La pesada cruz de un padre afligido por la muerte de un hijo

La aflicción golpea el corazón con una intensidad indescriptible, pero la esperanza en Cristo sostiene al alma en medio del dolor. Descubre en esta reflexión cómo hallar consuelo y propósito en la más oscura de las pruebas.
Foto: Envato Elements

Cuando te llamen a llevar tu pesada cruz

O dolorosa aflicción, dolor o pérdida,

O profunda angustia o pobreza,

Como tus días será tu fortaleza.

– John Fawcett

Querido padre afligido,

Quería escribirte esta carta. Quiero recordarte que no has sido olvidado. Si estás en Cristo, tienes sobre ti el ojo compasivo de tu Salvador, que todo lo ve. Él está cerca de los quebrantados de corazón y de los abatidos de espíritu (Sal 34:18). Amigo mío, no hay palabras para describir adecuadamente lo que estás pasando en este momento. Las palabras del himno de John Fawcett, “Afflicted Saint, To Christ Draw Near” [“Santo afligido, a Cristo acércate”], suenan verdaderas a tu corazón. Sientes esta pesada cruz. La aflicción palpitante, el dolor y la pérdida de tu hijo penetran en tu alma. La profunda angustia a la que te has visto sometido parece a veces no tener fin. El horror de enterrar a tu hijo en la tumba es un horror que llega con un golpe aplastante. Después de perder a su hijo en la infancia, el teólogo R. L. Dabney escribió: “¡Ah! Cuando las poderosas alas del ángel de la muerte se posan sobre los tesoros de tu corazón, y su negra sombra se cierne sobre tu hogar, sacude el corazón con un estremecedor terror y un horror de gran oscuridad”.[1] En su libro From Grief to Glory [Del dolor a la gloria], James W. Bruce escribe: “Cuando se colocan pequeños ataúdes en la tierra, se entierra algo más que el cuerpo. Los padres entierran también todas las esperanzas y los sueños que tenían para esos niños. La madre entierra las canciones de cuna que habría cantado, la ropita, el primer día de colegio; el padre entierra el guante de béisbol y los pensamientos de jugar a la pelota, todas las cosas que ven hacer a otros padres y que esperaban hacer con sus propios hijos e hijas”.[2]

En 2022, como dijo Dabney, “el ángel de la muerte anidó sobre los tesoros de [nuestro] corazón”. El 28 de abril de 2022, nuestro precioso hijo, Isaac, falleció en sus primeros días de vida. Ese día, el Señor nos trajo a un nuevo círculo de amigos, que se llama El Círculo Sagrado de los Afligidos. En su libro, Estaciones de aflicción, Tim Challies describe este grupo de peregrinos afligidos:

Si has perdido un hijo, no estás solo. Cuando el hijo de Theodore Cuyler falleció, “se le introdujo en el ‘círculo sagrado de los afligidos’, una comunidad formada por compañeros de sufrimiento… No se le había invitado al círculo ni se le había preguntado si deseaba unirse a él. Más bien, la Providencia le había indicado que formara parte de él, y él había elegido someterse, doblar la rodilla… Nunca le desearía a nadie unirse a este círculo, a este club, porque la cuota de socio es la muerte de un hijo y la cuota es un corazón roto. Sin embargo, los que se han unido reciben un consuelo inestimable, porque sabemos que ninguno de nosotros tiene por qué estar solo”.[3]

No has sido olvidado. Si estás en Cristo, tienes sobre ti el ojo compasivo de tu Salvador, que todo lo ve. / Foto: Chatkaren Studio

Si eres nuevo en este “círculo sagrado”, quiero recordarte una realidad. Dios es bueno, incluso cuando no lo ves o no puedes percibirlo. Como dijo una vez el autor de un himno: “Cuando la oscuridad cubra Su bello rostro, descanso en Su gracia inmutable”. Habrá muchos días en tu dolor en los que la oscuridad del duelo “cubrirá” Su hermoso rostro. Con William Cowper, a veces sentirás esa “providencia con el ceño fruncido”, y puede que no veas Su “rostro sonriente”. Amado sufriente, en tu temporada de dolor, debes “descansar en Su gracia inmutable”. El apóstol Pablo instó a Timoteo, en 2 Timoteo 2:8 a “[Acordarse] de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, descendiente de David, conforme a mi evangelio”. Debes recordar que “Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos” (Heb 13:8). Una de las verdades más útiles que refuerza esta realidad proviene de Jonathan Gibson en su libro The Moon is Always Round [La luna siempre es redonda]. Gibson nos recuerda que, al igual que la luna es siempre redonda, incluso cuando no podemos verla, así también es la bondad de Dios. Dios es bueno incluso cuando no podemos verlo. Quizá esta noche mires a la luna y la encuentres cubierta de nubes. Pero sabes que la luna sigue siendo redonda, aunque no puedas verla. Que esto te sirva de lección en tu dolor. Cuando las lágrimas te impidan comprender la bondad de Dios en tu duelo, recuerda que Él sigue siendo bueno, aunque tú no lo veas o no puedas percibirlo.

Dios es bueno, incluso cuando no lo ves o no puedes percibirlo. / Foto: Pexels

¿Cómo sabemos que Dios es bueno, incluso en las circunstancias más oscuras? Bueno, miramos a la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Durante la hora más oscura de la historia de la humanidad, nuestro Dios Trino hizo el mayor bien. Durante tres horas, nuestro Señor colgó de la cruz en una oscuridad absoluta y sobrenatural, mientras cargaba con nuestros pecados y con la justa ira de Dios por nuestros pecados. En Su humanidad, Cristo fue abandonado por el Padre en nuestro lugar, para que todos los que confían en Su amado Hijo nunca sean eternamente abandonados. Esta es una buena noticia. En la hora más oscura de la historia humana, Dios se propuso el mayor bien, es decir, la realización de nuestra redención. Al contemplar la cruz de Jesucristo, empezamos a comprender mejor lo que decía el apóstol Pablo en Romanos 8:32: “El que no negó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también junto con Él todas las cosas?”. Si mi Dios me dio el mayor bien en el día más oscuro de la historia humana, es decir, mi redención eterna, entonces puedo decir con el apóstol Pablo, aun cuando no lo vea, que “sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a Su propósito” (Ro 8:28).

Querido padre afligido, como conclusión, mi único consejo para ti es que debes correr a Jesucristo y sentarte diariamente a Sus pies en tu aflicción. Él es el único que verdaderamente puede compadecerse de ti. En esta tierra, fue conocido como “varón de dolores” y “experimentado en quebranto” (Is 53). Fue un Salvador que lloró junto a la tumba de Su querido amigo Lázaro (Jn 11). Cae en Sus brazos. Conoce bien los salmos de lamento. Nuestro Señor te ha dado una categoría para que le viertas tus penas y dolores en lamentos. Aunque las tinieblas que experimentas se posen sobre ti durante algún tiempo, recuerda tu bendita esperanza, que te ha sido dada por gracia, mediante la fe, en Cristo: En ese Día final, “se levantará el sol de justicia con la salud en sus alas” (Mal 4:2).

Cuando miramos a la cruz de nuestro Señor Jesucristo podemos ver que Dios es bueno, incluso en las circunstancias más oscuras. / Foto: Unsplash

Para terminar, quiero trasladarte brevemente al año 1774. Después de una dura temporada de dolor, John Newton escribió una carta a su amigo John Ryland Jr. En esta carta, Newton expuso a Ryland su actual temporada de dolor y su bendita esperanza futura. Newton escribió: “¿Me preguntas cómo estoy? Igual que el tiempo esta mañana. Mi corazón está frío como la nieve bajo mis pies, y nublado como el cielo sobre mi cabeza. No hay ni un rayo de sol, pero es una misericordia que haya luz de día. No será siempre invierno, aunque para mí ha sido un largo invierno”.[4] Puesto que nuestra fe está en la obra consumada de Jesucristo, podemos decir con Mary B. Peters:

Esperamos un mañana luminoso; todo irá bien;

 La fe puede cantar a través de los días de tristeza, todo, todo está bien.

En el amor de nuestro Padre confiando, Jesús cada necesidad supliendo, 

O en vivir, o en morir, todo debe estar bien.

Atentamente,

Un compañero sirviente en el ejército de Cristo


Publicado originalmente en Founders Ministries.

[1] Thomas Cary Johnson, The Life and Letters of Robert Lewis Dabney [La vida y cartas de Robert Lewis Dabney] (Edinburgh: Banner of Truth, 1977).

[2] James W. Bruce III, From Grief to Glory [Del dolor a la gloria] (Edinburgh: Banner of Truth, 2008).

[3] Tim Challies, Estaciones de aflicción: El dolor de la pérdida y el consuelo de Dios  (Vida, 2023).

[4] John Newton, Wise Counsel: John Newton’s Letters to John Ryland Jr. [Sabio consejo: las cartas de John Newton a John Ryland Jr.], (Edinburgh, Banner of Truth).

Joshua Mills

Joshua Mills es graduado del Seminario Bautista de Toronto (M. Div.) y tiene el privilegio de servir como pastor en la Iglesia Bautista Trinity (Burlington, Ontario). Joshua está casado con su amada Kyla y tienen dos hijos: Isaac y Lydia.

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