Hoy tengo el gozo de compartir contigo una fascinante (y confrontante) entrevista a mi hermano Steven Morales, sobre lo que significa estar centrados en el evangelio. Steven es editor asociado de Coalición por el Evangelio y sirve como uno de los pastores en Iglesia Reforma, en la Ciudad de Guatemala. A continuación la conversación. Muchas gracias por acompañarnos en esta breve entrevista, hermano. Primero que nada, ¿nos cuentas cómo llegaste a conocer el evangelio y la importancia de su centralidad en toda nuestra vida? Un placer conversar contigo. ¡Gracias por la invitación! El evangelio es algo que conocí temprano en la vida. Mis papás me lo compartieron. Mis maestros y maestras de escuela dominical me lo enseñaron. Realmente no conocía a muchas personas que no creían en Jesús. Crecí creyendo en el evangelio. Esto lo usó Dios para salvarme del dolor de muchos pecados que tal vez hubiera cometido no siendo parte de una familia cristiana. Sin embargo, el pecado era (y sigue siendo) algo muy real y presente en mi corazón, y a la medida que iba creciendo, se me hizo más y más difícil entender mi fe, cómo practicarla, y más que nada por qué practicarla. Tenía una vida religiosa, pero seguía viviendo en pecado. Mucho de esto se debía a que no tenía las razones correctas tras mi obras. Hacía, pero no era. Me esforzaba, pero por todas las razones incorrectas. Era agotador tratar de ganar el favor de Dios y estuve cerca de abandonarlo por completo. Pero por la gracia de Dios, Él usó a mi esposa para traerme de vuelta a la Biblia, a mi pastor para traerme de vuelta a la iglesia, y a la iglesia para traerme de vuelta al evangelio. A través de la Palabra, la predicación y el discipulado, Dios me despertó al evangelio. Aquí hablo más sobre lo que eso significa y por qué es importante. Agradezco a Dios por eso, Steven. Según lo que has aprendido hasta ahora, ¿cómo describes una vida centrada en el evangelio? ¿Cómo luce? Una vida centrada en el evangelio es la que regresa constantemente al evangelio para enfrentar cualquier circunstancia en su vida. Es una que ha sido transformada por la verdad de Cristo, y luego muestra fruto semejante al evangelio en su actuar, pensar y sentir. Para estar claros, el evangelio es la vida, muerte, resurrección y ascensión de Jesús. Cristo vino a este mundo obedeciendo la voluntad del Padre y vivió de manera completamente justa (Jn. 20:21), murió para pagar el precio de nuestros pecados siendo un sacrificio puro (He. 7:26), resucitó al tercer día triunfando sobre la muerte, y ahora está a la diestra del Padre intercediendo por nosotros (Ro. 8:34). Todo esto porque nosotros no pudimos hacerlo por nuestra propia cuenta por causa de nuestro pecado (Ro. 4:1-12). Estar centrado en el evangelio significa vivir activamente a la luz de esta realidad. El evangelio nos muestra que no hay nada que podemos hacer para ganar el favor de Dios (o la obra de Cristo sería innecesaria, Ro. 3:9), pero tampoco hay nada que podemos hacer para detener su misericordia (porque la obra de Cristo es suficiente, Ef. 2:4-5). Nuestras obras —sean buenas o malas— no forman nuestra identidad, sino que fluyen de nuestra identidad. Somos santos porque Él es santo (1 Co. 1:30). Viviendo en una cultura donde tanto se proclama un mensaje de salvación por obras, la centralidad del evangelio nos impulsa a ser cristianos, no solamente hacer cosas cristianas. La centralidad del evangelio entiende que cristiano no es un adjetivo que nos describe, sino un sustantivo que nos define. Nosotros luchamos constantemente contra el pecado y estamos en gran necesidad de Su gracia (Ro. 7:21). Nos recuerda que nuestra salvación no es ganada ni merecida, sino recibida, dada por Cristo con abundante gracia y misericordia (Ef. 2:4-5). Y esto se aplica a cada área de nuestras vidas, pero no creo tener suficiente espacio aquí para profundizar en eso. Sabemos que hay muchos de los lectores de esta entrevista que quieren vivir más para la gloria de Cristo, centrados en el evangelio. ¿Qué exhortación y recomendación les das? Yo les recomendaría que se hicieran cuatro simple preguntas. Estas preguntas me han ayudado a re-calibrar mi vida, regresar al evangelio y entender que mis obras no definen mi identidad, sino que mi identidad fluye de quién es Dios y lo que Él ha hecho. Las preguntas son:
- ¿Quién es Dios?
- ¿Qué ha hecho Dios?
- ¿Quién soy yo?
- ¿Qué debo hacer?
Estas preguntas se hacen en este orden porque cada una es determinada por la anterior. O sea, yo no puedo saber lo que debo hacer sin saber primero quién soy. Y no puedo saber quién soy, sin saber lo que Dios ha hecho por mi. Y no puedo saber lo que Dios ha hecho por mí, sin saber quien es Él. Otra manera de decirlo es que nuestras obras fluyen de nuestra identidad, nuestra identidad fluye de la obra de Dios, y la obra de Dios fluye de Su identidad. Para que a fin de cuentas, quién soy y todo lo que haga debe ser un reflejo directo de quién es Dios y lo que Él ha hecho por mí. Demasiados de nosotros estamos entrando a la fe solamente haciendo esa última pregunta. Hacemos, pero no tenemos la motivación o el entendimiento correcto de por qué hacerlo. Y terminamos angustiados, confundidos o perdidos en una religión de obras, no de gracia. Entonces, estas preguntas me ayudan a entender que las cosas que hago no las hago por obligación, ni para ganar el favor de Dios, sino que hay una razón Dios-céntrica detrás de ellas. Vale la pena mencionar que esta no es la única manera de entender la centralidad del evangelio, pero me ha ayudado bastante. Ahora vayamos al plano de la vida en comunidad: ¿Cómo se nota la centralidad del evangelio en una iglesia? Podríamos llegar a un entendimiento de la vida en comunidad si usamos las cuatro preguntas anteriores. Como mencioné anteriormente, toda mi adolescencia la pasé tratando de ganar el favor de Dios a través de las disciplinas espirituales. Leía mi Biblia, pero me costaba porque pensé que yo era el protagonista central, y si no sacaba algún principio de autoayuda en los primeros dos minutos, allí terminaba mi lectura bíblica del día. Iba a la iglesia, pero solo por obligación. Oraba pero siempre trataba de negociar con Dios: “Dame tal cosa y entregaré mi vida a servirte”. En otras palabras, no estaba tanto sirviendo a Dios, sino que estaba creando mi propia versión de Dios. Al enfocarme en mis obras y tratar de auto-justificarme delante de Él, terminé sirviendo a un dios inventado. No estaba centrado en el evangelio. Estaba centrado en mi mismo. Pero estas cuatro preguntas me trajeron de regreso al evangelio, particularmente en cuanto a cómo entendía la comunidad de la iglesia. Entendí que:
- ¿Quién es Dios? Me reúno con la iglesia porque sé que Dios es Trinidad, tres Personas perfectas que obran perfectamente para salvar a un pueblo de personas imperfectas y compartir en comunidad con ellas (2 Co. 1:21-22).
- ¿Qué ha hecho Dios? Y a la luz de eso, sé que Dios Padre mandó a Jesús el Hijo para cumplir nuestra salvación en la cruz (Jn 3:16), y que el Espíritu Santo aplica esa salvación a nosotros y nos hace nuevas criaturas (2 Co. 1:21-22).
- ¿Quién soy? Y sé que ahora soy hijo adoptado en la familia de Dios y comparto en comunidad con Él (Juan 17:11). ¡Tengo acceso a Dios y a otras personas que también tienen acceso a Él!
- ¿Qué debo hacer? Entonces, ahora sé que lo que debo hacer es estar en comunidad y relación con otros creyentes porque ahora somos parte de la misma familia y que estoy en Cristo. No solamente tengo una relación con Él, sino también con todos los que están en relación con Él (Ro. 12:4-5). Tengo una familia con quien cumplir todos los mandamientos de “los unos a los otros” en la Biblia y la Gran Comisión (He. 10:24-25; Mt. 28:19-20).
Dios es una perfecta comunidad que abrió su comunidad a través del evangelio para incluirnos a nosotros. Y me reúno con ellos todos los domingos (y entre la semana) para celebrar lo que nos ha unido como familia: Cristo. Esa es la centralidad del evangelio cambiando la manera en que entendemos “ir a la iglesia”. No vamos por obligación ni para parecernos santos, sino que vamos para estar juntos porque juntos somos la Iglesia. Y juntos celebramos la razón de nuestra unidad y crecemos en esa unidad. Si un pastor o líder quiere que su iglesia esté más centrada en el evangelio, ¿qué debería hacer? Al plantar o pastorear una iglesia, es fácil enredarte en la telaraña del pragmatismo, particularmente en cuanto a programas, estructuras y servicios. Escribes tu lista de tareas o quehaceres, reúnes a tu grupo de personas, y dices “¡Aquí están todas las cosas que tenemos que hacer! ¡Vayamos y hagamos!”. Esto rápidamente se puede volver agotador, y si no tenemos cuidado de tener las motivaciones correctas, nuestros programas, estructuras y servicios pueden terminar sirviendo a una causa que no sea el evangelio. Por eso he aprendido que lo primero que debo hacer si quiero centrarme en el evangelio (o cómo pastores, si queremos centrar nuestras iglesias en el evangelio) es preguntarme: “¿Realmente creo en el evangelio?”. Contemplar el evangelio, estudiarlo y dejar que se profundice en mi corazón me lleva a entender mejor cómo mi vida, mi matrimonio, y luego la iglesia, deben parecerse a la luz de él. Luego me hago preguntas relevantes: ¿Realmente creo que el evangelio es suficiente para la salvación? ¿Cómo cambia eso la manera en que estructuramos nuestros servicios, tocamos la música, evangelizamos o hacemos discípulos? ¿Realmente creo que soy un pecador completamente dependiente de la gracia de Dios? ¿Cómo cambia eso la manera en que enseñamos a los niños en la escuela dominical, pedimos la ofrenda o vivimos en comunidad? Si realmente deseas que tu iglesia esté centrada en el evangelio, no la tratarás como una lista de cosas que tienes que hacer para avanzar o crecer, sino que contemplarás el evangelio en la Palabra para encontrar en ella la respuesta a cómo se mira la vida de la iglesia. ¿Algunos libros y recursos que recomiendas sobre la vida e iglesia centrada en el evangelio? Iglesia Centrada por Tim Keller es un libro fenomenal para entender la centralidad del evangelio en la vida de la iglesia. Ha sido uno de los libros de texto que más consultamos como pastores en Iglesia Reforma. También hemos usado La vida centrada en el evangelio por Will Walker y Robert Thune con muchos de nuestros miembros para enseñarles cómo se aplica la centralidad del evangelio a lo más cotidiano de nuestra vida. Ha sido una herramienta muy valiosa para nosotros. La vida cruz-céntrica de C. J. Mahaney, Una vida centrada en el evangelio de Steve Timmis y Tim Chester, y ¿Qué es el evangelio? de Greg Gilbert también son buenos recursos no solamente para pastores, sino para cualquier creyente. En Coalición también hemos publicado varios artículos sobre este tema. Por último me gustaría mencionar que actualmente estoy trabajando en una nueva iniciativa para ayudar a personas a crecer en todos aspectos en Cristo (Ef. 4:15). Esta iniciativa servirá para ayudar a personas a centrar cada área de su vida en el evangelio, porque el evangelio es para toda la vida. Entonces, ¡estén atentos por lo que está por venir! ¡Gracias por acompañarnos, Steven!