Nota editorial: Esta artículo pertenece a una serie de 21 artículos relacionados con los mitos acerca de los temas más relevantes de la teología y la vida cristiana. Puedes leerla en este enlace. Esta serie fue publicada originalmente en inglés por Crossway. A continuación 5 mitos sobre la predicación:.
Cinco falsas dicotomías
¿Cuál es tu tipo de predicación: expositiva o relevante? Ese es un ejemplo de una dicotomía falsa —una falacia lógica—. Las dicotomías falsas operan bajo la creencia de que no existe una alternativa, que no hay incluso una forma de combinar las cualidades implícitas en las supuestas ideas contrarias. Uno de los métodos que usa Satanás para desorientar a los predicadores es la falsa dicotomía. Al contraponer dos ideas válidas cuando en realidad son inseparables, el diablo puede usar el atractivo de una verdad para atacar la otra. Si mordemos la carnada, entonces el anzuelo y la cuerda del diablo nos apartan de la predicación fiel y perdemos las dos caras de la verdad. He aquí cinco mitos —falsas dicotomías— que pueden ser una trampa para los predicadores.
Mito #1: Los predicadores deben ser oradores exegéticos o motivadores eclesiásticos
El orador exegético es la versión pastoral de un comentario bíblico. El predicador está determinado a evitar el subjetivismo; su sermón será únicamente la pura Palabra de Dios. Por consiguiente, rara vez habla con su corazón a los corazones de sus oyentes, y ellos se van con sus cabezas llenas y sus almas marchitas. Ofendido por la esterilidad de dicho enfoque, el motivador eclesiástico no busca informar, sino transformar al convencer a la gente de que debe adoptar ciertos rumbos o programas. No obstante, aunque pueda entretejer sus mensajes con citas bíblicas, él se parece más a un orador motivacional o incluso a un animador que a un mensajero de Dios. El predicador fiel toma lo mejor de ambas caras de esta dicotomía, pues se esfuerza—con la bendición del Espíritu—para que su exposición de las Santas Escrituras arda como fuego que encienda los afectos santos de la iglesia y la mueva a la acción.
Mito #2: Los predicadores deben ser directores espirituales o instructores doctrinales
El director espiritual —una figura paternal— brinda consejos específicos a sus hijos en el Señor. Su boca está llena de consejos sabios e instrucciones prácticas, pero no se preocupa mucho por exponer las doctrinas elevadas de la fe, tales como la Trinidad, la santidad de Dios, o la obra expiatoria de Cristo. El maestro doctrinal —que se percata de lo superficiales que pueden ser los cristianos si no saben en qué creen— explica minuciosamente el sistema de la fe cristiana revelado en las Sagradas Escrituras. No obstante, habla muy poco sobre la aplicación, y deja que el Espíritu Santo se encargue de aplicar los principios generales de la Palabra de Dios a la vida de cada individuo. En realidad, debemos evitar los dos extremos, pues “toda la Escritura. . . es útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Tim. 3:16). El predicador fiel debe tener sus ojos en Cristo tal como está revelado en las doctrinas de la Biblia, y sus pies en la tierra para aplicar esa doctrina a las necesidades y a las vidas de sus oyentes.
Deja que la Palabra de Dios transforme tus sermones en una predicación que sea fiel a las Escrituras y relevante para tus oyentes.
Mito #3: Los predicadores deben exponer versículo por versículo o predicar textualmente
Se forma otra falsa dicotomía cuando insistimos en que la única manera de explicar las Escrituras es predicando a través de un libro de la Biblia un versículo a la vez. Tristemente, el expositor que predica versículo por versículo puede estar tan encadenado a su método que no sale de allí para satisfacer una necesidad apremiante de la vida de la congregación. El predicador textual está libre de tales limitaciones, puesto que puede elegir cualquier texto que él considere mejor —siempre y cuando su sermón sea una exposición de las Escrituras —. Sin embargo, es posible que se sienta tan libre que no predique todo el consejo de Dios de una manera equilibrada y bíblica, sino que insista en sus textos y temas favoritos. Muchos fieles predicadores del pasado han utilizado eficazmente ambos enfoques en los sermones. Es sabio predicar a través de los libros de la Biblia y también de manera textual a medida que surgen necesidades específicas de enseñanza, instrucción ética y consuelo.
Mito #4: Los predicadores deben ser narradores u oradores de púlpito
El narrador entiende que una parte considerable de la Biblia es narrativa y que la gente se conecta con las historias de una forma que es muy conmovedora. Su apoyo en la narrativa bíblica y las ilustraciones extrabíblicas dirigen su predicación lejos de las afirmaciones claras de la verdad doctrinal. El orador de púlpito construye sus sermones con una introducción, de 2 a 4 proposiciones o puntos lógicamente argumentados y una conclusión. Él se desenvuelve mejor predicando sobre Romanos, pero no se siente muy seguro a la hora de tener que hablar de David y Goliat. El hecho es que la Biblia se nos presenta con una variedad de géneros y estilos literarios, lo cual encomia la flexibilidad en nuestros métodos de predicación. El narrador necesita recordar que el contenido sustancial, la claridad lógica y la aplicación práctica son de importancia vital para la narración eficaz; y el orador de púlpito deberá usar de su creatividad e imaginación en su presentación de las verdades doctrinales si su deseo es hacer más por sus oyentes que solamente llenar sus mentes de información. A la hora de predicar de forma narrativa, a menudo es mejor volver a relatar la historia de una manera que sea atractiva a tus oyentes y que les ayude a ver sus aplicaciones doctrinales y prácticas. Las ilustraciones más cortas son útiles aun en los sermones con un bosquejo más exegético y teológico. Sin embargo, toda predicación debe tener como objetivo comunicar la doctrina vital e imprimir aplicaciones domésticas específicas.
Mito #5: Los predicadores deben ser convencedores penetrantes o captadores positivos
El convencedor penetrante pone el énfasis en la conciencia, la culpa y la maldad del pecado, junto con el terror del juicio divino. Él entiende que los pecadores deben ver su gran necesidad antes de aceptar al Salvador. Sin embargo, es posible que insista tanto en la convicción de pecado que su congregación vive en esclavitud y temor —aun después de la conversión. El captador positivo cree que glorificará a Dios que Su pueblo se regocije en el Señor en todo tiempo. Él desea que sus sermones siempre estén llenos de esperanza, hasta el punto de extenderla a los que están sin Cristo y no tienen dicha esperanza. Pasa el tiempo intentando persuadir a tales personas a creer que son cristianos cuando no lo son. Sus mensajes súper optimistas pueden atraer a una multitud, pero no hará discípulos de Jesucristo. Con todo, las dos caras de la dicotomía tienen algo de verdad, pues la predicación fiel moverá a la gente a afligirse por su pecado, los llevará a una liberación gozosa por medio de la fe en Cristo y los guiará a mostrar gratitud a Dios al obedecer Sus mandamientos.
¿Cómo es tu predicación?
A medida que examinas estas cinco dicotomías, ¿cuáles extremos te resultan más atractivos y cuáles más repulsivos? Ten cuidado de dejar que el enemigo te lleve de un extremo al otro. No creas que estas dicotomías son absolutas. En cambio, deja que la Palabra de Dios transforme tus sermones en una predicación que sea fiel a la Escritura y relevante para tus oyentes; rica en doctrina y llena de aplicaciones prácticas; tomada de cada parte de la Escritura y fiel a la totalidad de ella; tan variada en método y estilo como lo son las Escrituras, pero siempre presentadas con “lógica en llamas” —es decir, la comunicación clara y apasionada de la verdad de Dios —. De otro modo, entonces has caído en uno de los mitos de las falsas dicotomías, y tu predicación carecerá, de una manera u otra, de algunos elementos o nutrientes vitales que son esenciales para la salud de tu rebaño.