Buenas noticias para aquellos que están siendo corregidos por Dios

En las manos correctivas de Dios hay esperanza, porque Él disciplina con amor, gobierna con soberanía y nos moldea a la imagen de Cristo.
Foto: Wavy_ revolution (Pexels)

Cuando David pecó contra el Señor, según relata 2 Samuel 24, Dios le presentó, por medio del profeta Gad, tres opciones de disciplina para que escogiera una de ellas. La primera opción eran tres años de hambre en la tierra; la segunda, tres meses huyendo de sus enemigos; y la tercera, tres días de peste enviada por el Señor. Ante tal situación, David respondió con una frase que resuena hasta hoy: “Es mejor caer en las manos de Dios”. Ahora bien, ¿por qué es mejor caer en las manos correctivas de Dios? El libro de Lamentaciones 3 nos ofrece la respuesta. De acuerdo con el escritor, en las manos correctivas de Dios hay esperanza.

Por eso, querido lector, si estás atravesando un tiempo de disciplina divina, quiero recordarte una buena noticia: en las manos correctivas de Dios siempre hay esperanza. Ese es el propósito de este artículo: mostrarte, a la luz de Lamentaciones 3, cuatro razones por las cuales el autor encontró esperanza en medio de la corrección divina, de manera que también tú la encuentres en medio del sufrimiento correctivo del Señor.

En las manos correctivas de Dios siempre hay esperanza. / Foto: Envato Elements

Pero antes de entrar en esas razones, necesitamos colocar el pasaje en su contexto. Primero, este libro fue escrito por un sobreviviente del exilio babilónico. Aunque algunos lo atribuyen al profeta Jeremías, la realidad es que desconocemos con certeza quién fue su autor. Lo que sí sabemos es que el escritor expresa, por medio de poemas en forma de acróstico (con excepción del capítulo 5), la terrible situación que Jerusalén enfrentaba a causa de su pecado.

Segundo, debemos reconocer que, aunque sufrimos por vivir en un mundo caído (con personas caídas, en trabajos caídos y en cuerpos caídos), el sufrimiento descrito en este pasaje es consecuencia directa del pecado del pueblo de Dios. Tanto en los capítulos anteriores como en los posteriores, el autor enfatiza el terrible pecado de Israel y las consecuencias inevitables que trajo consigo. Y, sin embargo, en medio del castigo del Señor encontramos un capítulo en el que el autor declara con firmeza: “A pesar de todo, tengo esperanza”. ¿Por qué? Veamos la primera razón.

De acuerdo con el escritor de Lamentaciones, en las manos correctivas de Dios hay esperanza. / Foto: Lightstock

Tenemos esperanza en las manos correctivas de Dios por causa de Su soberanía en la corrección (Lam 3:1-18)

El autor de Lamentaciones inicia su poema describiendo su aflicción con una serie de imágenes que comunican la intensidad de lo que está experimentando. Primero, muestra que no puede escapar del sufrimiento, comparándose con un prisionero de guerra que es llevado a donde no quiere ir, sin posibilidad de huir (v 1). Luego, revela que su sufrimiento no solo es interno, sino también externo (vv 4, 15, 17). Nos dice además que su dolor lo rodea por completo, como una ciudad sitiada por un ejército enemigo. Expresa también su impotencia para controlar la situación, como un prisionero encadenado incapaz de liberarse (v 7).

A esto añade que se siente como el blanco perfecto del sufrimiento, igual que una flecha que da en el centro de la diana. Su dolor es tan profundo que en el versículo 17 declara que su alma ha sido privada de paz al punto de olvidar lo que es la felicidad. Y en el versículo 18 expresa su desesperanza: “Se me acabaron las fuerzas, y mi esperanza que venía del Señor”. A primera vista, parece que esta sección refleja más desesperanza que esperanza. Sin embargo, si observamos con cuidado, descubrimos la razón por la cual hay esperanza. El autor reconoce que es Dios mismo quien orquesta todo lo que está experimentando. Por eso una y otra vez el autor apunta directamente a Dios como el autor de todo lo que están experimentando al utilizar frases como: “Me ha hecho andar”, “Su mano”, “Ha hecho que se consuman mi carne y mi piel”, “Ha quebrado”, “Me ha rodeado”, “Ha cerrado”, “Él me ha llenado de amargura”, entre otras.

Aun en su dolor, el autor de Lamentaciones halla esperanza al reconocer que Dios gobierna su sufrimiento. / Foto: Lightstock

El escritor reconoce a Dios como soberano de principio a fin. A la luz del contexto, es cierto que el pueblo eligió pecar, pero en este pasaje se afirma con claridad que Dios determina el qué, el cómo y el cuándo de las consecuencias. Y esto nos llena de esperanza, porque significa que el sufrimiento nunca está fuera de control: Dios está al mando, no las consecuencias. La corrección jamás se desbordará ni se pasará del límite, porque es gobernada soberanamente por Dios. ¡Y esa es nuestra esperanza! Querido lector, si Dios decide corregirte mediante la enfermedad, la escasez o cualquier otro medio, recuerda esto: ni la enfermedad, ni la escasez, ni la muerte, ni ninguna otra cosa tienen la última palabra. El único que tiene el control es Dios. Pero esta no es la única razón de nuestra esperanza. También podemos confiar en las manos correctivas de Dios por causa de Su carácter en medio de la corrección.

El libro de Lamentaciones nos enseña que Dios es soberano de principio a fin. / Foto: Lightstock

Tenemos esperanza en las manos correctivas de Dios por causa de Su carácter (Lam 3:19-39)

El pasaje central de este capítulo nos muestra claramente dónde descansa la esperanza del autor. Observa lo que dice en los versículos 21-23: “Pero algo más me viene a la memoria, lo cual me llena de esperanza: Por el gran amor del Señor no hemos sido consumidos, y Su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan Sus bondades; ¡muy grande es Su fidelidad!” (NVI). El escritor afirma que su esperanza no proviene de las circunstancias, sino del carácter de Dios. En otras palabras, encuentra descanso en saber en qué manos está siendo corregido. Según este pasaje, esas manos son:

  • Amorosas (v 22)

  • Compasivas (v 22)

  • Fieles (v 23)

  • Que salvan (v 26)

  • Que no corrigen por gusto (v 33)

  • Justas (v 36)

  • Soberanas (vv 37-38)
Al leer Lamentaciones, vemos que la esperanza del autor no nace de sus circunstancias, sino del carácter fiel y compasivo de Dios. / Foto: Envato Elements

Por esta razón, el autor, aun en medio del sufrimiento, declara que tiene esperanza: porque conoce quién es Dios. Recuerda que las misericordias del Señor jamás se acaban y que Su fidelidad es grande. Ahora bien, este pasaje también expone nuestra condición humana en medio de la corrección divina. Observa lo que dice en los versículos 20-22:

Recuerdo mi tristeza y soledad, mi amargura y sufrimiento; me pongo a pensar en ello y el ánimo se me viene abajo. Pero una cosa quiero tener presente y poner en ella mi esperanza: El amor del Señor no tiene fin… (DHH).

Nuestra tendencia natural es mirarnos a nosotros mismos. El resultado de esa mirada es desánimo, pues el dolor y la amargura solo producen desesperanza. Sin embargo, el Señor desea que pongamos los ojos en Él, porque el resultado de mirarlo a Él es esperanza. Querido lector, permíteme hacerte una pregunta: ¿dónde está tu mirada en medio de la corrección de Dios? No basta con mirarlo superficialmente; necesitamos recordar continuamente quién es Él. El autor admite que al recordar su dolor se deprime, pero cuando trae a la memoria el carácter de Dios, entonces su corazón se llena de esperanza.

En medio de la corrección nuestra mirada debe estar puesta en Dios, no en nosotros mismos. / Foto: Unsplash

No se trata de un positivismo tóxico que repite: “Todo estará bien”, ni de una postura fatalista que dice: “Comamos y bebamos, que mañana moriremos”. La verdadera esperanza surge de traer una y otra vez a la mente las verdades eternas acerca de Dios. Así que te pregunto: ¿qué traes a tu mente en medio de la corrección divina? Y para tratar de estimularnos para que recordemos continuamente quién es el Señor en medio de Su corrección, quiero mostrarte en el texto cómo se ve una persona que recuerda constantemente el carácter de Dios durante la disciplina del Señor:

  • v 24, reconoce que el Señor lo es todo para él y confía plenamente en Él. 

  • v 25, reconoce que el Señor es bueno. 

  • v 26, reconoce que es mejor esperar en silencio la ayuda del Señor. 

  • vv 27-32, reconoce que la corrección es buena. 

  • vv 33-39, reconoce que la corrección es justa. 

Incluso, el versículo 39 se puede traducir de esta manera: “Siendo el hombre un pecador, ¿de qué se queja en esta vida?”. La persona que recuerda continuamente quién es el Señor, reconoce que todo lo que Dios hace en su vida es justo. En conclusión, el escritor nos recuerda que hay esperanza en la corrección divina, no por lo que nosotros somos ni por lo que podemos hacer, sino porque conocemos quién es Dios y cómo obra.

La persona que recuerda continuamente quién es el Señor, reconoce que todo lo que Dios hace en su vida es justo. / Foto: Lightstock

Tenemos esperanza en las manos correctivas de Dios por causa de su propósito con la corrección (Lam 3:40-54)

C. S. Lewis, en su libro El problema del dolor, escribió lo siguiente: “El dolor insiste en ser atendido. Dios nos susurra en nuestros placeres, nos habla en nuestra conciencia, pero grita en nuestro dolor: es Su megáfono para despertar a un mundo sordo”. En otras palabras, cuando disfrutamos nuestra comida favorita decimos: “¡Gracias, Señor!”. Cuando admiramos la belleza de la playa reconocemos: “Esto es gracia de parte de Dios”. Pero cuando enfrentamos el dolor, nuestras palabras cambian: “Señor, aquí estoy… ¿Qué deseas de mí?”. Eso es precisamente lo que encontramos en esta sección de Lamentaciones. En los versículos 43 al 54, el autor prácticamente declara: “Ya estoy muerto” a causa de la corrección del Señor. Sin embargo, ese sufrimiento lo llevó a reflexionar y a proclamar lo siguiente: “¡Escudriñemos nuestros caminos! ¡Volvamos al Señor! ¡Nosotros fuimos desleales al Señor!”.

Como escribió C. S. Lewis, el dolor es el megáfono con el que Dios despierta a un mundo sordo. / Foto: Britannica

La corrección divina nunca, nunca, nunca es en vano. Dios tiene un propósito alto y sublime para todos aquellos a quienes corrige en amor: que se parezcan más a Cristo. Querido hermano, si la situación que enfrentas te está llevando a pensar más como Cristo, a hablar más como Cristo y a actuar más como Cristo, entonces no es una maldición, sino una bendición. Porque toda corrección divina tiene como meta tu semejanza al Señor. El autor de la carta a los Hebreos lo confirma: “Ciertamente, ningún castigo es agradable en el momento de recibirlo, sino que duele; pero si uno aprende la lección, el resultado es una vida de paz y rectitud” (Heb 12:11, DHH).

La corrección divina nunca es en vano. / Foto: Lightstock

Por tanto, dejemos que la corrección de Dios cumpla su propósito en nosotros. En medio del sufrimiento correctivo, hazte estas preguntas:

  • ¿Qué aspecto de mi vida desea Dios transformar?

  • ¿Qué virtud quiere que cultive?

  • ¿Existe algún pecado del cual deba arrepentirme y pedir perdón?

Saber que Dios nos corrige con un fin eterno nos llena de esperanza. Pero aún hay más: también tenemos esperanza en las manos correctivas de Dios por causa de Su Palabra en medio del sufrimiento.

Saber que Dios nos corrige con un fin eterno nos llena de esperanza. / Foto: Lightstock

Tenemos esperanza en las manos correctivas de Dios por causa de Su Palabra (Lam 3:55-66)

Antes de concluir su poema, el escritor nos muestra que, en medio del dolor por causa de la corrección, invocó al Señor y Él le respondió con estas palabras: “No temas” (v 57). Esa breve respuesta fue suficiente para traerle consuelo y esperanza. Nosotros, sin embargo, tenemos un privilegio aún mayor: 66 libros inspirados por Dios, donde Él nos ha revelado todo lo que quiso comunicarnos. El apóstol Pablo lo resume de esta manera: “Porque todo lo que se escribió en el pasado se escribió para enseñarnos, a fin de que, alentados por las Escrituras, perseveremos en mantener nuestra esperanza” (Ro 15:4). La Palabra de Dios es el consuelo seguro en medio del sufrimiento correctivo. En ella descubrimos cómo es Dios, entendemos el destino final de los justos y de los malos, conocemos las razones de Sus obras, y recibimos claridad sobre quiénes somos nosotros y quién es Él. Por eso, querido lector: ¿dónde encuentras consuelo y ánimo cuando eres corregido por el Señor? Si tu esperanza está en algo o alguien fuera de la Palabra, jamás tendrás un consuelo verdadero. Solo en la Escritura hay esperanza duradera.

La Palabra de Dios es el consuelo seguro en medio del sufrimiento correctivo. / Foto: Lightstock

Ahora podemos ver con claridad por qué el escritor de Lamentaciones tenía esperanza en medio de la corrección divina:

  • Por causa de la soberanía de Dios en la corrección.

  • Por causa de Su carácter fiel y misericordioso.

  • Por causa de Su propósito santificador en medio del dolor.

  • Y por causa de Su Palabra que nos consuela y sostiene.

Por estas razones el autor puede decir con profundo consuelo: “No hemos sido consumidos, porque grande es la fidelidad de Dios”. Si Dios hubiera consumido al pueblo, entonces no habría cumplido una maravillosa promesa: la promesa de un Salvador. Y ese Salvador es Jesucristo. El pueblo no fue consumido en Lamentaciones porque Dios tenía en mente juzgar a Su propio Hijo en nuestro lugar. En la cruz del Calvario, Dios trató a Su Hijo como tú y yo merecíamos ser tratados. Allí, en la cruz, el Padre mostró Sus grandes misericordias al tratar al Hijo como pecador, para que nosotros, los pecadores, seamos tratados como hijos.

Las buenas noticias del evangelio son que el Hijo de Dios fue castigado como pecador para que tú seas amado y corregido como hijo. Ahora, en Cristo, ya no hay juicio para los hijos de Dios, pero sí disciplina. Y la disciplina no es señal de rechazo, sino de amor. Así que, regocijémonos en la corrección divina porque jamás seremos consumidos por ella porque Cristo nos ha salvado de la condenación eterna. ¡Eso en verdad es esperanza!

Abraham Magallanes

Abraham Magallanes

Abraham Magallanes, siervo de Jesucristo.

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