La cosmovisión de los incrédulos ha permeado la iglesia y sus relaciones de diferentes formas a lo largo del tiempo. En cuanto al matrimonio, muchos cristianos conviven juntos antes de casarse o están dispuestos a divorciarse si su unión no parece funcionar. Los hijos deshonran a los padres, teniendo cada vez menos reverencia hacia ellos, y los padres exasperan o malcrían a sus hijos.
La amistad no es la excepción: tristemente, los patrones del mundo dominan muchas amistades cristianas. Pero la Palabra de Dios nos muestra una forma muy distinta de hacer amigos. Incluso, si no vemos tantos pasajes con mandatos explícitos sobre la amistad como los hay sobre el matrimonio o la paternidad, sí encontramos principios que nos deberían hacer distintos. Por eso, quiero desmentir 5 mitos sobre la amistad.
Mito #1: La amistad solo sucede
Solía pensar que la amistad no implicaba esfuerzo ni habilidad. “A veces, una amistad funciona; a veces, no. Algunas personas tienen buenas amistades; algunos, no”. Así es como son las cosas, ¿verdad?
Pero he aprendido que la amistad —la verdadera amistad— implica intencionalidad e, incluso, habilidad. Cultivar amistades es como cultivar la tierra: se requiere de sabiduría en las relaciones y se necesita trabajar mucho. Sin un esfuerzo sabio, nuestras relaciones se parecerán a un jardín descuidado: destruido, desordenado y cubierto de malezas relacionales.
Las amistades no solamente “suceden”, y esa es una buena noticia, porque significa que es posible tener amistades más profundas. Cada uno de nosotros puede esforzarse más y volverse más hábil para ello. Esto comienza con la decisión inicial de que ya no tendremos una actitud pasiva al cultivar una amistad.
Mito #2: Estamos demasiado ocupados como para tener amistades
Muchos de nosotros estamos ocupados. Entre los estudios, el trabajo y las prioridades personales y familiares, a menudo nos sentimos demasiado saturados como para tener amistades profundas. Algunos de nosotros nos preguntamos cómo podemos encontrar tiempo para las amistades cuando luchamos por apartar un buen tiempo para dormir.
Pero la realidad es que le damos el tiempo a aquello que valoramos. Si colocamos a los amigos en nuestras prioridades, vamos a ver que tendremos espacio para ellos en nuestras agendas. Probablemente, poner a los amigos en nuestras vidas no implicará crear nuevas franjas horarias, sino que podemos incluirlos en el ritmo ordinario de la vida.
Valoramos la comida lo suficiente como para encontrar un tiempo para comer. Entonces, ¿por qué no compartir alguna comida con uno o dos amigos cada semana? Comúnmente vemos el partido, entrenamos en el gimnasio o vamos al parque. ¿Por qué no invitar a alguien más a que nos acompañe?
Mito #3: La amistad es un lujo social
Por supuesto, la amistad es algo bueno, pero no la necesitamos, ¿verdad? La amistad es algo así como un lujo social, no una necesidad, ¿cierto? Charles Spurgeon no estaría de acuerdo:
La amistad parece ser un elemento tan necesario para una existencia reconfortante en este mundo como lo es el fuego o el agua, o incluso el aire mismo. Un hombre puede arrastrar una existencia miserable con una orgullosa dignidad solitaria, pero su vida limitada no es más que una simple existencia. [1]
Tiene razón. Necesitamos las amistades del mismo modo que necesitamos el aire. Esto es así porque fuimos hechos conforme a la imagen del Dios trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo, que existe eternamente en una comunión de amor. Necesitamos entablar relaciones profundas porque fuimos hechos para ellas, y nos damos cuenta de cuánto las necesitamos al ver lo que nos sucede cuando ya no las tenemos.
Muchos estudios han demostrado que la vida sin amigos, no solo es deprimente, sino también, peligrosa. Comenzamos a desestabilizarnos emocional, psicológica e incluso, físicamente. Según Proverbios, la falta de amigos es el camino a la necedad:
El que vive aislado busca su propio deseo,
Contra todo consejo se encoleriza (Pro 18:1).
Usar cuero es un lujo, pero la amistad no. Es como el aceite para el motor: sin ella, no es posible estar firmes.
Mito #4: La amistad no conlleva responsabilidades
A veces pensamos que la belleza de la amistad es que podemos entrar o salir libremente de una relación de este tipo. Es diferente de la relación que tenemos con nuestros padres, hermanos o cónyuge, ¿verdad? ¿No es bello que los amigos puedan escogerse gratuitamente y podamos continuar con ella sólo si así lo deseamos?
Es cierto que podemos iniciar una amistad libremente, y también es cierto que terminar una amistad no es igual a romper un pacto matrimonial. Sin embargo, no es cierto que no exista un compromiso real en las amistades. Podemos ver que esto es verdad cuando contrastamos dos clases de amistad: la amistad de consumo y la amistad de pacto. Aunque no necesitamos hacer un pacto mutuo, los amigos verdaderos comparten un compromiso parecido al de un pacto.
Los amigos de consumo te tratan como a un nuevo dispositivo digital: al principio le resultas atractivo, útil y placentero; pero cuando aparece algo mejor, te cambian por una nueva versión. En contraste, la amistad de pacto es un vínculo que se sostiene. Los amigos de pacto no se usan mutuamente, sino que se disfrutan el uno al otro profundamente. Los amigos de pacto se apegan el uno al otro incluso en tiempos de sufrir y compartir cargas que son demasiado pesadas para que las llevemos por nosotros mismos.
Mito #5: No debemos llamar a Jesús nuestro amigo
Es probable que hayas escuchado que Jesús no es nuestro amigo, ya que Él es nuestro Rey. Pero esta es una dicotomía falsa. Jesús es el Rey del universo, pero también el amigo más verdadero que existe.
La noche en que fue arrestado, Jesús les enseñó a Sus discípulos cómo entender el significado de Su muerte, la cual estaba a punto de suceder, y la explicó en términos de la amistad: “Nadie tiene un amor mayor que este: que uno dé su vida por sus amigos. Ustedes son Mis amigos” (Jn 15:13–14).
La gloria de Jesús ciertamente se revela por medio de Su autoridad real. Pero pensar en Jesús como nuestro amigo no disminuye esta gloria; todo lo contrario: que este gran Rey se inclinara para hacerse nuestro amigo es pura gracia, y la gracia es la cúspide de la gloria de Dios. No tenemos que escoger entre el señorío y la amistad de Jesús. De hecho, escoger una de las dos es el camino seguro para menoscabar Su gloria. Lo reverenciamos y alabamos adecuadamente cuando lo vemos como nuestro Rey cósmico y nuestro amigo más cercano.
Amistades cristianas
Este proverbio muestra claramente el contraste que hay entre las amistades del mundo y las amistades cristianas:
El hombre de muchos amigos se arruina,
Pero hay amigo más unido que un hermano (Pro 18:24).
Quizás no todos los incrédulos tienen malas amistades o son personas de “muchos amigos”, como dice el proverbio. Sin embargo, los cristianos sí deben marcar una diferencia en el mundo, teniendo amistades que van más allá de lo superficial y tienen los principios de un pacto. Nuestras amistades deben hacer evidente lo que es llevar las cargas en compañía y deben estar cultivadas por el esfuerzo y el compromiso.
En fin, nuestras amistades deben hacer evidente que Jesús es nuestro mejor amigo.
[1] Charles Spurgeon, Sermones del Rev. C. H. Spurgeon de Londres, vol. 3 (New York: Robert Carter & Brothers, 1883), 11.
Este artículo se publicó originalmente en Crossway.
Nota editorial: Esta artículo pertenece a una serie publicada originalmente en inglés de 21 artículos relacionados con mitos acerca de los temas más relevantes de la teología y la vida cristiana.