Este artículo pertenece al libro De vuelta a Cristo: Celebrando los 500 años de la Reforma escrito por pastores hispano hablantes y publicado por Soldados de Jesucristo. Estaremos regalando los archivos digitales de este libro el 31 de octubre de 2018, en celebración del aniversario de la Reforma protestante. «La humildad es la virtud suprema de acuerdo con Calvino, no solamente en actitud sino en toda la vida» (Burk Parsons).[1] Ni el mismo Lutero se imaginó el impacto que su valentía al predicar la Palabra de Dios y el amor por esa Palabra —características que Dios le dio— tendrían en el resto de la historia. De hecho, el mismo reformador dijo que no pretendió causar una reforma, y que él no era responsable del avance del movimiento. Lutero dijo que todo lo que hizo fue leer, predicar y traducir la Biblia, orar, y ver cómo Dios era el que trabajaba en los corazones de los demás a través de su Palabra. Cuando Martín Lutero estaba escondido en un castillo para proteger su vida, se dio cuenta de que un grupo de reformadores extremistas estaban causando desastres en su intento por forzar las ideas reformadas con violencia. Él salió del castillo arriesgando su vida y habló cara a cara con los extremistas diciéndoles: No obligaré a nadie con fuerza porque la fe debe venir libremente y sin coerción. Tomadme como ejemplo. Me opuse a las indulgencias y a todos los papistas, pero nunca con fuerza. Simplemente enseñé, prediqué y escribí la Palabra de Dios; de lo contrario no hice nada. Y mientras dormía o bebía cerveza en Wittenberg con mis amigos Philip y Amsdorf, la Palabra debilitó tanto el papado como ningún príncipe ni emperador lo habían hecho. No hice nada; la Palabra hizo todo.[2] La vida de aquellos que han sido alcanzados por la gracia de Dios y usados por el poder de Dios debería estar caracterizada por la humildad, la gracia y la paciencia. Sin embargo, hoy en día muchos en el mundo reformado actúan sin gracia, sin paciencia y sin humildad hacia los demás. Esto contradice los mismos principios de gracia del evangelio de Cristo. No podemos separar la gracia de la verdad, ni la verdad de la gracia. Pero es triste ver cómo algunos que dicen ser reformados creen que son mejores que otros y tienen una actitud secreta pensando que «han llegado». Esto va en contra de lo que enseñan las Escrituras y no representa el espíritu de la Reforma ni de los reformadores. La verdadera teología te lleva a ser más como Cristo, y la humildad de Cristo comienza a verse más y más en la vida del cristiano reflejada a través del fruto del Espíritu. Si tu teología te hace más orgulloso y te hace sentir mejor que los demás, no has entendido una gota de la teología reformada. «La arrogancia personal y una verdadera apreciación por la teología de la Reforma no pueden coexistir».[3] Todo en las doctrinas de la Reforma nos lleva a la humildad y elimina todo orgullo. Piensa en esto: somos escogidos por Dios de acuerdo a su buena voluntad; nunca hubiéramos decidido ir a Dios por nosotros mismos, es él quien trabaja por su gracia en nosotros, él nos atrae y nos revela la realidad de nuestro corazón depravado, orgulloso e independiente que no desea la buena autoridad y señorío de Dios. Él no solo cambia nuestro comportamiento, también cambia lo que nuestro corazón desea dándonos nueva vida regenerándonos milagrosamente por su poder, gracia y misericordia para la gloria de su nombre. Es él quien quita nuestra incredulidad y nos llama de la muerte espiritual a la vida por su divino amor y poder. No somos salvos por nuestra obediencia, sino por la obediencia perfecta de Cristo en nuestro lugar. Si Cristo hubiera esperado que nosotros mostráramos honesta obediencia hacia él para descender, todavía estuviera esperando. Las Escrituras enseñan que «sin santidad nadie verá al Señor» (He. 12:14) y es la perfecta santidad de Cristo imputada a nosotros por gracia la que nos libra de caer muertos ante un Dios Santo. Mark Webb acertadamente comenta que «Dios diseñó intencionalmente la salvación de manera que ningún hombre se gloríe. Él no meramente la organizó para desalentar la jactancia o mantenerla en un nivel mínimo. Él planeó la salvación para que la jactancia quedara absolutamente excluida».[4] Ante todas estas verdades nos preguntamos, ¿qué lugar tiene el orgullo, la vanagloria y la falta de paciencia al tratar con otros (especialmente dentro de nuestras iglesias locales)? Si es la Palabra de Dios la que nos ha sido dada para que comprendamos que la salvación es solamente por fe en Cristo, por la gracia de Dios y para su gloria, toda la gratitud es para nuestro gran Salvador; y el orgullo, la vanagloria y la falta de paciencia en el trato con otros quedan excluidas. El evangelio de la gracia de Dios produce gracia en el pueblo de Dios. [1] Burk Parsons, “The Humility of Calvin’s Calvinism” [«La humildad del calvinismo de Calvino»] en John Calvin: A Heart for Devotion, Doctrine, Doxology John Calvin: A Heart for Devotion, Doctrine, and Doxology [Juan Calvino: un corazón apasionado por la devoción, la doctrina y la doxología] ed., Burk Parsons, (Orlando, FL: Reformation Trust Publishing, 2008), pos. 338 de 2889. [2] Citado por Michael Reeves en The Unquenchable Flame: Discovering the Heart of the Reformation [La llama inextinguible: descubriendo el corazón de la Reforma] (Nashville, TN: B&H Publishing Group, 2009), 81. [3] C. J. Mahaney, “Cultivate Humility” [«Cultiva la humildad»], en Dear Timothy: Letters on Pastoral Ministry [Querido Timoteo: cartas sobre el ministerio pastoral], ed. Thomas K. Ascol (Cape Coral, FL: Founders Press, 2016), 125. [4] Mark Webb, “What Difference Does It Make?” [«¿Qué diferencia hace?»] Reformation & Revival Journal 3, no. 1 (Invierno 1994); citado por C. J. Mahaney, op. cit.