¿Es malo todo lo que viene del mundo?

Las cosas del mundo, para ellos, son las que hacen los incrédulos, como música, literatura, películas, negocios, productos tecnológicos y otros, muchos de ellos para servir a sus dioses y demonios, y de los cuales los cristianos deben apartarse completamente.
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Muchos evangélicos ven la realidad dividida en dos categorías, las cosas de Dios y las cosas del mundo. Las cosas de Dios son las relacionadas con la Iglesia, la Biblia, las prácticas espirituales, la adoración y la música hecha para Dios. Las cosas del mundo, para ellos, son las que hacen los incrédulos, como música, literatura, películas, negocios, productos tecnológicos y otros, muchos de ellos para servir a sus dioses y demonios, y de los cuales los cristianos deben apartarse completamente. Es cierto que la Biblia nos enseña que el mundo está en el maligno y que se caracteriza por los malos deseos de la carne, los ojos y por la soberbia de la vida (1 Juan 5:19; 2:16). Después de que Adán pecó en el jardín, la humanidad está bajo el juicio de Dios, sujeta a las operaciones de Satanás y sus ángeles (Efesios 2: 1-3), ciega en su arrogancia. Sin embargo, está claro que en medio de todo esto Dios ha estado mostrando misericordia, paciencia y favor a la humanidad caída, comenzando por el hecho de que Él no nos mata ni nos envía al infierno inmediatamente después de cometer un pecado. Hemos pecado y pasará un tiempo antes de que recibamos la muerte como castigo. Además, es obvio, mirando el mundo que nos rodea, que no solo hay maldad en el mundo. Los incrédulos y las personas que adoran a los ídolos disfrutan de la salud, la prosperidad, son creativos, hacen invenciones médicas y científicas que facilitan la vida de las personas y alivian el dolor de quienes sufren. Las personas que no creen en Dios abren guarderías, orfanatos y hospitales, hacen grandes donaciones de dinero a organizaciones benéficas y escuelas. Y hay gente incrédula que es más honesta, sincera y recta que muchos evangélicos. Además, los incrédulos son capaces de escribir libros, hacer películas, componer música y obras de arte que nos encantan y nos llenan de admiración. ¿De dónde proviene el bien que encontramos en este mundo caído? ¿De dónde vienen las virtudes, la moral, la racionalidad, la bondad, la creatividad, la compasión, la belleza, la estética, la armonía, la sinfonía de sonidos, colores y formas que llenan nuestros ojos y oídos? La respuesta evidente es: Dios. De Él procede todo el bien del mundo. Primero, su imagen (Imago Dei) permanece en el hombre, aunque haya caído. En segundo lugar, derrama sus bendiciones sobre la humanidad en su conjunto. Eso es lo que llamamos gracia, un favor inmerecido. Y debido a que esta gracia llega a todos, creyentes e incrédulos, se llama «gracia común». Hay varios pasajes bíblicos que nos hablan de esta gracia, aunque sin usar el término. Leemos en Génesis 4:20-22 que los descendientes de Caín, hijos del malvado Lamec, fueron los que desarrollaron la metalurgia, los instrumentos de viento y cuerdas, y otras cosas que son buenas para toda la humanidad. ¡Cada creyente ya se ha beneficiado enormemente de las creaciones de los hijos de Caín! Jesús dijo que “[Dios] salir Su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos” (Mt 5:45) y que “Él es bondadoso para con los ingratos y perversos” (Lc 6:35). Pablo les dijo a los paganos en la ciudad de Listra que “En las generaciones pasadas Él permitió que todas las naciones siguieran sus propios caminos; y sin embargo, no dejó de dar testimonio de Él mismo, haciendo bien y dándoles lluvias del cielo y estaciones fructíferas, llenando sus corazones de sustento y de alegría” (Hch 14: 16-17). Recordemos también que en la construcción del templo Dios usó obras de arte y habilidades conferidas a incrédulos, artesanos y artistas que vinieron de Tiro y Sidón (2 Cr 2:18; ver también 2 Sam 5:11). No son solamente los creyentes quienes construyen ascensores que se detienen en el lugar correcto, puentes y edificios que no se caen, y cirujanos que realizan cirugías precisas y altamente competentes; los creyentes tienen el privilegio y el deber de acreditar estas habilidades al Dios soberano. Pablo cita a filósofos antiguos, que no eran creyentes, e incluso a dramaturgos griegos (1 Corintios 15:33), demostrando que «toda verdad es verdad de Dios». En resumen, la “gracia común” es la manera misericordiosa por la que Dios bendice a la humanidad con salud, prosperidad, talentos, sabiduría, comprensión, valores morales, con base ​​únicamente en Su bondad y no en los méritos de las personas. La “gracia común” es diferente de la “gracia especial” en varios aspectos. La gracia común no prepara al incrédulo para la salvación, ni trae el perdón de los pecados; la gracia especial, sí. La gracia común se da a todos, la gracia especial solo a los elegidos (salvación, perdón de pecados y vida eterna). La gracia común fluye de la misericordia de Dios como Creador, la gracia especial fluye del amor del Dios Redentor, basada en la muerte de Cristo en la cruz del Calvario por nuestros pecados. Es la gracia común la que nos permite relacionarnos con personas incrédulas en áreas donde no se comprometan las verdades bíblicas. Es la gracia común la que nos permite disfrutar de los descubrimientos e inventos de los incrédulos, como las redes sociales, los avances médicos, los avances tecnológicos. Es la gracia común la que nos permite que disfrutemos de aquellas obras literarias, artísticas, musicales y cinematográficas que no ofenden los valores cristianos ni nos conducen a comportamientos pecaminosos. Sin embargo, siempre debemos ser prudentes al usar las cosas de este mundo. “Examínenlo todo cuidadosamente; retengan lo bueno”, dijo Pablo (1 Tes. 5:21). Aunque el contexto de esta frase son las profecías en la iglesia, el principio general es válido para todas las áreas de la vida. En este mundo, el bien y el mal están profundamente entrelazados en todo. Necesitamos criterio y firmeza para rechazar el mal, así como, humildad y sabiduría para discernir el bien y disfrutarlo con acción de gracias.

Augustus Nicodemus Lopes

Es un ministro presbiteriano, teólogo, profesor, conferenciante internacional y autor de éxito. Augustus tiene una licenciatura en teología en el Seminario Presbiteriano del Norte en Recife, Brasil, una Maestría en Teología en Nuevo Testamento de la Universidad Reformada de Potchefstroom, Sudáfrica, y un doctorado en interpretación bíblica en el Seminario Teológico de Westminster en Filadelfia. Él es también un pastor de la Primera Iglesia Presbiteriana de Recife.

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