¿Recuerdas cuándo la consejería premarital con parejas jóvenes en relación al sexo involucraba una breve advertencia sobre la tentación y complementar su educación acerca de la cigüeña que sus padres les habían dado? Exacto, yo tampoco. Si estás leyendo este artículo, entonces es probable que en este momento estés tratando con parejas en las que al menos una persona ha cometido pecados sexuales repetidos y quizás hasta graves. Ahora, están tratando de dirigir esta realidad hacia un matrimonio piadoso y saludable en el que el «banco de confianza » se ha agotado desesperadamente y necesita ser restaurado. En lo práctico, vamos a hablar sobre cuándo y cómo los pastores pueden guiar a los novios o parejas comprometidas a través de estas conversaciones difíciles.
¿Cuándo?
No hay una respuesta absoluta aquí, pero mi mejor recomendación es que el pecado sexual pasado se discuta en esa etapa incómoda en la que la relación va bien y probablemente se dirige hacia el matrimonio, pero antes de que la pareja se comprometa formalmente. En nuestra cultura, estar comprometido se considera un compromiso serio que requiere un poco de llanto y crujir de dientes para que se rompa, pero sin embargo se rompe con más frecuencia de lo que parece. Debido a esto, las personas deben tener la oportunidad de saber, antes de comprometerse para casarse con alguien, que su potencial cónyuge ha tenido relaciones sexuales con numerosas personas o que hasta hace una semana se encontraba en medio de una activa adicción a la pornografía. Más adelante hablaré sobre las respuestas bíblicas a dicha información, pero parece prudente que el comete el pecado sexual deba confesar antes de que el posible cónyuge haya llegado al punto teórico y cultural de no vuelta atrás. Dicho esto, no debemos alentar a las parejas a hablar sobre el pecado sexual pasado demasiado pronto. Revelar los detalles íntimos del pecado de alguien, al principio de una relación, generalmente no es una buena idea, porque: (1) tiende a crear un nivel inadecuado de intimidad para las primeras etapas de una relación, y (2) tiende a poner una carga injusta en una nueva relación, al pedirles a las personas que lidien con cosas realmente difíciles sobre el pasado de su pareja, antes de que realmente conozcan el carácter actual de cada uno.
¿Cómo?
Primero, se debe hablar del pecado sexual pasado en términos generales. Confesar el mero hecho de haber cometido un pecado sexual con otras parejas o una lucha pasada con la pornografía puede ser suficiente. Las preguntas de seguimiento razonables pueden ser discutir el número de parejas sexuales, si han experimentado atracción por el mismo sexo, o el momento y nivel de victoria sobre la pornografía. Más allá de eso, los detalles generalmente no son buenos para el alma de nadie y, en general, no son útiles a menos que sean realmente relevantes para la decisión de un matrimonio. Tampoco es un tema en el que se deba insistir repetidamente si se puede evitar. Así que aquí está mi consejo: el pecado sexual pasado o presente se debe discutir en una sola conversación en la que ambas personas confiesan lo que deben confesar y nada más. Quizás a esto le sigan conversaciones adicionales, a medida que la persona necesite procesar lo aprendido. Los pecados sexuales pasados deben ser confesados con humildad, empatía y, probablemente, con cierta medida de tristeza o arrepentimiento, pero no de culpa o vergüenza, considerando siempre que el Señor Jesucristo ha pagado por tales pecados en la cruz. Aun así, los hermanos y hermanas que tratan con el pecado sexual, y que se lo revelan a alguien que espera que los ame, pueden sentirse agobiados por la culpa y la vergüenza que no debería ser parte de la vida abundante en Cristo. En el otro lado de la ecuación, un potencial cónyuge debería escuchar la confesión del pecado sexual pasado con tristeza, remordimiento, incluso frustración, si ese es el sentir del momento, pero en última instancia con una actitud de gracia. Para ser claro, la respuesta sabia y piadosa no siempre será avanzar con la relación. Ser informado de la adicción previa de un posible cónyuge a la pornografía infantil, por ejemplo, viene a la mente como un problema que puede afectar genuinamente una decisión de matrimonio. Aun así, al lidiar con el pecado pasado, la respuesta piadosa debería ser la voluntad de continuar con la relación si, en general, otros factores ya apuntaban en esa dirección.[1] Al mismo tiempo, alguien que escucha tal confesión de un potencial cónyuge, especialmente si su propio pecado sexual ha sido comparativamente menos profundo, puede luchar con tristeza, ira, amargura, miedo y fariseísmo. Entonces, ¿cómo aconsejamos a hombres y mujeres en una o ambas de estas posiciones? Como sugerí anteriormente, fundamentalmente este es un tema de mostrar gracia a un compañero pecador perdonado en Cristo. De hecho, la mayoría de los mismos principios básicos de las Escrituras hablan tanto del ofensor como del ofendido. Aunque el pecado sexual (como todo pecado) se comete fundamentalmente contra Dios, también es un pecado contra cualquier otra persona involucrada y el futuro cónyuge del pecador, por lo que es perfectamente comprensible que un cónyuge potencial responda con sentimientos de dolor y tristeza. Pero si el pecador está ahora en Cristo, entonces él o ella «nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas» (2 Co. 5:17). Si un creyente pecador ha confesado sus pecados pasados a Dios como Su hijo, entonces Dios no solo los ha perdonado, sino que también lo ha «limpiado de toda maldad» (1 Jn. 1:9). Él ha arrojado esos pecados al mar para no recordarlos más. Dios no solo perdona; Él decide no recordar. Cuando mira a Sus hijos, se deleita en nosotros porque ve a Su Hijo perfecto. Y así nos llama a ver a nuestros hermanos y hermanas en Cristo de la misma manera. Esta es precisamente la razón por la cual Jesús mismo tiene palabras duras y una advertencia severa para aquellos que son perdonados pero no pueden perdonar (Mt. 18:21-35). Como pastores, debemos recordar a las parejas jóvenes no solo que todos somos pecadores (Ro. 3:23), sino también que todos somos pecadores sexuales. Incluso, si un hombre o una mujer no ha pecado sexualmente con otra persona, el uso de pornografía, la masturbación y los pensamientos lujuriosos juegan en su contra, arruinando cualquier perfección percibida. Todos hemos caído sexualmente. Pero hay gracia y sanidad en el evangelio. Anima a los hermanos y hermanas jóvenes a descansar en la gracia que Dios les ha mostrado en Cristo y a manifestarles a sus potenciales cónyuges esa misma gracia.[2]
Conclusión
Finalmente, unas palabras de aliento: la intimidad emocional, espiritual y sexual que florece en un matrimonio amoroso y piadoso a menudo ayuda a sanar las heridas del pasado. Tienen una forma de excluir los sentimientos relacionados con el pecado pasado. Así que, recuérdales a tus ovejas que Dios ordenó el matrimonio, que Él está a favor de matrimonios sexualmente saludables, y que cada matrimonio piadoso, amoroso y lleno de gracia, que involucra a dos pecadores sexuales, refleja el evangelio y glorifica a Dios.
Scott Croft vive en Louisville, Kentucky, Estados Unidos con su esposa Rachel y su hijo William donde trabaja como un abogado y sirve como un anciano en Third Avenue Baptist Church. Traducido por Kevin Lara. [1] Cómo lidiar con una adicción actual a la pornografía o al pecado sexual es un tema para otro momento. [2] Esto puede ser evidente, pero a medida que tengas estas conversaciones, está atento a las de tus ovejas con temas más profundos relacionados con la sexualidad o problemas más profundos de salud mental y emocional en general. Especialmente en los temas de abuso o trauma sexual en el pasado, es probable que se requiera atención y consejería a largo plazo.