Carta a un potencial adúltero
Querido esposo,
Tú sabes porque te estoy escribiendo. En nuestra última conversación, me has compartido el patrón de tus pensamientos pecaminosos y cuan frecuentemente te conducen a ver pornografía. Estamos de acuerdo en la importancia de tener dominio sobre nuestra imaginación y poniéndonos la mente de Cristo (Flp 2:5). Ver pornografía ya es una infracción lamentable de tu fidelidad hacia tu esposa, pero estoy preocupado de que sólo sea el principio.
Temo por ti y por mí si no te arrepientes de estos patrones de pecado. Más allá de la pornografía, miembros de nuestra iglesia han notado cómo te preocupas por otras mujeres. Ellos y yo tememos por cómo las llenas con halagos, los cuales muchos perciben como coqueteo. Pareces estar en un camino que termina en adulterio, ya que demuestras una falta de fidelidad a tu esposa.
El pecado siempre engendra pecado
Ver pornografía no es un pecado inactivo. El pecado engendra más pecado, porque nuestros corazones son desesperadamente perversos. Justificaremos las tentaciones en nuestros corazones a menos que las combatamos. La racionalización es parte del autoengaño del pecado. Cuán fácilmente pensamos, esto no está tan mal, poco después, no está para nada mal. Eventualmente, nos encontramos diciendo, esto es algo bueno y lo deseo.
Amigo mío, aprende a odiar tu pecado. Debes tratarlo con el tipo de seriedad que tu conciencia cauterizada no puede sentir a estas alturas. Debes resguardar tu boca y tu corazón, cuando hablas con otras mujeres en la congregación; yendo más allá para tratarlas como a tus hermanas en Cristo (1 Ti 5:1).
Debes además comprometerte a controlar en dónde has de poner tus ojos, con la ayuda de Dios. Recordando al justo Job, quien se tomó seriamente la tentación de ver con lujuria: “Hice un pacto con mis ojos, ¿cómo podía entonces mirar a una virgen?” (Job 31:1). La obediencia a nuestro Señor y la fidelidad a tu esposa no es pasiva. No te inclinarás naturalmente a ser fiel.
Eres libre
En vez de explorar los placeres del pecado en tu mente y en conversaciones pecaminosas, combate ese pecado con otra voz, una mejor: la voz de Dios mismo. Medita en Sus palabras en las Escrituras. La palabra misma de Dios por el poder de Su Espíritu será la fuente más potente tanto para sentir convicción sobre el pecado, como para crecer en gracia y amor.
Recuerda a José cuando fue tentado diariamente por la esposa de su amo, él consideró cómo Dios lo había bendecido, y cómo su amo confiaba en él; y él concluyó: “¿Cómo entonces iba yo a hacer esta gran maldad y pecar contra Dios?” (Gn 39:9). Tu infidelidad no es solamente una infracción a la confianza de tu esposa, sino contra Dios todopoderoso.
Pero porque Jesucristo es tu Señor, Salvador, y Tesoro, has sido redimido; un rehén liberado por el rescate pagado en un costo infinito. En Jesús, ¡eres santo! Yo creo que tu fe es genuina aun habiendo luchado en estos sentidos. ¡Eres libre de las ataduras del pecado, ahora sé libre! No te encuentras más esclavizado por tu viejo amo Satanás para seguir tus lujurias. Eres libre, realmente libre, en Cristo.
Ahora tú tienes una mente y un corazón para buscar a Dios, para seguirlo en los caminos en que nos enseña, y para rechazar las promesas fatales de la pornografía y el adulterio.
No estás solo
Jesucristo, nuestro Gran Pastor de la Fe, ha prometido estar contigo y guiarte a toda verdad y a obras fructíferas durante el camino. Sus mandamientos te ayudarán a caminar en las sendas de santidad y justicia.
El hijo de Dios no está agobiado por esforzarse en guardar los mandamientos de Dios; nosotros estamos agobiados, así como tú lo has estado cuando no los guardamos. La obra de Dios en nosotros no reemplaza nuestra vigilancia contra el pecado. Su gracia nos empodera para estar en guardia contra el pecado. Aunque el pecado ya no reine en nosotros, aún permanece en nosotros. La advertencia a Caín es para todos nosotros: “Si haces bien, ¿no serás aceptado? Y si no haces bien, el pecado yace a la puerta y te codicia, pero tú debes dominarlo” (Gn 4:7).
Veneno pintado
La tentación de ser atraído hacia otras mujeres en la pantalla y en el salón de la iglesia, está mancillando tu cama matrimonial. La palabra de Dios dice: “Sea el matrimonio honroso en todos, y el lecho matrimonial sin mancilla, porque a los inmorales y a los adúlteros los juzgará Dios” (Heb 13:4). Estoy orando por ti, y continuaré dándote seguimiento.
Tu confesión de amor a tu esposa, y el precioso e invaluable afecto que se tienen mutuamente, pronto sonarán vacíos si permaneces aquí en la puerta del adulterio. El adulterio es un acto egoísta. Es profundamente sin amor. Traicionas y hieres a tu esposa y a tus hijos y desafías a tu Dios. Ayudas al enemigo de la fe y das una amplia oportunidad al mundo para blasfemar Su nombre a través de tu hipocresía pública.
El pecado es tu enemigo y te engaña con falsas promesas de gozo. Se pinta a sí mismo como hermoso, pero es veneno. Las consecuencias serán profundas y duraderas. Mira más allá de las ofertas vacías del placer momentáneo y ve el dolor duradero. Recuerda cómo te ha traído vergüenza, culpa, y disrupción a tu comunión con Cristo. Recuerda tus votos matrimoniales y vuelve a comprometerte a ser absolutamente fiel a tu esposa. Dios bendecirá y recompensará tu fidelidad.
Aprende a amarla más
Si tienes dificultades en la intimidad con ella, sé un hombre y ten esa conversación difícil. Comparte tu corazón, ella es tu gran compañera de vida y te fue dada como esa ayuda especial tanto físicamente como espiritualmente. Dios la ha formado a ella y continuará formándola, adecuada para ti y tú para ella.
La progresión malvada del pecado ha estado trabajando en ti, pero la oferta de arrepentimiento de nuestro Señor es inmediata. Recíbela ahora mientras aún puedes (Heb 12:15-17). El verdadero arrepentimiento es una renuncia radical a todo lo que es contrario al carácter y revelación de Dios, requiere disciplina que crece en el suelo de la gracia de Dios.
Así que, acude ahora a Él en tu tiempo de necesidad para recibir Su ayuda continua y abundantemente. No sólo clames, sino intencionalmente trabaja para caminar en Su Espíritu. Ejercita tu fidelidad en el matrimonio mientras amas y aprecias a tu esposa. Ámala y considera las múltiples formas en que Cristo la ha embellecido y la ha hecho una vasija de honor en Su glorioso cuerpo. Tu amor por ella es un regalo que tú, y sólo tú, puedes disfrutar. El Dios omnipotente se encuentra listo para ayudarte mientras vives el llamado que te ha sido dado en tu pacto matrimonial.
Mientras amas a tu esposa y ejercitas aquel amor con paciencia y ternura, encontrarás nuevas profundidades de amor por ella y descubrirás gozo en ella, que ninguna otra mujer puede proveer.
Kent Butterfield está casado con Rosaria Champagne Butterfield y es pastor de First Reformed Presbyterian Church of Durham, North Carolina (Primera Iglesia Presbiteriana Reformada de Durham, Carolina del Norte). Ellos tienen cuatro hijos y dos nietos.
Artículo original de Desiring God | Traducido por Andrés Chyu