La industria del fitness ha hecho muy bien su trabajo, pues ha sabido afianzar en el corazón de los hombres y las mujeres el afán por lograr sus propios objetivos físicos cueste lo que cueste. A menudo usa frases como: «busca la mejor versión de ti mismo», «tú eres lo que necesitas», «tu cuerpo te pertenece», etc. Todo esto se debe a que, en los procesos deportivos y nutricionales desde el punto de vista del humanismo, el hombre es el amo y señor de sus cambios y progresos. Buscando siempre su propia gloria, y menospreciando a quienes no «dan la talla», a esto es lo que llamo «el fitness caído». Pero ¿qué tiene que decirnos la Escritura respecto al rol de los miembros de la iglesia en estos procesos de cambio y progreso físico? Es probable que el ejercicio físico sea un talón de Aquiles en la vida ministerial y en la iglesia en general. Ante esta situación ¿qué podemos hacer cómo iglesia? He aquí cuatro recordatorios para tener en cuenta como miembros del cuerpo de Cristo:
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Estimularnos al amor y a las buenas obras:
«Considerémonos como estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras» (Heb. 10:24) Las buenas obras no solo implican acciones que sean de orden ministerial, sino también aquellas que me permitirán desarrollar con eficacia y fuerza el servicio en casa, en la familia, en la iglesia local, en la predicación de un sermón, etc. Nos estimulamos a las buenas obras a través de hábitos saludablemente bíblicos que glorifican al Señor en el día a día, en lo cotidiano, a través de una caminata, un balanceado plato de comida, una tanda de ejercicio, un correcto descanso. El ejercicio de una mayordomía corporal bíblica no es individual en el cristiano, es un acto colectivo en el que los beneficiarios somos todos, en primer lugar, el que lo ejerce y en segundo el que imita tal ejemplo.
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Nos corregimos en el camino:
«Fieles son las heridas del que ama; pero importunos los besos del que aborrece» (Pro. 27:6, RV60) Todos tenemos hábitos que cambiar, patrones de conductas que no precisamente son saludables; unos luchan con la pereza, otros con la comida, todos luchamos con nuestras debilidades. Lo hermoso del camino es que estamos juntos en el mismo proceso: el camino de la santificación progresiva hasta que se forje el carácter de nuestro señor Jesucristo en nuestros corazones y este refleje en estilo de vida saludable. Lo cierto es que este tipo de correcciones (de cambios de hábitos) deben de hacerse en un entorno seguro y de manera bíblica. No podemos ir por ahí diciéndole a los hermanos a discreción todo lo que deben de corregir en su vida, pero lo que si podemos hacer, es orar juntos para que el Señor ponga un deseo profundo de ser fieles en la intencionalidad del ejercicio de la mayordomía corporal bíblica de manera individual para Su gloria.
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No somos el centro del proceso:
«No ha de ser así entre ustedes, sino que el que entre ustedes quiera llegar a ser grande, será su servidor» (Mt. 20:26). El epicentro de la vida saludablemente bíblica radica en este ciclo: Hábitos saludablemente bíblicos à Servicio à Dios se glorifica La vida del cristiano es una vida de constante servicio a su Señor y a la esposa de Su Señor, la Iglesia. El cristiano que comienzan un proceso saludable, han de recordar que son beneficiaros de esos hábitos saludables por la gracia del Señor para un fin: el servicio. ¡No somos ni seremos el centro del proceso!, la centralidad de los procesos de la mayordomía corporal bíblica radica en la responsabilidad que el cristiano tiene para con lo que no le pertenece (su cuerpo) para servir a su Dios, a su familia y a su iglesia. Además, no podemos olvidar las palabras de Cristo: «Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar» (Mt. 5:14). ¡Nosotros la iglesia hemos de mostrar al mundo como debe de ser vivida la vida saludable, como debe de ser vista la comida y cuál debe de ser la actitud frente al cuidado del cuerpo! Que cuando te vean comer con prudencia y ejercitarte con modestia, tan solo vean a un cristiano agradando a su Señor.
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Lo alcanzamos juntos:
«No hagan nada por egoísmo o por vanagloria; sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás» (Fil. 2:3-4) A diferencia de los «procesos saludables» de la industria del fitness, los que están centrados en alcanzar objetivos personales, la Mayordomía Corporal Bíblica fundamentada en Cristo abraza el apoyo colectivo, en otras palabras, todos nos beneficiamos de los buenos hábitos de cada uno de los hermanos que los llevan a cabo. Dicho de otra manera: Si comes con prudencia, otros serán estimulados a comer con prudencia, si aplicas dominio propio en la elección de los alimentos, otros fomentarán esa actitud en sus corazones. Pero, también sucederá lo contrario, podemos ser edificados con hábitos saludablemente bíblicos o ser piedras de tropiezo en la construcción de hábitos que glorifiquen al creador de nuestros cuerpos. Finalmente, no olvides las palabras del apóstol Pablo en la formación de hábitos para tu vida: «No buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás» (Fil. 2:3-4). Recuerda: si un cristiano fitness quieres ser, lo que primero tienes que hacer es entrenar tu corazón.