PRESENTADOR:
En este nuevo episodio de John Piper Responde regresamos, por última vez, al tema de tomar café en el santuario durante el servicio de adoración. Este tema surgió por un tuit del pastor John que generó mucha controversia en el que citó Hebreos 12:28 que dice: “ofrezcamos a Dios un servicio aceptable con temor y reverencia”, y luego preguntó: “¿Podemos replantearnos si es apropiado tomar café los domingos en el santuario?”.
Ese tuit fue amado y odiado, y se difundió por todo el Internet hasta tener millones de visualizaciones y generar muchas reacciones, e incluso provocó la publicación de artículos en medios de comunicación conocidos en Estados Unidos y Europa. El pastor John no supo nada de eso hasta que se lo contamos en el podcast.
Ese tuit nos presentó la oportunidad de tocar el tema aquí. Este es el tercer episodio en el que tratamos el asunto. En el primer episodio sobre la controversia, el pastor John dijo: “El corazón del asunto no es el café en la mano. Es la ausencia de un tipo de experiencia con Dios que haga que un alma cristiana anhele encuentros regulares con Dios y Su pueblo que sean tan profundamente satisfactorios en lo íntimo de su ser, con la majestad y dulzura de Dios, en la seriedad de Su alegría y el peso de Su gloria, que tener un café en la mano se sentiría extrañamente fuera de lugar”.
Pastor John, en el episodio anterior, entró en la parte práctica dando cinco consejos a los predicadores sobre cómo llevar a una iglesia informal hacia un encuentro más reverente y profundamente satisfactorio con Dios los domingos. Pero fomentar esa sana reverencia los domingos por la mañana requiere algo más que solo sermones. Hemos hablado de café. Hemos hablado de sermones. Pero ahora, ¿qué hacemos con los códigos de vestimenta, la música, los anuncios, y todos los demás factores presentes en el servicio de adoración?
JOHN PIPER:
Uno de mis puntos hasta ahora en esta serie de tres partes sobre el sentido de reverencia y trascendencia en el servicio de adoración, ha sido que nunca superaremos el entretenimiento que ofrece el mundo. Por tanto, no solo es una necedad intentar ofrecer un entretenimiento superior, sino que no deberíamos intentarlo porque tenemos algo mejor —mucho, mucho mejor— que ofrecer a nuestra gente, algo para lo que nuestras almas están hechas, algo profundamente estabilizador, fortalecedor, refinador, satisfactorio en lo más profundo de nuestro ser, que experimentamos en momentos de reverencia y asombro en la presencia de Dios. Este ha sido uno de mis puntos principales.
En el episodio anterior comencé a señalar (lo que espero que sea) un camino a seguir especialmente para los pastores, pero también para las iglesias o la gente en general en las iglesias, para hacer que una iglesia pase gradualmente de la atmósfera de una reunión informal, divertida, para tomar café y orientada al entretenimiento, a un encuentro con Dios más seriamente gozoso, reverente y profundamente satisfactorio. Empecé refiriéndome a la predicación del pastor, y hoy quiero dar algunas sugerencias sobre el resto del servicio de adoración.
Encuentro con Dios en dos montes
Sé que esta no es la única manera de encontrarnos con Dios, es decir, encontrarnos con Él en un momento gozosamente serio de reverencia y asombro. Sé que no es la única manera de encontrarnos con Dios. Solíamos decir en Bethlehem, donde fui pastor durante 33 años, que el domingo por la mañana era el Monte de la Transfiguración, y el domingo por la tarde —teníamos servicios dominicales vespertinos— era el Monte de los Olivos.
En el Monte de la Transfiguración, los discípulos se encontraron con la majestad de Cristo, y se quedaron boquiabiertos (y uno de ellos comenzó a decir necedades). En el Monte de los Olivos, Lucas nos dice que Jesús se apartó con Sus discípulos como era costumbre. Yo me los imagino en el Monte de los Olivos, sentados sobre la hierba conversando unos con otros, hablando de la vida y del ministerio, recibiendo ayuda de Jesús, contándole los problemas que habían tenido al intentar sanar a los enfermos. Son dos formas muy distintas de encontrarse con Cristo.
Y mi argumento era —es decir, a mi iglesia, cuando hablábamos de estas cosas— que no era excesivo tomar una hora de toda nuestra semana para dedicarla a un encuentro serio con Dios de un modo más trascendente y reverente. El mundo entero, durante toda la semana, nos anima a igualar el placer con lo casual, la felicidad con el entretenimiento. Pero el domingo por la mañana, nuestro pueblo puede saborear en la reverencia y el asombro en comunidad algo mucho más profundo, mucho mejor, mucho más satisfactorio.
Así que, en el Monte de la Transfiguración, usaba un traje. Me colocaba detrás del púlpito, un gran púlpito de madera, que representa la Palabra de Dios, y todo el servicio se diseñaba con un implacable enfoque vertical en Dios. Por la tarde, no llevaba traje. Me vestía de otra manera. Bajaba del púlpito. Utilizaba un proyector. Había interacción con la congregación. Y así sucesivamente. Ustedes entienden la diferencia entre el Monte de los Olivos y el Monte de la Transfiguración.
En todas mis súplicas de que cultiváramos un sentido de reverencia, asombro, maravilla y trascendencia, para la gloria de Dios y por el bien de nuestras propias almas hambrientas —creo que estamos hambrientos de trascendencia— en todas esas súplicas, no me oigan negar la hermosura de encontrarnos con Jesús de manera informal, interactiva y casual. Dios está con nosotros en ambos encuentros. Nuestros corazones necesitan ambos, pero no vivimos en un día en el que haya un exceso de reverencia y trascendencia.
Entonces, a continuación, ofrezco algunas sugerencias para el resto del servicio de adoración en comunidad del domingo por la mañana, que es el evento que se adapta de forma más natural a este tipo de experiencia con Dios.
1. Considera cómo visten los líderes
Nunca prescribimos un código de vestimenta para todos los asistentes de la iglesia —y había mucha variedad—, pero sí para los que dirigían el servicio de adoración.
La ropa habla. Cómo vistes dice algo sobre tu forma de entender la situación: una boda, un funeral, una entrevista de trabajo, una reunión con el presidente del país, jugar al tenis, dormir, dirigirte a una reunión de las Naciones Unidas, asistir a una gala de recaudación de fondos. Lo que te pones habla. No puedes evitarlo. Envía un mensaje sobre tu forma de entender el evento.
Y el mensaje sobre la vestimenta en los últimos cuarenta años en la iglesia se ha convertido en gran medida en algo como esto: “Dios no exige ninguna vestimenta particular ni ropa bonita” y “Dios nos acepta tal como somos”. Ambos mensajes son verdaderos. No es pecado enviar esos mensajes. Pero no son el único mensaje que vale la pena enviar.
Los responsables del servicio tendrán que decidir y hacerse preguntas como: “¿Qué queremos decir sobre Dios en las distintas reuniones de la iglesia? ¿Hay alguna reunión en la vida de nuestra gente, en la vida de esta iglesia, solo una, en la que valga la pena decir con nuestra ropa y de cualquier otra manera posible algo sobre el respeto, la reverencia y el temor que sentimos por Dios?”. La ropa no es lo más importante. No es lo principal. Es solo una parte de lo que los líderes de la iglesia pueden usar para mover a una iglesia hacia un gozo serio de reverencia y temor.
2. Esfuérzate por mantener el servicio de adoración orientado hacia Dios
Presta mucha atención al flujo del servicio para que esté orientado a Dios. Esfuérzate por permanecer en la presencia de Dios, por enfocarte en Dios, sin interrupción durante un tiempo significativo. Por ejemplo, evita las interrupciones verbales innecesarias, es decir, la forma en que se conectan los diferentes actos de servicio, cómo se hace la transición de uno a otro.
Si estás finalizando de cantar “Te amor, Rey, y levanto mi voz”, y el siguiente acto del servicio de adoración es una oración pastoral, el que viene a orar no necesita decir: “Vamos a orar”. Estamos orando. Eso es lo que estamos haciendo cuando decimos: “Te amor, Rey, y levanto mi voz”. Nosotros, como congregación, estamos diciendo a Dios que lo amamos. Estamos orando a Dios. Le estamos diciendo eso a Él.
Por tanto, el objetivo de quien dirige al pueblo de Dios en la oración pastoral es continuar ese momento poderoso en que el Espíritu Santo está actuando. Estamos llevando a nuestra gente hacia Dios. La persona que dirige esa oración continúa con ese momento y, así, ayuda a la gente a permanecer en oración y la lleva a la comunión con Dios en la oración pastoral.
Otro ejemplo sería esforzarse por realizar los actos horizontales necesarios, como los anuncios o unas palabras sobre la ofrenda, de una manera orientada hacia Dios. Yo pasaba horas preparando mis anuncios y preparando otras cosas en el servicio que hay que hacer como pastor. Si algo sucederá en la vida de la iglesia esa semana, debes comunicarlo a la gente. Y puedes hacerlo de una manera piadosa y orientada a Dios, que no saque a nadie de la dulzura de la comunión con Dios que estaban disfrutando al cantar.
No es necesario bromear. No necesitas divagar con palabras trilladas que dices una y otra vez porque no has preparado nada, con un montón de “eh” y “um”. Si lo haces, todos estarán distraídos y lejos de la actitud de adoración que acaban de experimentar.
Supongamos que habrá un simulacro de incendio —lo cual hicimos recientemente en nuestra iglesia—. Haces un simulacro de incendio para los niños en los salones de clases durante el servicio porque tienes que entrenarlos para que sepan lo que se hará si hay un incendio. La gente de la iglesia verá a sus hijos subiendo las escaleras, y si no tienen más información entrarán en pánico, y se preguntarán: “¿Qué está pasando aquí?”.
Ahora, este es un servicio de adoración. ¿Cómo se anuncia que habrá un simulacro de incendio? ¿Cómo lo comunicas? Bueno, te pones de rodillas en tu casa y le pides a Dios: “Muéstrame cómo tomar este anuncio sobre el simulacro de incendio y hacer que tú seas el centro de lo que digo”. Y concluyes: “Diré esto: ‘Jesús ama a nuestros hijos. Nosotros lo sabemos. Él ama a los niños. Jesús amenazó con cosas terribles a los que hicieran tropezar a nuestros pequeños. Así que, en esta iglesia local cuidamos bien a nuestros hijos por amor a Jesús, y verán que así es porque hoy tenemos un simulacro de incendio para prepararnos para protegerlos en caso de que alguna vez tengamos un incendio de verdad’”.
Y das ese anuncio con una gran sonrisa en tu rostro, pero no bromeas aquí. No conviertes esto en una broma. Dices: “Demos gracias. Demos gracias cuando veamos a esos niños. ¡Ellos son un regalo de Dios para nosotros! Y son una gran responsabilidad. Dios es bueno y, oh, cómo ama a nuestros hijos, y cómo los amamos nosotros también”.
Puedes hacerlo así —o puedes hacer algo parecido—. Siempre hay una alternativa dulce, buena, profunda, poderosa y maravillosa a las payasadas. Muchos pastores y otros líderes de alabanza no tienen idea de lo que estoy hablando cuando digo: “No necesitas convertir todo en algo ligero, o liviano, en un chiste”. De acuerdo. He dicho suficiente en este punto.
3. Permite que la congregación cante
Deja que el sonido de la congregación cantando sea el sonido principal de la música en el servicio. No permitas que los instrumentos o los cantantes principales dominen el sonido. Eso es lo que hace el entretenimiento.
Que cada canción sea cantable. Necesita tener una melodía que la gente pueda captar y disfrutar, y asegúrate de que la canción esté afinada para que los hombres puedan cantar todas las notas. Es crucial que los hombres de la iglesia canten. Y cantarán —cantarán como un ejército— si los músicos eligen las canciones, y calibran las canciones y el rango de las notas, para que los hombres puedan cantar.
Si la mitad de nuestras canciones solo pueden ser cantadas por las mujeres, estamos diciendo a los hombres: “Esto no es para ustedes, mejor tomen su café”. Por tanto, que las canciones sean cantables, y que el canto de la congregación sea el sonido principal del servicio, no el grupo de música ni los instrumentos.
4. Satura el servicio con las Escrituras
Finalmente, satura las letras de las canciones, las oraciones, las lecturas y las confesiones con Escritura y doctrina rica, profunda y sana. Esto comunicará que nada aquí es al azar o descuidado. Todo está diseñado para ayudar a la gente a mantener un enfoque implacable en Dios, y ese es el enfoque que hará que tomar café parezca cada vez más fuera de lugar.
Así que termino donde comencé en el primer episodio de esta serie. Tomar café en el servicio de adoración no es el punto central de la cuestión. El punto central es Hebreos 12:28: “ofrezcamos a Dios un servicio aceptable con temor y reverencia”. ¿Hay en la iglesia un anhelo por esto?
Episodio original en inglés: https://www.desiringgod.org/interviews/strategies-for-building-a-reverent-church