Hace algunos años prediqué mi primer sermón como pastor de la iglesia Bautista Mount Vermonth. El líder de alabanza me hizo una pregunta antes de comenzar el servicio. Quería saber de qué forma yo haría el llamado al altar. Esto me confundió ya que antes de ese domingo, había estado tres veces en esa iglesia y en ninguna de esas ocasiones hubo llamado al altar. Así que asumí que la iglesia había abandonado esa práctica hacía ya mucho tiempo. Estaba equivocado.
Resulta ser, que mi iglesia tiene una larga trayectoria de culminar el servicio con una petición de pasar al altar para unirse a la iglesia, comprometer su vida al Señor o hacer una profesión pública de fe. ¡Los tres domingos que había asistido fueron excepciones a la regla! De hecho, muchos de los miembros habían llegado a ver el llamado al altar como el medio principal usado por la iglesia para alcanzar a los perdidos. Ellos veían el llamado al altar como un sinónimo del evangelismo.
¿Por qué no hacer un llamado al altar?
Confío en que muchas de las personas que hacen un llamado al altar tienen la mejor de las intenciones. A principios de los noventa, asistía a una iglesia cuyo pastor terminaba el servicio pidiendo a cada persona en la congregación que cerrara sus ojos e inclinara su cabeza. Luego, él invitaría a cualquiera que quisiera recibir a Cristo a levantar su mano y mirar hacia el púlpito. Durante treinta segundos el pastor escanearía el pasillo, observaría las manos levantadas y en un tono calmado y tranquilo diría: «Sí, hermano, te veo. Bien, hermana, amén». Creo que este pastor deseaba lo mejor para estos solicitantes.
No obstante, estoy convencido de que el llamado al altar hace más daño que bien. La práctica de garantizar a las personas la seguridad inmediata de la salvación —sin tomarse el tiempo de probar la credibilidad de su profesión— parece ser, en el mejor de los casos insensata, y en el peor de ellos escandalosa..
No es prudente porque el pastor no puede conocer lo suficiente a la persona que él está a punto de afirmar como creyente. Es escandalosa porque reemplaza la puerta difícil de atravesar y estrecha, diseñada por nuestro Salvador (Marcos 8:34; Mateo 7:14), con una puerta fácil y amplia diseñada por nosotros. Con la mejor de las intenciones, los practicantes del llamado al altar han dado a muchas personas no salvas la falsa confianza de que realmente conocen a Jesús.
Pero eso no es todo. El llamado al altar tiene una tendencia a colocar el enfoque de la congregación en el lugar equivocado. Después de que la Palabra es predicada, tanto los miembros como los visitantes deberían examinar sus propios corazones. Todos deberían estar considerando seriamente cómo el mensaje los llama a responder. Pero el llamado al altar, irónicamente, tiende a producir la respuesta opuesta. En lugar de conducir a la auto examinación, el llamado al altar conduce a la examinación pública. La gente ve a los lados, preguntándose quién pasará al frente. Y si nadie se mueve, uno se pregunta, ¿fracasó el pastor? O algo peor, ¿se tomó Dios el día libre?
Estas son solo algunas de las razones por las que pienso que no es sabio usar el llamado al altar para evangelizar.
Cómo evangelizar sin un llamado al altar
¿Cómo debería un pastor que rechaza el llamado al altar considerar el evangelismo en un servicio público de adoración? Dicho de otra manera, ¿cómo luce un servicio de adoración congregacional que está marcado por un celo evangelístico? Aquí hay siete respuestas que procuro en los servicios que dirijo:
1. Sé sincero
Aunque no hay nada más importante para un predicador que la fidelidad a la verdad del evangelio, la sinceridad debe estar en segundo lugar. Dios usa a hombres cuyos corazones están sumidos por la tragedia del pecado y la realidad de la salvación. Hasta que la doctrina de la sublime gracia de Dios se haya asentado en los huesos de un predicador, nunca saldrá de sus labios.
2. Sé claro sobre el evangelio
Cada pasaje de la Escritura es un texto que apunta al evangelio. Aunque en todo el libro de Ester el nombre de Dios nunca se menciona, su trabajo está presente en cada página. Un pastor que quiere ver a pecadores ser salvos, enseñará fielmente la Biblia, mostrando a su congregación cómo la persona y obra de Cristo es el punto de cada texto.
3. Llama a la gente a arrepentirse y a creer
Hay un momento en cada sermón en el cual el predicador puede invitar a los pecadores a encontrar esperanza en Cristo. Con frecuencia escucho sermones que terminan con un llamado a la buena administración, un llamado a tomar riegos, un llamado a la fidelidad, pero ni una vez, con un llamado a Cristo. El predicador debería, de forma cuidadosa y apasionada, instar a sus oyentes a arrepentirse y creer en las buenas nuevas, a someter sus vidas a Cristo el Rey.
4. Genera un espacio para conversaciones de seguimiento
Cuando predico el evangelio durante mis sermones, quiero que los incrédulos sepan que estoy ansioso por hablar más sobre la fe que acabo de compartir. Por tanto, me pongo a disposición después del servicio para hablar sobre el evangelio y sus implicaciones.
Otros pastores con los que he hablado invitan a quienes están explorando el cristianismo a una habitación especial después del servicio para orar o conversar. Spurgeon cedía cada martes por la tarde para aconsejar a los solicitantes y a los nuevos creyentes. No importa cómo decidas hacerlo, brinda a las personas la oportunidad de hablar más personalmente acerca de lo que acabas de predicar.
5. Ofrece estudios evangelísticos
Comúnmente comunico a aquellos que exploran el cristianismo, que están invitados a un estudio corto y franco que explica las cosas más básicas de la fe cristiana. El estudio que uso es El corazón del cristianismo, un estudio de seis semanas a través del Evangelio de Marcos publicado por The Good Book Company. He descubierto que esta es una introducción invaluable al evangelio. De hecho, la clase sobre cómo enseñar este estudio ha venido a ser sumamente importante en mi iglesia.
6. Da gran importancia a los bautismos
Por cierto, los bautismos ya tienen gran importancia. Deberíamos reconocer que cada bautismo muestra a la congregación que Dios está edificando Su iglesia.
En Mount Vernon, le pedimos a cada persona que se bautiza que comparta su testimonio con la congregación. Nunca he requerido esto, pero todavía no he visto a nadie negarse. Estos nuevos cristianos están ávidos por testificar de la gracia de Dios. Al ser testigos de estos bautismos y escuchar los testimonios, los no creyentes son motivados a examinar su respuesta al evangelio.
7. Ora
En la oración pastoral e incluso en la oración final, regularmente oro para que los no creyentes se arrepientan y crean en el evangelio. Oro que ellos sometan su vida a Cristo, superando cualquier obstáculo que perciban en su camino. Oro para que Dios se dé a conocer al atraer pecadores a Sí mismo ese mismo día.
Como puedes ver, no hago invitaciones al altar en la iglesia que sirvo. Sin embargo, ruego cada domingo a los pecadores que vengan a Cristo. Procuremos que los santos de nuestras congregaciones sean animados por el evangelio, y que los no creyentes sean convencidos de su necesidad de arrepentirse y creer las buenas noticias de Dios.
Este artículo fue traducido por Maribel Correa y Daniel Puerto.