Una oración no contestada pondrá a prueba nuestra fe. Semanas, meses e incluso años de espera en alguna solicitud particular puede tentarnos al punto del desespero. Jesús, nuestro compasivo Señor, conoció esto y contó una parábola para motivarnos y no desfallecer (Lucas 18:1-8). Todos nosotros necesitamos este tipo de motivaciones. Sin embargo, Dios también da otras gracias para ayudarnos en nuestra vida de oración: nos enseña aquello que la dificulta. Con todo el bien que una oración no contestada puede traer, la Escritura tiene también otra categoría para las oraciones no contestadas: la que es causada por nosotros mismos. A veces nosotros somos los arquitectos que construyen el techo al que llegan nuestras oraciones.

¿Cómo sabotear tu vida de oración?

Más pronto de lo que pudiéramos considerar, los cristianos saboteamos nuestras propias oraciones. Periódicamente, Dios en su palabra lleva nuestros cansados ojos a mirar al cielo preguntando por qué las puertas no se han abierto, a mirar nuestras propias vidas, nuestros propios corazones y nuestras propias oraciones. A veces el motivo se encuentra más cerca de nosotros que de Dios. A continuación una breve lista de los principales obstáculos que impiden que nuestras oraciones sean saboteadas de modo que no sean escuchadas por Dios:

1. Vivir en el pecado no arrepentido

La forma más rápida de sabotear tus oraciones es vivir en el pecado no arrepentido. Dios le ha informado esto a su pueblo en varias ocasiones y de muchas maneras, confrontando nuestra presunción de que el debe escucharnos sin importar como vivamos. Consideremos estos ejemplos: Si observo iniquidad en mi corazón, el Señor no me escuchará. (Salmo 66:18) He aquí, no se ha acortado la mano del Señor para salvar; ni se ha endurecido su oído para oír.  Pero vuestras iniquidades han hecho separación entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados le han hecho esconder su rostro[a] de vosotros para no escucharos. (Isaías 59:1-2) El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua del mal y sus labios no hablen engaño.  Apártese del mal y haga el bien; busque la paz y sígala. Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra los que hacen el mal. (1 Pedro 3:10-12; Salmo 34:12-16) Una vida ebria e indisciplinada hace que las oraciones sean agresivas que Dios no responde. Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed pues prudentes y de  espíritu  sobrio  para la oración[b]. (1 Pedro 4:7)

2. Ignorar las palabras de Dios

Presta atención: “Al que aparta su oído para no oír la ley, su oración también es abominación”. (Proverbios 28:9). Las Biblias empolvadas despiertan las alergias de Dios a nuestras oraciones. Para entender por qué, reflexiona sobre el privilegio de la oración. Como un niño aterrorizado en una noche de tormenta, en su gracia, Dios deja la puerta abierta para que su pueblo vaya a Él por ayuda, consuelo y gozo. El problema de Dios con nosotros nunca es que vayamos mucho a Él, sino que vayamos poco. Esté siempre lejos de nosotros hacer de la oración algo que Dios tenga siempre que escuchar mientras nosotros nos debatimos en si escuchar de Él o no cuando en realidad si hay algo deberíamos escuchar es la voz de Dios antes de que él escuche la nuestra. Cuando saturamos nuestra alma de su palabra y le pedimos según su voluntad, nuestra confianza aumentará al saber «que si pedimos cualquier cosa conforme a su voluntad, Él nos oye». Y si sabemos que Él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hemos hecho» (1 Juan 5: 14-15).

3. Orar para tu propia alabanza

Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas; porque a ellos les gusta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres[a]. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.” (Mt 6:5) Cuando oras para otras personas y no para Dios, estás orando para tu propia gloria, para que tu nombre sea alabado entre el resto de oyentes, para que tu reino venga a la tierra así como en tu mente. Orar para la gloria de tu reputación: ser admirado, respetado y visto despoja a la oración de su poder.

4. Albergar dudas sobre la bondad de Dios

Las oraciones que salen de nuestros labios mientras que nuestros corazones sólo murmuran nunca serán escuchadas. Cuando nuestros corazones giran los ojos mientras pedimos a medias lo que no esperamos recibir, deshonramos a Dios y anclamos nuestras oraciones en la tierra. Pero si alguno de vosotros se ve falto de sabiduría, que la pida a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.   Pero que pida con fe, sin dudar; porque el que duda es semejante a la ola del mar, impulsada por el viento y echada de una parte a otra.   No piense, pues, ese hombre, que recibirá cosa alguna del Señor, (Stg 1:5-7) Las oraciones de fe que se acercan a Dios no solamente saben que el existe sino también que él es bueno, que es remunerador de los que le buscan. (Heb 11:6).

5. Orar como una alma adultera

A veces Dios no nos responde porque pedimos lo que no deberíamos: Pedís y no recibís, porque pedís con malos propósitos, para gastarlo en vuestros placeres.  ¡Oh almas a adúlteras (Stg 4:3-4) Tim Keller dice: “Si estamos viviendo sin que Dios tenga nuestra más alta lealtad, entonces, vamos a usar la oración de una forma instrumental, egoísta, simplemente intentando obtener las cosas que podrían ya estar arruinando nuestras vidas” (Prayer, 138). Si él nos ama, entonces no va a favorecer romances adúlteros. ¿Qué asunto tiene una adultera en pedirle a su esposo un regalo que luego le daría a otro amante? Toda oración concierne la gloria del Padre en Cristo: “Y todo lo que pidáis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.   Si me pedís algo en mi nombre, yo  lo  haré.” (Jn 14:13-14). La oración gira alrededor del novio, no alrededor de nuestra lujuria y deseos caídos.

6. Menospreciar a la hija de Dios

Y  vosotros, maridos, igualmente, convivid de manera comprensiva con vuestras mujeres, como con un vaso más frágil, puesto que es mujer, dándole honor como a coheredera de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas.” (1 Ped 3:7). ¿Por qué un hombre, y mucho menos Dios, escucharía a otro hombre que intimidaría a su propia hija? Si hay algo que esperar, sería una retribución y no una bendición. El que un hombre use su fuerza contra una hija del Rey, que la considere menos que una coheredera, y la trate con dureza, perjudica sus oraciones al igual que a su esposa. Si maltratamos a los que Dios ha dado a nuestra protección, especialmente a una esposa, obstaculizamos nuestras oraciones.

7. Venir a Dios Casualmente

No te des prisa en hablar, ni se apresure tu corazón a proferir palabra delante de Dios. Porque Dios está en el cielo y tú en la tierra; por tanto sean pocas tus palabras. (Eclesiastés 5:2) Oramos a nuestro Padre, quien también está en el cielo y tiene un reino, del cual el es el Rey, nuestro Rey. Orar sin pensar durante la oración, pronunciar varias palabras de forma casual como si fuera una conversación por mensajes de texto con un amigo cercano minimiza la majestad de Aquel a quien nos dirigimos. Si alguien tuviera el derecho a entrar casualmente a la oración, sería el eterno Hijo de Dios. El usó el término cariñoso Abba, pero nunca dejó de ser reverente. “Cristo, en los días de su carne, habiendo ofrecido oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que podía librarle de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente;” (Heb 5:7)

El aliento de Dios regresando

Si la oración es, como lo dijo tan elegantemente George Herbert, “El aliento de Dios en el hombre que regresa a su nacimiento”, es bueno asegurarnos que ese aliento no esté contaminado con el olor del desamor o la mundanalidad. Vamos a él en oración, contritos y humillados por nuestro pecado pero no mientras nos contentemos con corazones descuidados y vidas imprudentes. Como John Piper lo retrata de forma vívida:

Jesús no besa a una esposa ebria. Puede llevarla de la calle hasta su cama. Puede ser totalmente paciente con ella, poner delante de ella café caliente y un nuevo comienzo, pero jamás la besará.

¿Qué quiero decir con esto? Quiero decir que cuando la novia de Cristo, su iglesia, está ebria con el mundo, ella iría a Cristo por un corto beso de oración, pero su aliento se mantiene tan saturado de mundanalidad que él apartaría su cara. Entonces, oremos, y sigamos orando, sin perder la esperanza ni el cuidado sobre nuestras vidas. Las oraciones se elevan de nuestros labios cuando vivimos en arrepentimiento, devorando la Palabra de Dios, buscando su gloria, amando a aquellos de quienes somos responsables y más. Vamos a nuestro Padre celestial consistentemente, expectantes, de forma reverente y perseverando hacia el lugar en el que la oración se convierte en el pasatiempo más precioso.

Greg Morse

Greg Morse es escritor del personal de desiringGod.org y se graduó de Bethlehem College & Seminary. Él y su esposa, Abigail, viven en St. Paul.

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