Quince años atrás, me encontraba cursando el último año de la universidad y nunca había estado lejos de casa después de la escuela secundaria (tan sólo 45 minutos). Nací, crecí, y viví los 22 años de mi vida hasta la fecha, en una pequeña región de un pequeño estado. Pero ahora como estudiante del último año, una posibilidad; emocionante y aterradora, se presentaba en el horizonte: dejar la madre patria. A medida que avanzaba ese último semestre de otoño en la universidad, había reducido el campo a cuatro opciones de postgrado, y las cuatro me obligarían a mudarme de casa; si es que no al extranjero. En cierto modo, estaría «estableciéndome por mi cuenta» y sentí una ansiedad inusual por ello. Las preocupaciones con las que me enfrenté ese último año de la universidad contenían muchas emociones; las grandes oportunidades llegaron con miedo a lo desconocido, a no estropearlo todo, a no dar un paso en falso, a no dar un paso en falso en la edad adulta. Mi ansiedad era espiritual y emocional, no clínica. Nunca fue tan aguda como para buscar ayuda profesional, pero fue una prueba de fe y una oportunidad para crecer y aprender. En vez de dejar que la ansiedad devore la alegría, tenía que encontrar la forma de luchar en contra de ella. ¿Podría haber una mejor manera de luchar que no sea con la misma Palabra de Dios? Ese otoño, encontré tres textos claros donde Jesús, Pablo y Pedro enfrentan directamente la ansiedad. Las imprimí en cartulina azul y las pegué junto a mi cama, repasaba los pasajes a primera hora de la mañana y a última hora de la noche; no tardé mucho en memorizarlos. Incluso ahora, quince años después, cuando la ansiedad sube al nivel de mi conciencia, vuelvo a estos tres pasajes probados y verdaderos.

Mateo 6:25-34

«Por eso os digo, no os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa?» (Mt. 6:25). Él sabe, y se preocupa, por la comida, la bebida, la ropa – ¡qué básico! Si no te preocupa de dónde vendrá tu próxima comida, o cómo vestirás tu cuerpo, deja que eso ponga tus preocupaciones actuales en perspectiva. «Y si tenemos qué comer y con qué cubrirnos, con eso estaremos contentos» (1 Tim. 6:8). Jesús habló con hombres y mujeres preocupados por la comida y la ropa. La gratitud por lo que no nos preocupa es un gran primer paso en la lucha. La ansiedad espiritual es una cuestión de fe: «Hombre de poca fe» (Mt. 6:30). Y al llamar a la fe, Jesús no nos está diciendo que reunamos fuerzas en nuestro interior, sino que reconozcamos nuestra propia debilidad e incapacidad, y que nos apoyemos de nuevo en su fuerza y poder. «Tu Padre celestial lo sabe» (Mt. 6:32). El mundo busca meras cosas. Pero en Cristo, hemos sido liberados para buscar a Dios. Y confiar en él para todo lo que él añada y cuando lo haga (Mt. 6:32-33).

Filipenses 4:6-7

Para que no pensemos que la lucha contra la ansiedad sólo se relaciona con lo básico de la comida y la vestimenta, Pablo hace explícita la aplicación universal con un «cualquier cosa» y un «todo»: “Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús.” (Fil. 4:6-7) No basta con distraernos a nosotros mismos, sino que debemos tratar de dirigir nuestras mentes preocupadas a otra parte y olvidar nuestros problemas, incertidumbres y miedos. Más bien, necesitamos ir hacia Dios. «Que tus peticiones sean dadas a conocer a Dios». Y al acercarnos a él, la oración agradecida y la paz interior van de la mano. Esta es una promesa para aquellos que van hacia Dios con sus ansiedades: «La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.» Luchar contra la ansiedad, y entrar en un ambiente de paz espiritual y emocional, no significa que todas nuestras preguntas sean contestadas. Dios da paz más allá del cálculo. Su paz trasciende cualquier explicación fácil, e incluso nuestra más sincera expectativa. Da una paz que «supera todo entendimiento», que no tiene sentido en términos meramente terrenales.

1 Pedro 5:6-7

Mateo 6 sentó un fundamento enorme para mí, y Filipenses 4 me recordó el lugar vital de la oración, pero fue 1 Pedro 5:6-7 el que pareció rebosar más a menudo con la gracia más refrescante. “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os exalte a su debido tiempo, echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros” «Humillarse» es el recordatorio de que nuestras ansiedades a menudo aumentan con nuestro orgullo y sentido de autosuficiencia. Perder de vista a Dios es declinar en humildad. Es una llamada atemporal a los ansiosos: humíllense. No puedes controlar esto. Tu ansiedad está aumentando con una visión hinchada sobre ti mismo y una visión disminuida de Dios. Entonces viene esa frase: «a su debido tiempo». ¡Oh, qué claridad y qué esperanza he encontrado en estas palabras! Claridad en que mi sentido del tiempo a menudo no es el sentido perfecto de Dios en cuanto al tiempo. Él conoce todas mis necesidades (Mateo 6:32) y tiene su «tiempo apropiado», así que no debo apresurarme a juzgar cuando mis oraciones, motivadas por mis preocupaciones, no son contestadas inmediatamente de la manera que yo quisiera. Poner mis cargas sobre él no significa que me dé lo que quiero de inmediato, sino que me dé fe, lo que me prepara para esperar pacientemente su momento perfecto. Y no sólo claridad, sino esperanza, porque su «tiempo adecuado» a menudo llega de forma repentina e inesperada. Me libera de la carga de ser el maestro de ceremonias de mi vida. No necesito mirar el reloj, pero sí confiar en el Señor del tiempo. Las cuatro palabras que más disipan la ansiedad de mi alma a través de los años vienen al final de 1 Pedro 5:7: «tiene cuidado de vosotros.» La venida de Cristo, su sacrificio de sí mismo por ti, su resurrección en poder, su coronación como Rey de reyes a la diestra de su Padre, el envío de su Espíritu – todo esto da testimonio de que » tiene cuidado de vosotros”. El Padre demuestra su cuidado por ti en esto: que cuando aún eras pecador, Cristo murió por ti (Rom. 5:8). El Padre no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por vosotros ¿Cómo no os dará todo lo que necesitáis, en su tiempo perfecto? Él se preocupa por mí. ¡Vete ansiedad!

Dulces Imperativos

Mirando hacia atrás, es notable el consuelo que Dios me dio en ese año, que de otra manera hubiera sido angustiante, por medio de su Espíritu, a través de promesas particulares en su palabra. Incluso hoy, cuando me dirijo regularmente a Mateo 6, Filipenses 4 ó 1 Pedro 5; pruebo de nuevo el consuelo de la gracia que Dios envió a mi corazón preocupado en esos días. La semana pasada volví a Mateo 6:25-34, y las palabras de Jesús cayeron sobre mí tan agradablemente como cualquier otro mandamiento. «Te digo, no te preocupes por tu vida» Eso es una orden: «No te pongas ansioso». La gente moderna puede irritarse tan rápidamente por las órdenes, y sin embargo las promesas de Cristo a lo largo de los años inundan ese dulce imperativo para mí con el fuerte y gentil tono de la voz y la compasión de Jesús. Vuestro Padre celestial conoce todas vuestras necesidades, y está dispuesto a satisfacerlas más allá de lo que podáis pedir, o pensar, o imaginar, todo en su momento perfecto.

David Mathis

Es editor ejecutivo de desiringGod.org y pastor de Cities Churchin Minneapolis. Él es esposo, padre de cuatro hijos y autor de «Habits of Grace: Enjoying Jesus through the Spiritual Disciplines» (Hábitos de Gracia: Disfrutar a Jesús a través de las Disciplinas Espirituales).

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