Un ingrediente sorprendente para el contentamiento

Un ingrediente esencial del contentamiento es la doctrina del pecado.
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“¿Qué haces?” preguntamos. Mi abuela nos sorprendió a todos cuando probó la carne cruda que estaba cocinando.   “Estoy cocinando”, respondió brevemente. Ella estaba preparando Golumpkis, su platillo polaco favorito relleno de repollo. En cuanto a la extraña práctica de comer carne cruda, respondió ella “la pruebo para medirla”. Ella es una veterana en la concina, que conoce los ingredientes requeridos para alcanzar el objetivo deseado.   Me pregunto cuáles serían para ti los ingredientes esenciales del contentamiento. Algunos elementos familiares deberían venir inmediatamente a tu mente. Debemos conocer la Palabra de Dios, confiar en Su providencia, y aferrarnos a Sus promesas. Sin embargo, hay algo más que me gustaría agregar que quizá no te lo imaginas. Déjame hacerte una advertencia: así como la práctica culinaria poco común y perturbadora de mi abuela, este ingrediente implica que experimentes algo desagradable, pero al final, como los Golumpkis, vale la pena.   Un ingrediente esencial del contentamiento es la doctrina del pecado.  

¿Qué es pecado?  

La Biblia describe el pecado en muchas maneras diferentes: errar al blanco (Rom. 3:23), cruzar la línea (Col. 2:23), transgresión de la ley (1 Jn. 3:4), deuda (Mat. 6:12). Dios tiene un estándar de lo que es correcto y aceptable. El pecado es nuestra violación rebelde a ese estándar.  Esto puede parecer algo abstracto. Así que hagámoslo personal.   El pecado es perversidad porque está en contra de Dios. Cada uno de las descripciones de pecado gira en torno a quién es a la parte ofendida. El pecado es fallar al blanco de Dios, cruzar la línea de Dios y transgredir la ley de Dios. Si bien el pecado conlleva implicaciones horizontales con otros, es básicamente vertical. El pecado es contra Dios. Y no hay nada más malo que oponerse a quien es infinitamente bueno.   La Biblia nos enseña que la paga del pecado es la muerte (Rom. 6:23). Debido a que el pecado es un ataque al carácter de Dios, eso requiere un juicio correspondiente. Jesús describe esto como un fuego eterno (Mat. 25:41). El infierno es la continua oposición de Dios a todos los que menosprecian Su gloria.   Para empeorar las cosas, no tenemos forma de remediar el problema por nuestra cuenta. Todo lo “bueno” que hacemos está manchado por nuestras huellas de depravación. Por nuestra cuenta, todos somos culpables (Rom. 3:10-18).  

El desastre más grande del mundo  

El pecado es indiscutiblemente terrible e implacable, pero ¿cómo se puede entender como un ingrediente esencial del contentamiento? Es a través del conocimiento del pecado que aprendemos a odiar todo lo que nos roba el contentamiento y amar a quien es la verdadera fuente de ello.   Cuando nos detenemos a pensar sobre esto, tiene sentido. Si Dios es la fuente del contentamiento, entonces entender (y despreciarlo cada vez más) todo lo que se opone a Él es crucial. Calvino correlacionó el avance del conocimiento de Dios con el creciente descontento de nosotros mismos. El apóstol Pablo raramente suena las campanas de la depravación del hombre sin agitar también la bandera de la misericordia divina (1 Tim. 1:13-15). Cuando comenzamos a entender lo que es el pecado y por qué es tan malo, entonces descubrimos la belleza de la misericordia.   En la actualidad, hay alrededor de siete billones y medio de personas en el mundo. Entre esta cantidad, hay muchos problemas. Medidos en una escala, algunos de los problemas son más importantes que otros. Pero ¿cómo cambiaría la vida de las personas si tuviesen el más grande de sus problemas resuelto? Como cristianos, sabemos que el problema más apremiante que enfrenta cada persona en el mundo es la condena por el pecado. Independientemente de si lo siente o no, la realidad de que todos compareceremos ante Dios en el día final es nuestro más grande problema.   Jesús enseñó el orden correcto de nuestros temores cuando instruyó a Sus oyentes a no tener miedo al que puede matar solo el cuerpo, sino temer a quien tiene el poder y autoridad para condenarte en el infierno (Mat. 10:28). Sin menospreciar ninguno de los problemas legítimos a los que se enfrentan las personas, la doctrina bíblica del pecado relativiza todos los demás asuntos y los subordina a este. Hay más de siete billones de problemas en el mundo, pero ninguno es tan apremiante que la manera en que manejamos la verdad de que la paga del pecado es la muerte (Rom. 6:23).  

La gran solución de Dios  

Como pastor, he tenido la bendición de sentarme y hablar con muchas personas acerca de su relación con Dios. Si son cristianos, a menudo tengo el privilegio de escuchar cómo Dios los trajo al evangelio. Soy profundamente afectado por cómo los ojos de un creyente cuentan la historia junto a sus palabras. A menudo, mientras las personas hablan sobre la paciente y bondadosa misericordia de Jesús, sus ojos se llenan de lágrimas. Esas lágrimas marcan momentos de claridad, para quien habla y para mí. Nos recuerdan las prioridades finales en la vida.  ¡La verdad es que merecemos el infierno y obtenemos misericordia! En lugar de sufrir el peso eterno de la ira divina, Jesús, el Hijo de Dios, tomó nuestro lugar. Bebió la copa de condenación para que nosotros pudiésemos beber la copa de bendición. Ciertamente, puedes ver cómo esto nos da un entendimiento del contentamiento. ¡Cuando merecías el infierno, cualquier otra cosa es motivo de celebración!   ¿Recuerdas cuando te convertiste a Cristo por primera vez? La misericordia y el amor fluyeron desde el cielo a través de las palabras del evangelio. Fuiste perdonado y aceptado en el Amado (Ef. 1:6). Dios tuvo cuidado de tu problema más apremiante, y se ocupó de eso poderosa y permanentemente.  

Una nueva perspectiva  

Si tienes dificultades para estar contento, haz una lista de todo lo que tienes que no mereces, y luego haz una lista de todo lo que mereces que no tienes. Esto pone las cosas en perspectiva, ¿no es así? Cuando procuramos el contentamiento en Cristo, descubrimos la misericordia en cada condición y nuestro corazón se llena de acción de gracias.  En un inicio es perturbador y francamente un poco desagradable, pero el entendimiento de la doctrina del pecado es un ingrediente esencial para nuestro contentamiento. Artículo original de Desiring God | Traducido por Sara Puerto

Erik Raymond

Erik Raymond está casado con Christie, y juntos tienen seis hijos. Se desempeña como pastor principal de la Redeemer Fellowship Church en Boston, Massachusetts, y es el autor de Chasing Contentment: Confiar en Dios en una época de descontento y ¿el infierno es verdad?

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