grupo de personas para llevarse a cabo a nivel mundial. Por ejemplo, si pensamos en el asesinato masivo causado por el aborto, sabemos que en ciertos casos participan un cuerpo médico, los padres de la mujer y la madre del feto. “Dios ha declarado que será el Destructor de todos ellos”.
- Los que viven descuidando a diario la adoración a Dios: aquí puede que el puritano se refiera a los cobardes e incrédulos que abandonaron la fe por temor o vergüenza, quienes no perseveraron hasta el fin. “Quienes no escuchan la Palabra, ni oran a Dios, ni se preocupan por las almas de sus familiares”.
Ahora, quiero hacer una aclaración. Nadie está diciendo que estos pecados son superiores a la cruz de Cristo. ¡Gloria a Dios por los que antes fueron homosexuales, promovieron el aborto, fueron borrachos y vivían en mentira, pero ahora se han arrepentido! La redención cubre toda maldad para el que es salvo. Nuestro punto aquí es que quien continúa deliberadamente en una vida de impiedad demuestra que no ha creído en el evangelio de Jesucristo. A esto mismo se refiere el autor del libro de Hebreos: “…si continuamos pecando deliberadamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio alguno por los pecados, sino cierta horrenda expectación de juicio” (Heb 10:26-27).
Las señales internas del inconverso
Luego de semejante descripción, el autor pasa a puntualizar una serie de señales internas del inconverso, las cuales demuestran que no basta con simplemente evitar los pecados escandalosos. Es duro escuchar estos rasgos, pero necesitamos examinarnos de manera profunda para disipar todo tipo de engaño en lo tocante a la salvación:
- La ignorancia: este pasaje del libro de Oseas describe bien la ignorancia:
Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento.
Por cuanto tú has rechazado el conocimiento,
Yo también te rechazaré para que no seas Mi sacerdote.
Como has olvidado la ley de tu Dios,
Yo también me olvidaré de tus hijos (Os 4:6).
Alleine dice: “Cuántas pobres almas mata este pecado en la sombra mientras creen fervientemente en su buen corazón y en que se hallan rumbo al cielo”.
- La renuencia de seguir a Cristo: nuestro mismo Señor dijo: “Si alguien viene a Mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser Mi discípulo” (Lc 14:26). Alleine añade: “Habrá quienes hagan muchas cosas, pero nunca llegan a entregarse por entero a Cristo ni a someterse completamente a Él. Necesitan disfrutar de ese dulce pecado; no quieren sufrir prejuicio alguno; mantienen ciertas excepciones para su vida, su libertad o sus posesiones”.
- El formalismo religioso: justamente este era el pecado de los fariseos: “El fariseo puesto en pie, oraba para sí de esta manera: ‘Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos. Yo ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todo lo que gano’” (Lc 18:11-12). Alleine comenta: “¡Qué temible situación cuando la religión de una persona solo sirve para endurecerla y engañar a su propia alma!”.
- La prevalencia de motivos erróneos en el desempeño de los deberes santos: nuevamente, los fariseos son el mejor ejemplo de buenas obras y malas motivaciones: ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas, que recorren el mar y la tierra para hacer un prosélito, y cuando llega a serlo, lo hacen hijo del infierno dos veces más que ustedes!” (Mt 23:15). Al respecto, Alleine menciona:
Cuando la principal motivación de un hombre en sus deberes religiosos es de orden carnal —como contentar su conciencia, alcanzar una gran reputación religiosa, hacer acto de ostentación ante los demás, demostrar sus propios dones y talentos, evitar el reproche de que es una persona profana, etc.— es algo indicativo de un corazón en un estado erróneo.
- Confiar en su propia justicia: el pueblo de Israel, aun con todo su pecado, se creía justo. Por eso el profeta lo acusa: “Que dice: ‘Quédate donde estás, no te acerques a mí, porque soy más santo que tú’” (Is 65:5). En palabras de Alleine: “Este es un mal que destruye las almas. Cuando se confía en la justicia propia, lo que se hace es rechazar la de Cristo”.
- La predominancia del amor al mundo: la Escritura es clara que la fe es una cuestión de afectos, y que no podemos tener el mismo corazón hacia Dios y el mundo: “No amen al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1Jn 2:15). Alleine identifica esto como:
…un síntoma inequívoco de un corazón sin santificar. Sí, este pecado tiene tal potencial de engaño que muchas veces, cuando todo el mundo percibe la mundanalidad y la codicia de una persona, ella misma es incapaz de verlas; tiene tantas excusas y pretextos para sus inclinaciones mundanales que se ciega a sí misma en el autoengaño.
- Persistencia en la malicia y la envidia contra quienes los agravian o injurian: el apóstol Juan nos recuerda cuán grave es la falta de perdón. “Todo el que aborrece a su hermano es un asesino, y ustedes saben que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él” (1Jn 3:15). Según Alleine, esta es una muestra clara de la falta de fe: “Cuántos hay en apariencia religiosos, pero mantienen vivo el recuerdo de los agravios, acumulando resentimientos, devolviendo mal por mal y deseando la desgracia a quienes los agravian”.
- Orgullo sin mortificar: el libro de Proverbios nos dice que Dios odia los “ojos soberbios” (Pr 6:17). Cuando priorizamos la aprobación del hombre, comenzamos a buscar la gloria personal, esperamos el aplauso humano y queremos ser estimados sobre los demás.
- La prevalencia del amor al placer: hablando de los herejes, Pablo dice que su “fin es perdición, [su] dios es su apetito y [su] gloria está en su vergüenza, los cuales piensan solo en las cosas terrenales” (Fil 3:19). Aquí, el puritano describe a las personas que conceden todo tipo de libertad a sus apetitos carnales, sin negarle placeres a su estómago, ojos o sentidos.
- La seguridad carnal: “Curan a la ligera el quebranto de Mi pueblo, diciendo: ‘Paz, paz’, pero no hay paz” (Jer 6:14). ¡Cómo han sufrido las pobres almas en Latinoamérica cuando se instaló la práctica de la oración del pecador! Nos enseñan diciendo: “Solo recibe a Jesús en tu corazón; Él te ama, déjalo entrar y serás salvo”. Luego, el pecador se vuelve sobre sus pecados como el chancho al barro. Por eso dice el joven escritor: “Son muchos los que dicen ‘paz y seguridad’ cuando la destrucción repentina está a punto de sobrevenirles”.
Considerar diligentemente
Es bueno, de tanto en tanto, hacer tronar el corazón del hombre religioso. Hace bien, en ocasiones, que el Señor dé un azote de cuerdas en Su templo. Estoy seguro de que pudiste captar la seriedad de la cuestión. Por lo tanto, concluyamos este artículo con una nota sobria para nuestras almas. Joseph Alleine nos advierte:
Pecador, considera diligentemente si no te cuentas entre ninguno de estos, porque si ese es el caso, estás en hiel de amargura y presión de maldad; porque todos estos llevan las señales externas e internas de los inconversos y son indudablemente hijos de la muerte. Y si es así, el Señor se apiade de nuestras pobres congregaciones. ¡Qué pequeño remanente habrá una vez que estos pecadores hayan sido depurados!