“Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, PARA DAR TESTIMONIO DEL EVANGELIO DE LA GRACIA DE DIOS.” Hechos 20:24
¡Esa expresión al final del apóstol Pablo es un reto para nosotros! Observen lo que Charles Spurgeon dijo sobre estas palabras de Pablo:
“Así era la vida para Pablo: todas las energías de su espíritu estaban consagradas a la obtención de un objetivo, es decir, poder llevar a todas partes el testimonio del Evangelio de la gracia de Dios; y la vida que vivía aquí abajo solamente era valorada por él como un medio para alcanzar ese fin. Pablo también consideraba el Evangelio, y su ministerio de dar testimonio de él, como un depósito sagrado que le había encargado el propio Señor. Pablo se veía a sí mismo como “encomendado con el evangelio;” y tenía la determinación de ser fiel aunque esto le costara la vida. Él dice que “acabe mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús.” A través del ojo de su mente veía al Salvador tomando en sus manos traspasadas, el invaluable estuche que contiene la joya celestial de la gracia de Dios, y diciéndole: “Te he redimido con mi sangre, y te he llamado por tu nombre, y ahora entrego en tus manos esta joya, para que la cuides, y la guardes con la sangre de tu corazón si es preciso. Te doy el encargo que vayas por todas partes, en lugar mío y en mi Nombre, y que des a conocer a todas las naciones bajo el cielo el Evangelio de la gracia de Dios.” Todos los creyentes ocupan un lugar más o menos parecido. Ninguno de nosotros tiene el llamado de apóstol, y es posible que no todos hayamos recibido el llamamiento para predicar públicamente la palabra de Dios; pero a todos se nos pide que seamos valientes a favor de la verdad en esta tierra, y “que contendamos eficazmente por la fe que fue entregada una vez a los santos.” Como creyentes somos llamados a una forma de servicio; y así debemos estar motivados para hacer de nuestra vida una carrera, y considerarnos guardianes del Evangelio, igual que la persona que lleva la insignia de un regimiento se considera a sí misma comprometida a sacrificar cualquier cosa por conservarla.”
El corazón de Dios siempre ha sido que Su Evangelio sea proclamado en todo lugar y a personas de toda lengua, raza y nación. La misión cristiana es algo más que simplemente un departamento de la iglesia y algo más que simplemente el trabajo de pastores o profesionales capacitados. El pastor John Stott dijo: «El Dios bíblico es por naturaleza un Dios que envía, un Dios misionero. El Padre envía al Hijo; el Hijo envía al Espíritu y a sus discípulos al mundo.» El pastor Tim Keller añadió a esas palabras: «Toda la iglesia está en misión y todo cristiano debe ser parte de esa misión.» David Platt dijo: “Gente común y corriente con extraordinario poder, predicando, orando, ofrendando y sufriendo por la propagación del Evangelio. Esta es la imagen de la iglesia primitiva que vemos en las páginas del Nuevo Testamento.” En esta era tecnológica, son muchos los que han intercambiado el vivir en misión por vivir en conexión y a muchos esa conexión cibernética nos ha hecho fríos e indiferentes a las necesidades de los que nos rodean. Es cierto que quizás algunos de nosotros nunca iremos a China o a África a predicar el Evangelio pero si podemos cruzar la calle y compartirlo con nuestros vecinos, amigos y familiares. Cada cristiano debe vivir en misión. Algunos dirán: “¿cómo lo hacemos?”, “yo estoy muy ocupado”, “no tengo tiempo para compartir el Evangelio”, “para servir a otros”… He aprendido que muchas de estas excusas NO son reales, es simplemente el producto de la procrastinación. Estamos en la era de la procrastinación cristiana. Cientos y miles alrededor nuestro muriendo sin escuchar el Evangelio, nosotros lo sabemos pero hemos intencionalmente postergado nuestra responsabilidad de vivir en misión e ir a compartirle el Evangelio porque hemos conseguido otras cosas “más importantes que hacer”. Ciertamente los que pensamos así, hemos olvidado que le daremos cuenta al Señor por lo que hicimos pero también por lo que no hicimos. ¡Es por eso que hoy te invito a que cumplas con Su Misión y utilices tu vida para dar testimonio del EVANGELIO DE LA GRACIA DE DIOS a TODOS los que te rodean! ¡Gracia y Paz de nuestro Señor Jesucristo!