Cuatro marcas esenciales de un discípulo de Cristo

A la largo de la Biblia se muestran las características de un discípulo de Jesús, exploremos algunas de ellas.
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Mostrando Su huella

Mientras Jesucristo caminaba por la tierra como Dios encarnado, también les enseñó a Sus discípulos a seguirlo, guardando Sus mandamientos y glorificando a Dios mediante el servicio. El Nuevo Testamento define a un discípulo como un “aprendiz, lo que indica pensamiento acompañado de esfuerzo”.[1] Ser un discípulo bíblico va más allá de ser un alumno en un aula, estudiando para los exámenes, esforzándose por obtener buenas calificaciones. Los discípulos de Cristo son adherentes o imitadores de Él, exhibiendo marcas (características) consistentes con Su enseñanza y ministerio.[2] 

Los verdaderos discípulos muestran la huella de una vida transformada por Jesús a otros seguidores de Cristo y al mundo incrédulo como evidencia de fe y confianza en la autoritativa y suficiente Palabra de Dios. Este ensayo definirá y demostrará las cuatro marcas esenciales de los discípulos de Cristo, las cuales son claramente enseñadas en la Biblia.

Marca esencial 1: Los discípulos aman a Dios supremamente

El principio bíblico del “amor a Dios” se extiende a lo largo de la Biblia. Deuteronomio 6:5 dice que los discípulos muestran amor a Dios con su corazón, su alma y sus fuerzas,[3] y Levítico 19:17-18 amplía este amor mediante el trato amable del discípulo hacia el prójimo, o “compatriota”. 

En los relatos evangélicos de Mateo, Marcos y Lucas, Jesús reitera la ley de Moisés, canalizando la totalidad de la ley en los dos mandamientos de amar a Dios y amar al prójimo (Mt 22:37-40; Mr 12:30-31; Lc 10:27). Este amor se manifiesta de nuevo a través de todo el ser del discípulo: el corazón, el alma, la fuerza y la mente. 

El amor del discípulo por Dios surge, primero, de la búsqueda y el amor de Dios por la criatura (1Jn 4:19), y como afirma Michael Gorman: “El amor divino experimentado tiene que convertirse en amor divino expresado”.[4]  El apóstol Pablo retrata acertadamente este amor divino en 1 Corintios 13, y Gorman concluye que el amor “es la característica que define al individuo en relación con los demás….”.[5]

El Nuevo Testamento define a un discípulo como un aprendiz que sigue e imita a Cristo, mostrando características coherentes con sus enseñanzas. / Foto: Light Stock

Esta representación terrenal del amor remite al carácter del discípulo hacia Dios. Sin embargo, el amor de un discípulo hacia el Todopoderoso no es un afecto o aprecio general exactamente similar a las relaciones terrenales. Por el contrario, un discípulo bíblico ama a Dios en Cristo de manera suprema, demostrando con esto, que todas las demás relaciones son inferiores.

Jesús afirma que este amor es esencial para ser Su discípulo. En Lucas 14:26, dice: “Si alguien viene a Mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser Mi discípulo”. En el contexto apropiado, Jesús no está afirmando que el odio sea un prerrequisito para el discipulado. Más bien, Él enfatiza que el orden del amor y la lealtad a Dios está por encima del amor a las relaciones terrenales, incluyendo la familia y el matrimonio.

Marca esencial 2: Los discípulos crecen en el conocimiento de Cristo

El conocimiento es un buen regalo de Dios, y como portadores de Su imagen, los discípulos van más allá del conocimiento por descripción o del mero saber algo de Cristo. Los discípulos bíblicos son aprendices del Señor toda la vida, pasando tiempo con la Palabra viva de Dios a través de las Escrituras inspiradas, disfrutando del conocimiento de Él en comunión con Él. En su obra sobre las disciplinas espirituales, Donald Whitney escribe: “Nadie está bien con el Dios del que no sabe nada. Nadie está bien con Dios a menos que aprenda acerca de Él y de Su mensaje al mundo, un mensaje de buenas nuevas llamado evangelio”.[6] 

Para madurar espiritualmente en Cristo, los discípulos crecen en Él leyendo y estudiando las Escrituras con la ayuda del Espíritu Santo (Jn 16:7, 13), tanto en la devoción privada como en la adoración colectiva (Hch 2:42). J. P. Moreland describe la madurez de este tipo como ordenar su estilo de vida en general, especialmente estando inmerso en las Escrituras.[7] 

En Deuteronomio 6:6-9, se instruía a los israelitas a enseñar diligentemente la Palabra de Dios a sí mismos y a sus hijos tan a menudo como surgiera la oportunidad cada día. Las Escrituras debían abarcar todas las facetas de la vida de los israelitas: “ Las atarás como una señal a tu mano, y serán por insignias entre tus ojos. Las escribirás en los postes de tu casa y en tus puertas” (Dt 6:8-9).

Este conocimiento no solo enseña la verdad y la maravilla de Dios y Su evangelio, sino que también protege contra lo que el apóstol Pedro llama ser “…arrastrados por el error de hombres libertinos…” (2P 3:17). Pedro expresa que es mucho mejor crecer en la gracia y el conocimiento de Jesús, tanto ahora como en la eternidad (2P 3:18).

Para madurar espiritualmente en Cristo, los discípulos crecen en Él leyendo y estudiando las Escrituras con la ayuda del Espíritu Santo. / Foto: Unsplash

Marca esencial 3: Los discípulos soportan el sufrimiento

Amar a Dios y crecer en Su gracia no siempre sucede sin obstáculos. Como imitadores de Cristo, a los discípulos se les prometen grados de dificultad, sufrimiento y posible persecución. En la segunda carta del apóstol Pablo a Timoteo, escribe: “Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, serán perseguidos” (2Ti 3:12). Pablo también explica que los discípulos sufren penalidades, como los soldados que cumplen con su deber (2Ti 2:3).

El testimonio personal de un discípulo puede ser un poderoso camino hacia la proclamación del evangelio. Pablo instruyó a los filipenses para que sufrieran de una manera digna del evangelio de Cristo (Fil 1:27), lo que proporcionó confianza y compasión a la iglesia cuando se enfrentó a diversas pruebas a lo largo de los siglos.[8]

Jesús ilustró la naturaleza del sufrimiento por causa del evangelio de forma similar a cargar con una cruz. Puesto que la cruz se utilizaba como instrumento de muerte, Jesús desplegó la importancia de que Ss discípulos murieran a sí mismos para que se viera la vida resucitada de Cristo. Lucas 14:27 dice: “El que no carga su cruz y me sigue, no puede ser Mi discípulo”. Andrew Murray afirma que esta carga de la cruz y muerte a sí mismo se evidencia por la obra del Espíritu Santo para ponerse “uno mismo ante Dios en su total impotencia… y entrega confiada a [Él]”.[9]  Esta muestra de humildad se hizo evidente de la manera más obediente en la muerte de Jesús (Fil 2:8). 

Al igual que Jesús se despojó a Sí mismo, Él llama a Sus discípulos a un completo “autoabandono”,[10] no por obras meritorias que pudieran ganar la salvación… sino para cumplir la voluntad de Dios por Su gracia suficiente. En el Antiguo Testamento, José sufrió grandes penurias y el rechazo de sus hermanos, hasta que Dios lo exaltó a su debido tiempo (Gn 37 — 50).

Comparativamente, el libro de Job relata cómo le fueron arrebatadas sus posesiones más preciadas hasta que Dios se las devolvió (Job 1:13-22; 42:10-17). Aunque ambos discípulos de Dios sufrieron mucho, ninguno maldijo a Dios ni vaciló en su fe. Estos ejemplos, incluidos los sufrimientos de Cristo, consuelan abundantemente a los discípulos bíblicos para la salvación por medio de Él (2Co 1:5-6).

Amar a Dios y crecer en Su gracia a veces implica enfrentar dificultades y experimentar sufrimiento. / Foto: Envato Elements

Marca esencial 4: Los discípulos son comisionados para hacer discípulos

Las dificultades crean perseverancia en los discípulos bíblicos cuando llevan su conocimiento del Señor Jesucristo al mundo incrédulo. En el Evangelio de Mateo, Jesús comisiona a Sus seguidores a ir a todas las naciones y hacer discípulos, enseñando lo que les ha sido dado por Cristo (Mt 20:19-20).

Esta tarea de dar testimonio de Jesús se asemeja a la función de los profetas del Antiguo Testamento, que proclamaban la verdad de Dios tal como está escrita en las Escrituras. En el Nuevo Testamento, los discípulos proclaman la buena noticia de la vida, el ministerio, la muerte y la resurrección de Jesús a un mundo moribundo que necesita la vida eterna que solo puede llegar a través de la obra de Cristo en la cruz (Jn 14:6).

Adam McClendon escribe acerca de estar presentes en el mundo y proclamar las buenas noticias en todas las oportunidades posibles, manteniendo siempre en primer plano una mentalidad evangélica.[11] Cuando los discípulos están presentes en el mundo, ponen de manifiesto la autoridad de Cristo a través de la obediencia a Su llamado.[12]

Jesús instruyó a sus discípulos a hacer discípulos con el poder del Espíritu Santo, una misión que ha perdurado desde el primer siglo hasta hoy.

Bondadosamente, la comisión de Cristo a Sus discípulos de ir y hacer más discípulos no fue dejada para que la hicieran por su cuenta. Antes de Su crucifixión, Jesús explica paradójicamente que a los discípulos les conviene que Él se marche para que el Consolador, el Espíritu Santo, venga a ellos. Además, Jesús explica el papel del Espíritu Santo: es el abogado de los discípulos que convence al mundo de pecado, justicia y juicio; da testimonio de Cristo; ayuda a los discípulos a recordar todo lo que Jesús enseñó; y los guía a toda la verdad (Jn 14:26; 16:8-13). Jesús enseñó a Sus discípulos a ser hacedores de discípulos por el poder del Espíritu Santo, un encargo que ha continuado desde el primer siglo hasta nuestros días.

Conclusión

Como seguidores de Jesucristo, los discípulos bíblicos muestran evidencias de su imitación de Cristo a través de las cuatro características esenciales mostradas anteriormente. La marca de amar a Cristo por encima de todas las relaciones terrenales muestra a los demás Su autoridad y supremacía. Al conocer al Cristo vivo a través de la Palabra de Dios escrita, los discípulos crecen en madurez espiritual y semejanza a Cristo, en privado y en el cuerpo de la iglesia. Los discípulos también están marcados por el sufrimiento y las dificultades a medida que caminan con Cristo en el proceso de santificación. El sufrimiento se ve a través de múltiples ejemplos bíblicos y del propio Señor, que se enfrentó al sufrimiento máximo a manos de la humanidad. Por último, los discípulos son llamados y enviados al mundo como hacedores de discípulos, proclamando el evangelio para gloria de Dios.


Este artículo fue publicado originalmente en Founders Ministries.

[1] W. E. Vine, Vine’s Expository Dictionary of Old & New Testament Words [Diccionario Expositivo Vine del Antiguo y Nuevo Testamento] (Nashville, TN: Thomas Nelson, 1997), 308.

[2] Ibid.

[3] A menos que se diga lo contrario, las citas bíblicas hacen referencia a la NBLA.

[4] Michael J. Gorman, Cruciformity: Paul’s Narrative Spirituality of the Cross [Cruciformidad: La espiritualidad de la cruz en la narrativa de Pablo], (Grand Rapids, MI: Wm. B. Eerdmans Co., 2001) Capítulo 8, Kindle.

[5] Ibid.

[6] Donald S. Whitney, Spiritual Disciplines for the Christian Life [Disciplinas espirituales para la vida cristiana], rev. ed. (Colorado Springs, CO: NavPress, 2014), 276, Kindle.

[7] J. P. Moreland, Love Your God with All Your Mind: The Role of Reason in the Life of the Soul [Ama a tu Dios con toda tu mente: el rol de la razón en la vida del alma], 2nd ed. (Colorado Springs, CO: NavPress, 2012), 108, Kindle.

[8] Joshua D. Chatraw and Mark D. Allen, Apologetics at the Cross: An Introduction for Christian Witness [Apologética de la cruz: una introducción para el testimonio cristiano], (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2018), 139, Kindle.

[9] Andrew Murray, Humility: The Beauty of Holiness, [Humildad: la belleza de la santidad] rev. (Abbotsford, WI: Aneko Press, 2016), 58, Kindle.

[10] John MacArthur, The MacArthur New Testament Commentary: Luke 11-17 [Comentario MacArthur del Nuevo Testamento: Lucas 11-17] (Chicago, IL: Moody Publishers, 2013), 284.

[11] Adam McClendon and Jared E. Lockhart, Timeless Church: Five Lessons from Acts [La iglesia atemporal: cinco lecciones de Hechos] (Nashville, TN: B&H Academic, 2020), 139-140, Kindle.

[12] Trevin K. Wax, Eschatological Discipleship: Leading Christians to Understand Their Historical and Cultural Context [Discipulado escatológico: guiando a los cristianos a entender su contexto histórico y cultural] (Nashville, TN: B&H Academic, 2018), 96, Kindle.

Nate Schill

Nate Schill es profesor de apologética y sirve como Anciano y Administrador en su iglesia. Tiene un máster en Apologética Cristiana por la Universidad Liberty y es candidato a doctor en Teología y Apologética por la misma institución. Escribe ensayos en https://PursueTruth.me y vive en el sureste de Pensilvania con su esposa y sus dos hijos.

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