Cuando nos referimos al dominio propio es importante incluir el elemento de la mayordomía del cuerpo, es decir, del cuidado de nuestro aspecto físico. Somos seres espirituales, pero al mismo tiempo, somos seres materiales. Sin duda, nuestro enfoque en lo espiritual de la salvación hace difícil tratar estos temas. Pero también son asuntos difíciles de tratar por tres razones: En primer lugar, somos seres complejos. Lo difícil para alguien puede resultar muy fácil para otra persona. Algunos hemos vivido en fracaso constante en el área de la alimentación. Por otro lado, hay asuntos emocionales y circunstanciales conectados con nuestro cuerpo. Es muy difícil mantener un peso adecuado o descansar bien cuando vivimos en constante estrés familiar y laboral. Y en tercer lugar, estamos rodeados de mensajes contradictorios. Por un lado, vemos anuncios de comidas deliciosas (muy probablemente no saludables) y luego publicidades con artistas y modelos en un estado corporal casi perfecto. Sin dejar de lado las dificultades que presenta el tema, la buena alimentación es parte de la buena mayordomía de nuestros cuerpos como hijos de Dios.
LA BIBLIA Y LA COMIDA
Algunos dicen: «Dime lo que comes y te diré quién eres». No creo que la comida defina nuestra identidad, pero sí es fundamental reconocer que lo que comemos y cómo comemos es muy importante para nuestro bienestar. En la Biblia encontramos mucha referencia a la comida. Comienza en Génesis con un jardín lleno de alimentos para el ser humano, y termina en Apocalipsis con una cena en las bodas del Cordero y un río rodeado por árboles que dan fruto. La comida aparece a lo largo del relato bíblico. Dios diseñó nuestros cuerpos y nos puso en un ambiente perfecto en el cual podemos mantenernos y florecer. Pero, así como muchos otros buenos regalos de Dios para el ser humano, nosotros tomamos la comida y la usamos como fin en sí mismo.
¿QUÉ ES LA GLOTONERÍA?
Jeff Olson lo define de la siguiente manera: «La glotonería es el consumo desproporcionado de alimentos que surge del apetito desenfrenado por algo más que lo que el Señor ha provisto y, por lo tanto, es juzgado como pecado por Dios». Veamos un ejemplo en la experiencia de Israel al salir de Egipto: Entonces la gentuza extranjera que viajaba con los israelitas comenzó a tener fuertes antojos por las cosas buenas de Egipto. Y el pueblo de Israel también comenzó a quejarse: «¡Oh, si tuviéramos un poco de carne!—exclamaban—. Cómo nos acordamos del pescado que comíamos gratis en Egipto y teníamos todos los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos que queríamos. ¡Pero ahora lo único que vemos es este maná! Hasta hemos perdido el apetito» […] Entonces Moisés escuchó los lloriqueos de las familias a la entrada de sus carpas y el Señor se enfureció. Moisés también estaba muy molesto (Nm. 11:4-6, 10 NTV) Este pasaje ilustra de manera clara lo que es la glotonería. Para comenzar, es mucho más que comer en exceso. Es mucho más que comer comidas que identificamos como poco saludables. La glotonería, más que solo un asunto de nuestra boca, es un asunto de nuestro corazón. Este pecado involucra una enorme falta de confianza en Dios. Además, revela falta de gratitud en nuestros corazones por la provisión adecuada y bondadosa de Dios para nuestros cuerpos a través del alimento. Es importante aclarar que estar obeso no es pecado. La Biblia no dice: «Bienaventurados los flacos porque de ellos es el reino de los cielos». Además, no en todos los casos la obesidad es resultado exclusivo de la glotonería. Todos hemos conocido a personas delgadas que comen en exceso constantemente, pero la glotonería no se ve reflejada en su estado físico. Por supuesto, la obesidad puede estar conectada con la glotonería, pero no dudemos de que también existan problemas hormonales o metabólicos que impiden a una persona bajar de peso. Dicho lo anterior, y tomando en consideración todas las circunstancias que pueden llevar a la obesidad, algunos creyentes hemos justificado nuestro sobrepeso. Si al examinar tu vida te sientes confrontado con la Palabra de Dios por la falta de dominio propio en esta área de tu vida, es tiempo de reconocer que no solamente tenemos problemas fisiológicos, emocionales o metabólicos. También hemos caído en el pecado de la glotonería. La autora Frederica Mathewes-Green lo explica de la siguiente manera: «La gula no está mal porque nos engorda, la gula es pecado porque es el fruto de la falta de dominio propio, ser egoístas y desenfrenados». La glotonería es pecado, pero como cualquier otro pecado, podemos vencerlo en Cristo. A Dios le importa nuestro cuerpo, por lo tanto a Dios le importa lo que comemos.
CONSEJOS PRÁCTICOS
Me gustaría proponerles tres acciones que podemos abrazar para vencer el pecado de la glotonería a través del dominio propio. Primero, aprendamos a comer. Es muy común vivir en un analfabetismo nutricional. Por lo tanto, asesorémonos con profesionales, doctores y especialistas en nutrición. Segundo, comamos con gratitud. En 1 Timoteo 4:3-4, Pablo dice que algunas personas estaban prohibiendo comer ciertos alimentos. Pablo asegura que estas enseñanzas provienen de demonios. Al comer lo que esté frente a nosotros en la mesa tengamos una actitud de gratitud a Dios. Tercero, comamos para honrar a Dios. Siempre me ha llamado la atención 1 Corintios 10:31: «ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios». Honramos a Dios al comer cuando nuestro deseo por comer no nos controla. Resumiendo: somos buenos mayordomos cuando, con dominio propio, nos alimentamos bien. Te animo a preguntarte, al considerar si eres buen mayordomo de tu cuerpo: ¿Estoy comiendo para nutrir mi cuerpo o solamente por placer? ¿Me he informado sobre cómo comer saludablemente de acuerdo a mi peso y estatura? ¿Cuándo fue la última vez que me evaluó un profesional de la salud? ¿Seguí sus instrucciones? ¿Estoy usando la buena alimentación como herramientas de la gracia común de Dios para mi bienestar integral?
CONCLUSIÓN
Algunos de nosotros hemos descuidado nuestros cuerpos, hemos descuidado el templo del Espíritu Santo creado a imagen y semejanza de Dios. Y seguramente muchos hemos sentido la culpa de ese descuido. Tal vez ha sido por un asunto de prioridades, falta de dominio propio, problemas emocionales sin resolver o una identidad personal quebrantada. O por otro lado, hemos exaltado nuestros cuerpos y muestra imagen física se ha convertido en un fin en sí mismo. Sea lo que sea, hay oportunidad para el arrepentimiento y el cambio. Dios sigue obrando en nuestras vidas, lo cual incluye nuestros cuerpos y la nutrición de los mismos. Si ese es tu caso, nunca es tarde para tomar acción y comenzar a honrar a Dios con nuestros hábitos alimenticios.