La modestia. Es uno de esos temas que todos hemos discutido una u otra vez. Todos hemos escuchado a un predicador o a un pastor de jóvenes hablar de ello. Sin embargo, rara vez quedamos satisfechos al final de la discusión. Resulta que la modestia es un tema difícil.
La modestia me parece un tema fascinante precisamente porque nos resulta muy difícil hablar bien del asunto. Pienso compartir algunas reflexiones sobre la modestia en un par de artículos. Quiero animarnos a todos a estar caracterizados por la modestia: hombres y mujeres modestos vestidos con el evangelio de Jesucristo. (Nota: La modestia puede abarcar una amplia gama de caracteres, incluyendo el habla y el comportamiento, pero en esta serie hablaré solo de la modestia en el vestuario).
Apariencia de sabiduría
Colosenses 2:20-23 es un lugar interesante para empezar a pensar en la modestia. Allí Pablo escribe:
Si habéis muerto con Cristo a los principios elementales del mundo, ¿por qué, como si aún vivierais en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: no manipules, no gustes, no toques (todos los cuales se refieren a cosas destinadas a perecer con el uso), según los preceptos y enseñanzas de los hombres? Tales cosas tienen a la verdad, la apariencia de sabiduría en una religión humana, en la humillación de sí mismo y en el trato severo del cuerpo, pero carecen de valor alguno contra los apetitos de la carne.
En estos versículos vemos la cruda verdad de que, como seres humanos pecadores, somos hacedores, seguidores y transgresores de reglas. ¡Las amamos! Nos encanta hacer las reglas y nos fascina quebrantarlas. Y si hay alguna discusión en todo el mundo cristiano que esté dominada por el hacer, mantener y romper reglas, debe ser esta: la mujer modesta es la que conoce las reglas y las cumple. Y aquí es exactamente donde este pasaje nos ayuda.
Pablo escribió esta carta a los cristianos, a personas que querían honrar a Dios permitiendo que su fe se extendiera a todos los aspectos de la vida. Habían encontrado algunos desafíos para vivir piadosamente y habían determinado que, podían enfrentarlos creando una lista de reglas. Estas son las reglas para agradar a Dios en esta situación: No manipular. No probar. No tocar. Estaban seguros que con ellas estarían protegidos del pecado.
Siempre parece ser así. Esto es exactamente lo que hacían los fariseos del Nuevo Testamento. Ellos querían guardar los Diez Mandamientos, así que crearon cientos de reglas adicionales que los mantuvieran seguros dentro de las diez grandes preceptos. Pablo ve esto en la iglesia de Colosas y entiende que mientras las reglas pueden haber sido bien intencionadas, en realidad eran muy, muy peligrosas. Él le dice a la iglesia que aunque reglas como estas tienen una apariencia de piedad, en realidad no tienen ningún valor cuando se trata de lo más importante: el corazón. Estas personas podían cumplir todas las reglas y seguir siendo totalmente rebeldes espiritualmente. Pablo sabía esto porque había sido un fariseo. Había sido el seguidor más celoso de las reglas y la persona más justa de la nación. Pero luego conoció a Jesús e inmediatamente se dio cuenta de que las reglas no le habían ayudado, sino que le habían estorbado; no le habían traído libertad, sino cautiverio. Casi había seguido las reglas directamente hasta el infierno.
Y es así como terminan muchas discusiones sobre la modestia. «Solo así de alto. Solo así de corto. Nunca en esta combinación». Sentimos lo que puede ser un buen deseo de ser modestos y lo abordamos mediante reglas. Pronto nos volvemos cautivos de las reglas; las estas se convierten en nuestra salvación y nuestra santificación. (Por supuesto, no todas las reglas son malas. Hay un tiempo y un lugar para hablar de los códigos de vestimenta. Pero tiene que ser primero el evangelio, y luego reglas y aplicaciones específicas).
Pablo escribió a esta iglesia con una solución mucho mejor que las reglas. Fue directamente al evangelio para mostrarles que si querían acabar con el pecado, si querían vivir una vida santa, tendrían que hacerlo por y a través del evangelio de Jesucristo. Esto nos dice que antes de pensar en los límites y las reglas, tenemos que pensar en el evangelio y en toda la libertad que trae. El evangelio nos libera de pensar que obedecer las reglas nos salvará. Nos libera de pensar que las reglas impedirán el comportamiento que Dios odia o motivarán el comportamiento que Dios ama. Nos libera para dejar de lado y negar nuestras libertades y deseos por amor a los demás. Antes de llegar a un texto que habla directamente de la modestia, quiero cubrir dos cosas: Un pequeño experimento reflexivo y una definición de modestia.
Un experimento reflexivo
Quiero hacer un pequeño experimento reflexivo a través de una serie de tres preguntas.
La primera pregunta: ¿Se puede vestir inmodestamente y estar libre de pecado? Creo que sí. Imagina que has viajado a un país extranjero. Has investigado antes de salir de casa y crees que has entendido cómo vestirte. Pero cuando llegas, sales del aeropuerto y descubres que has cometido un error. Tal vez no entendiste que las mujeres deben cubrirse la cabeza en público; no lo sabías, y ahora estás en público con la cabeza descubierta, atrayendo miradas de asombro. En un escenario como este, no has pecado porque genuinamente querías honrar a Dios y a la gente que te rodea. Simplemente no has entendido cómo hacerlo.
La segunda pregunta: ¿Se puede vestir inmodestamente y ser pecador? Por supuesto que sí. Puedes vestirte de tal manera que atraes la atención hacia tu cuerpo. Despiertas el deseo sexual deliberadamente y atraes la atención porque quieres desesperadamente ser reconocida. Puedes hacer esto siendo hombre o mujer, y al hacerlo, pecas con tu inmodestia.
La tercera pregunta: ¿Se puede vestir modestamente y ser pecador? Sí, se puede. Puedes llevar un saco de lona que cubra cada centímetro de piel y cada indicio de tu figura y, sin embargo, estar lleno de orgullo. Vestida con esta ropa modesta, puedes mirar a tu alrededor juzgando a los demás. Incluso puedes vestirte modestamente, pero querer que los demás noten tu modestia, ¡algo que en realidad es inmodesto!
Hago este pequeño experimento porque muestra que la vestimenta modesta no es garantía de salud o madurez espiritual y que la vestimenta inmodesta no es garantía de enfermedad o inmadurez espiritual. La modestia no es tan simple como la hacemos parecer a veces. Es un aspecto del corazón antes que de la vestimenta, y ese corazón es a la vez tramposo y engañoso.
La definición de la modestia
¿Qué es la modestia? ¿Cómo debemos definirla? Creo que la modestia debe tener en cuenta al menos tres cosas.
En primer lugar, la modestia toma en cuenta el corazón. Tanto la modestia como la inmodestia muestran algo sobre el corazón. De nuevo, la modestia es un tema del corazón antes de ser un tema de vestimenta, un hecho que se pasa por alto con demasiada frecuencia. Me centraré más en esto en nuestro próximo artículo.
En segundo lugar, la modestia tiene en cuenta la situación. Lo que es modesto en una situación puede ser inmodesto en otra. Todos sabemos que podemos vestirnos modestamente en la playa, pero si nos vistiéramos con eso mismo para ir a la iglesia sería terriblemente inmodesto. La ropa de playa modesta es muy inmodesta en la iglesia.
En tercer lugar, la modestia tiene en cuenta la cultura o el contexto cultural. Lo que es modesto en una cultura puede ser inmodesto en otra. Hace un año estuve en la India y me quedó claro que incluso la forma en que una mujer modesta se viste para ir a la iglesia en Toronto, Canadá, puede ser considerada inmodesta en la India.
Estos tres factores resaltan por qué las conversaciones sobre la modestia son a menudo difíciles e insatisfactorias. Lo que se considera modesto cambia de una situación a otra, de una cultura a otra y de una época a otra.
Entonces, ¿qué es la modestia? Para nuestro propósito, podemos decir: La modestia es una virtud que muestra el amor a los demás y da gloria a Dios mediante una vestimenta adecuada.
Según esta definición, solo un cristiano puede ser realmente modesto porque solo un cristiano puede buscar deliberadamente la gloria de Dios. Nos demos cuenta o no, siempre estamos intentando darle gloria a alguien. A través de nuestra vestimenta podemos estar llamando la atención a nosotros mismos o podemos atraer la atención hacia Dios. El corazón de la modestia es vestirse de tal manera que muestre amor a los demás y lleve la gloria a Dios. El corazón de la inmodestia es vestirse de tal manera que se muestre amor propio y se reclame la gloria para uno mismo. La inmodestia es querer que los demás se fijen en ti y estar dispuesto a hacer lo que sea necesario para conseguirlo.