Cómo hacemos los devocionales familiares

Creo en los devocionales familiares, y estoy seguro de que la mayoría de ustedes también. Pero cuando hablo con otros cristianos, en especial con los hombres, encuentro que esta pequeña tradición familiar es la fuente de mucho pesar y frustración. Muchos cristianos tienen ese sentimiento de culpa familiar cada vez que se detienen a pensar en ello. Por algo tan simple, los devocionales familiares son, seguramente, difíciles. Creo que la mejor manera de aprender a hacer devocionales familiares es con el ejemplo: Como punto de partida, averigua qué hacen otras personas e imítalas. Así que, déjame contarte cómo hacemos los devocionales familiares y, si aún no has desarrollado el hábito, por lo menos considera empezar por aquí. Hay dos cosas a tener en cuenta: Cómo imaginábamos que haríamos los devocionales familiares y cómo los llevamos a cabo en realidad. Imaginábamos que el devocional familiar sería un tiempo significativo que apartaríamos cada día, donde nos reuniríamos como familia para disfrutar de ese momento juntos y pasar un hermoso tiempo juntos con Dios. Tal vez haríamos sonar una campanilla o alguna otra cosa, y luego, todos bajarían las escaleras, se reunirían en la sala de estar y nos sentaríamos a empaparnos de la Palabra de Dios, disfrutaríamos de una conversación profunda, aprenderíamos las preguntas y respuestas del catecismo, oraríamos juntos. Tal vez descubriríamos que uno de nosotros puede cantar lo suficientemente bien como para guiarnos a entonar un salmo o un himno. Todo eso suena maravilloso. La realidad ha sido solo un poco diferente. Durante los primeros años de matrimonio, no hicimos absolutamente nada. Yo no era un líder en ese momento y de alguna manera, casi nunca procuraba reunirnos a los dos para hacer nuestro devocional. Esto es algo que hoy lamento mucho. Había sido criado en un hogar cristiano, así que sabía muy bien cómo pasarlo por alto (Aileen no había sido criada en un hogar cristiano, así que no conocía ese hábito.) Probablemente, fue después de un par de años después de que naciera nuestro primer hijo que tomé en serio el tema de la devoción y decidí que era hora de empezar. A partir de aquel día, creo que lo hemos hecho bastante bien. Hemos variado un poco los horarios y la estructura en base a las etapas de la vida y las circunstancias externas. Pero, en general, esto es lo que hacemos: Despertamos a los niños a las 6:55 A.M. (ya que necesitan estar fuera de casa antes de las 7:45). Bajan las escaleras tambaleándose y antes de las 7:00 o 7:05, ya estamos todos en la sala. Yo me levanto un par de horas antes, por lo que me siento bien. Ellos se han levantado hace apenas algunos minutos y no se sienten del todo bien. Se encorvan sobre la mesa o se recuestan sobre ella de una manera algo extraña. Pero están despiertos y capaces de prestar atención, la mayoría de las veces. Leo una sección de la Biblia, usualmente hablando sobre pasajes narrativos pero, a medida que los niños van creciendo, leo las epístolas también. Rara vez leo más de 15 o 20 versículos. Los leo lenta y expresivamente, con el drama suficiente como para despejar la niebla de sus primeras horas matutinas. Hago una pausa para pedirle a mi hija que quite las manos del cuello de su hermana, y sigo leyendo. Cuando llego al final de nuestro pasaje, explico brevemente algo del mismo (y por “brevemente” quiero decir un minuto o menos). A veces, tengo que hacer trampa al consultar rápidamente las notas de la Biblia de estudio para tener algo provechoso que decir. Luego, trato de formular una o dos preguntas para los niños, una pregunta de comprensión o de aplicación. Y les explico por qué llamar a su hermano “un idiota estúpido” no es apropiado mediante la lectura de 1 Corintios 13. Esa es nuestra lectura bíblica. Luego, oro. Con suerte, recuerdo preguntarles cómo puedo orar por ellos durante el día que tienen por delante. Hago una oración simple y breve, agradeciendo a Dios por otro día que disfrutamos de Sus cuidados y de Su provisión y pidiéndole que nos bendiga durante el día que tenemos por delante. Es muy común que mi oración se vea interrumpida porque un niño le pega a otro o porque el perro se entromete como recordándonos que: “Oh, cielos, hay gente cerca de mí”. Luego, le llamo la atención a alguien con un chasquido y tengo que agregar una oración extra de confesión. Y entonces, ya terminamos. Son 5 o 10 minutos. Es mucho menos de lo que podría ser, pero ya es algo. Nos obliga a empezar nuestro día juntos y nos permite empezar el día juntos con el Señor. A veces, voy a trabajar temprano y tengo que irme antes de que la familia esté despierta. En esos días, sigo el mismo formato, pero a la hora de la cena, en vez de hacerlo antes del desayuno. A veces nos olvidamos de tener el devocional familiar todos juntos. Algunos días, tenemos grandes intenciones pero la vida nos lanza algo así como una bola y nos distraemos. En algunas pocas ocasiones hemos tenido a gente incrédula en casa y he permitido que la vergüenza no me deje hacer nuestros devocionales. En otras ocasiones no he tenido ganas de hacerlas, de modo que he buscado alguna que otra excusa poco convincente. Por alguna razón, nunca las hacemos los domingos. Pero por lo general, la mayoría de los días y bajo la mayoría de circunstancias, comenzamos nuestros días juntos en la Palabra y en oración. Es el hábito familiar más simple, y creo que es el más hermoso también. Creo que los devocionales familiares son como todo en la vida cristiana: hemos hecho de ellos algo más grande de lo necesario, y entonces vivimos con un sentido de fracaso, un sentido que no podemos medir. Durante muchos años de éxitos y fracasos, Aileen y yo nos hemos dado cuenta de que no hay una mejor manera de medir el éxito del devocional familiar excepto esta: ¿lo hicimos? El tema es que aquí estamos edificando algo a largo plazo, no a corto plazo. Un simple episodio de devociones familiares puede fácilmente verse como un completo desperdicio. Pero tengo la confianza de que cuando nos evaluemos por los cientos de momentos que hemos tenido en los 20 años que nuestros hijos están a nuestro cuidado, veremos que Dios habrá obrado poderosamente en los corazones de nuestros hijos y de sus padres. Y tengo la confianza de que veremos que Él habrá obrado a través del compromiso que hicimos de sostener una tradición simple y maravillosa. Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Challies.com.

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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