Por qué necesitamos un Salvador crucificado y resucitado

En la cruz, Jesús venció a Satanás; en la tumba vacía, aseguró nuestra vida eterna.
Foto: VaE

Este mes celebramos la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Existen diferentes pasajes de las Escrituras relacionados con el propósito de la muerte y resurrección de Jesús.

El primero es Génesis 3, que es el relato de la caída de la humanidad en el pecado a través de la transgresión de Adán y el lugar donde la redención y la salvación se hicieron necesarias. Antes de Génesis 3, no necesitábamos un Salvador crucificado y resucitado porque no había pecado.

Sin embargo, cuando el pecado entró en el mundo, todo cambió y se necesitó una acción radical de Dios para rescatar a la humanidad de la destrucción y la muerte. La única solución al problema del pecado fue un Salvador crucificado y resucitado.

Un versículo clave es Génesis 3:15. Dios dijo a la serpiente: «Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y su simiente; Él te herirá en la cabeza, y tú lo herirás en el talón».

La crucifixión, no fue simplemente una obra de los hombres contra Jesús, sino una batalla épica entre Satanás y Jesús. / Foto: VaE

Aquí tenemos lo que los teólogos llaman la primera proclamación del evangelio. Inmediatamente después de que Adán pecara, Dios prometió que habría un conflicto entre la descendencia del diablo y la descendencia de la mujer, y que la descendencia de la mujer prevalecería.

Sabemos que la descendencia de la mujer se refiere en última instancia a Jesucristo. Una de las pruebas más seguras de este hecho es la batalla que Jesús libró contra Satanás a lo largo de Su ministerio terrenal, el que culminó con la cruz. La crucifixión, pues, no fue simplemente una obra de los hombres contra Jesús, sino una batalla épica entre Satanás y Jesús. Satanás, la serpiente antigua, trató de aplastar a Jesús, pero solo le magulló el talón. Jesús, sin embargo, en la cruz y a través de la resurrección, aplastó la cabeza de Satanás.

Veamos, pues, cuatro problemas causados por el pecado, los cuales se presentan en Génesis 3, y, al mismo tiempo, consideremos por qué Jesús tuvo que morir y resucitar para resolver estos problemas.

En Génesis capítulo 3, tenemos lo que los teólogos llaman la primera proclamación del evangelio. / Foto: Pexels

Primero, cuando el pecado entró en el mundo, la humanidad creyó las mentiras de Satanás

La estrategia de Satanás en el huerto fue distorsionar la Palabra de Dios y llamar mentiroso a Dios. Eva creyó esta mentira y fue engañada para desobedecer a Dios. Pablo escribió en Romanos 1:25 que la humanidad ha “cambiado la verdad de Dios por la mentira”. Cuando el pecado entró en el mundo, la humanidad cayó en el engaño, dejando de creer en la Palabra de Dios y creyendo en Satanás, el padre de la mentira.

Sin embargo, la buena noticia del evangelio es que Jesús vino a destruir las obras del diablo: ¡sus mentiras y engaños! El mundo es hostil a Dios porque la gente cree la mentira del diablo: que Dios quiere suprimir, dañar, oprimir y sofocar a la humanidad. En el Calvario y la tumba vacía, sin embargo, esta mentira queda completamente expuesta.

En 2 Pedro 1:4, Pedro dice: “Por ellas Él nos ha concedido Sus preciosas y maravillosas promesas, a fin de que ustedes lleguen a ser partícipes de la naturaleza divina”. Satanás dice: “Dios no quiere rivales, así que te oprime”. Sin embargo, la promesa del evangelio de Dios es que en la resurrección seremos hechos como Jesús en todas las formas posibles en las que una criatura puede ser como su Creador. Seremos moldeados perfectamente a la imagen de Cristo (Ro 8:29); y Dios en Cristo nos dará todas las cosas. Cuando el pecado entró en el mundo, toda la humanidad cayó en el engaño del diablo; pero Jesús murió y resucitó para vencer las mentiras de Satanás.

La promesa del evangelio de Dios es que en la resurrección seremos hechos como Jesús en todas las formas posibles en las que una criatura puede ser como su Creador. / Foto: Lightstock

Segundo, cuando el pecado entró en el mundo, la humanidad se alejó de Dios

Cuando Adán y Eva pecaron contra Dios, la vergüenza entró en su experiencia y la intimidad entre ellos se rompió. La primera respuesta de Adán a Dios fue esconderse por culpa y miedo. Adán también agrava su primera transgresión con el pecado de mentir sobre por qué no se presentó ante su Creador. Más tarde, Adán culpa a Dios, diciendo que Eva, a quien Dios había creado, era la fuente del problema. Así es como los pecadores siempre se relacionan con Dios, aparte de Cristo. Opción uno: esconderse. Opción dos: mentir. Opción tres: poner excusas para echar la culpa a otro.

Sin embargo, Dios no aceptó ninguna de las tácticas de Adán. En cambio, Dios promete redimir a Adán a través de la descendencia de Eva derrotando y condenando a la serpiente. Dios promete la reconciliación. ¿Cómo sabemos que Dios promete la reconciliación? Porque la descendencia de Eva y sus hijos van a ser enemigos de Satanás, no de Dios.

En 1 Pedro 3:18, Pedro escribe: “Porque también Cristo murió por los pecados una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, muerto en la carne pero vivificado en el espíritu”. Estábamos alejados de Dios y éramos hostiles hacia Él a causa del pecado; pero Dios dio a Su Hijo por nosotros, y Jesús resucitó de entre los muertos para poner fin a la hostilidad y llevarnos a Sí mismo.

En Genesis 3, Dios promete redimir a Adán a través de la descendencia de Eva derrotando y condenando a la serpiente. / Foto: Getty Images

Tercero, cuando el pecado entró en el mundo, la humanidad incurrió en culpa ante Dios por el pecado

Después de la transgresión de Adán, el pecado se convirtió en una barrera entre el hombre y Dios. El problema que los pecadores tienen con un Dios santo no es un problema psicológico, o algo interno en donde simplemente necesitamos animarnos a nosotros mismos para superarlo. Más bien, el problema es el pecado y la culpa en la que incurrimos a causa del pecado. Dios es tan santo que ni siquiera puede mirar el mal.

Para reconciliarnos con Dios, Jesús tuvo que lidiar con el problema del pecado. Él tomó nuestra culpa y nuestro pecado sobre Sí mismo y pagó la pena para que pudiéramos reconciliarnos con Dios.

En Gálatas 3:13, Pablo escribe: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho maldición por nosotros, porque escrito está: ‘Maldito todo el que cuelga de un madero’”. La maldición que merecíamos fue soportada por Jesús cuando fue colgado en la cruz y se enfrentó a nuestra culpa objetiva ante un Dios santo.

Para reconciliarnos con Dios, Jesús tuvo que lidiar con el problema del pecado. Él tomó nuestra culpa y nuestro pecado sobre Sí mismo y pagó la pena para que pudiéramos reconciliarnos con Dios. / Foto: Envato Elements

Finalmente, cuando el pecado entró en el mundo, la humanidad quedó sujeta a la muerte

Con la culpa incurrida por el pecado y con el distanciamiento de la vida de Dios, vino la muerte. Como dice Romanos 6:23: “La paga del pecado es muerte”. Cuando Adán pecó, toda la raza humana quedó sujeta a la muerte.

Pero la maldición no termina con la muerte; ¡Jesús murió y resucitó para dar vida eterna! Increíblemente, Adán de alguna manera sabía que este era el significado de la promesa de Dios en Génesis 3:15. Cuando Dios juró derrotar a Satanás a través de un hombre, Adán supo que significaba vida para su posteridad. Es por eso que después de que Dios pronuncia la sentencia de muerte sobre Adán y toda la humanidad, Adán nombra a su esposa Eva “porque ella era la madre de todos los vivos”. Incluso ante la muerte, Adán tenía la esperanza de que Dios prometiera vida.

Por eso necesitamos un Salvador crucificado y resucitado. El pecado creó problemas que la naturaleza humana no podía resolver. La respuesta de Adán no fue resolver el problema del pecado, sino esconderse de él. El único que puede resolver el problema del pecado es Dios, y lo ha hecho a través de Su Hijo. La muerte y resurrección de Cristo garantizan nuestra futura resurrección.

Este mes, al reflexionar sobre la muerte y resurrección de Jesús, debemos recordar lo que Él logró por nosotros. Considera lo irremediablemente condenados que estábamos sin Cristo. Regocíjate de que Él nos amó y se entregó por nosotros, para que pudiéramos tener vida y una relación real con el Señor, para que pudiéramos incluso conocer a Dios mismo. Esta realidad debería hacernos vivir aún más por Aquel que murió y resucitó por nosotros.


Publicado originalmente en Founders Ministries.

Robb Brunansky

El Dr. Robb Brunansky es Pastor y Maestro de Iglesia Bíblica Desert Hills, en Glendale, Arizona. Puedes seguirlo en X @RobbBrunansky

Artículos por categoría

Artículos relacionados

Artículos por autor

Artículos del mismo autor

Artículos recientes

Te recomendamos estos artículos

Siempre en contacto

Recursos en tu correo electrónico

¿Quieres recibir todo el contenido de Volvamos al evangelio en tu correo electrónico y enterarte de los proyectos en los que estamos trabajando?

.