¿Cómo agradecer por todo?

La gratitud cristiana es mucho más que ser positivos en todo momento: se trata de una cosmovisión bíblica que pone sus ojos en Cristo.
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La gratitud es muy distinta al optimismo.

Muchos cristianos buscan ánimo en frases positivas, como: “Confía en Dios; estás mejor que muchas otras personas” o “todo va a estar bien; todo pasa por algo”. Pero eso no es más que optimismo: invalidan todo lo que sea negativo, lo que parezca malo o lo que simplemente no esté acorde con las expectativas.

Pero ¿es eso a lo que la Biblia se refiere con “gratitud”? Hendriksen, en su libro Enseñando para cambiar vidas, nos da una definición que, en mi opinión, dista mucho del mero optimismo: 

La gratitud es lo que completa el ciclo por medio del cual las bendiciones derramadas en los corazones y vidas de los creyentes vuelven al Dador en forma de adoración continua, amorosa y espontánea. 

En otras palabras, la gratitud reconoce objetivamente las bendiciones y adora a Dios por ellas, no simplemente intenta ver las cosas subjetivamente en su lado más favorable.

¿Cómo es que hay personas con tanto dolor en sus vidas y, aun así, mantienen gozo y contentamiento genuinos y constantes? Definitivamente no es a través del optimismo humano. La gratitud no es algo que nos debamos obligar a decir o sentir en un momento dado. No es un sentimiento de buen humor o de satisfacción que sentimos cuando todo sale como queremos. No se basa en nuestro alrededor ni en cómo se comportan los demás. 

Pero ¿de qué se trata la gratitud bíblica? En este artículo, pretendo explicar la gratitud por medio de cinco ideas fundamentales que encontramos en las Escrituras.

La gratitud reconoce objetivamente las bendiciones y adora a Dios por ellas, no simplemente intenta ver las cosas subjetivamente en su lado más favorable. / Foto: Light Stock

1. Agradecemos al comprender la obra de Cristo

En su oración por los colosenses, Pablo les recuerda el principal motivo por el que deberían de estar gozosos y agradecidos: 

[Que tengan] gozo, dando gracias al Padre que nos ha capacitado para compartir la herencia de los santos en la Luz. Porque Él nos libró del dominio de las tinieblas y nos trasladó al reino de Su Hijo amado (Col 1:12-13).

La verdadera gratitud nace de la comprensión de lo que Cristo hizo por nosotros. Él nos ha salvado y nos ha llamado con un “llamamiento santo”, cumpliendo Sus propósitos eternos (2Ti 1:9). ¡Si entendiéramos esto, nuestro corazón rebosaría de gozo y gratitud!

Entonces, recordemos la manera en que Jesús tomó la copa de la ira de Dios en nuestro lugar. Aunque Él oró al Padre para no tener que tomarla, con gozo estuvo dispuesto a hacer la voluntad del Padre (Lc 22:42). Finalmente, como dice Isaías: “Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades” (Is 53:5). Esto debería llevarnos a una gratitud inagotable.

La verdadera gratitud nace de la comprensión de lo que Cristo hizo por nosotros. / Foto: Light Stock

2. Agradecemos como evidencia de la llenura del Espíritu

Pablo exhorta a los efesios a que no sean controlados por el vino, sino que sean llenos del Espíritu (Ef 5:18). En otras palabras, lo que debía gobernar sus vidas era la Palabra de Dios, hablada por el Espíritu, y no el alcohol. Ahora, dicha llenura se evidencia de varias formas palpables, como el hablar por medio de himnos, la sumisión unos a otros y, por supuesto, la gratitud (Ef 5:18-20).

Así, cuando la Palabra de Dios gobierna nuestro corazón y permea nuestros pensamientos, tenemos una perspectiva correcta de las cosas y somos movidos a dar gracias. Un creyente lleno del Espíritu no vive quejándose por todo, sino que siempre tiene motivos para dar gracias a Dios. Pablo los exhorta a que den “gracias por todo”, incluyendo las bendiciones materiales y las espirituales; por las bendiciones ordinarias y las extraordinarias; por las bendiciones pasadas, las presentes y las futuras,  que con toda seguridad recibiremos según la promesa de Dios.

Un creyente lleno del Espíritu Santo no vive en la queja, sino que siempre tiene motivos para dar gracias a Dios. / Foto: Envato Elements

3. Agradecemos en medio de las pruebas

Santiago exhorta a su audiencia a tener gran gozo en medio de las pruebas:

Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que sean perfectos y completos, sin que nada les falte (Stg 1:2-4).

¿Cómo es posible gozarse en medio del dolor? Según Santiago, entendiendo que la prueba produce una gloriosa bendición: la santificación. Así, podemos agradecer por las situaciones malas, porque en ellas somos bendecidos.

En la práctica, esto implica entender que en cada situación sale a relucir la gloria de Dios, y nuestro carácter es moldeado a la imagen de Cristo. Así, el cristiano encuentra gozo en medio de relaciones difíciles, pues tiene una oportunidad de extender el amor inmerecido de Cristo, y también encuentra gozo pues puede depender más de Su control soberano. Todos los momentos de dolor se convierten en oportunidades de ser más como Dios.

Ahora, ¿los cristianos debemos ser masoquistas y pedir para que más cosas malas sucedan? ¿Acaso agradecemos porque vemos que el mundo está lleno de maldad? Sin duda alguna no es así. Sin embargo, lo que quiero decir es que los cristianos sí podemos someternos humildemente a la soberana mano de Dios en medio de las aflicciones, reconociendo que todas las cosas obran para el bien de aquellos que le aman (Ro 8:28).

De acuerdo con las Escrituras, podemos agradecer por las situaciones malas, porque en ellas somos bendecidos. / Foto: Liza Summer

4. Agradecemos cuando sufrimos por el evangelio

Quizás el mayor crecimiento viene cuando padecemos por la causa del evangelio. Cuando entendemos que nuestros sufrimientos son la voluntad de Dios, el compartir las aflicciones de Cristo y los santos del pasado deja de ser visto como un castigo y se convierte en un gran honor. En palabras de Pablo:

Esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación, al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven. Porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas (2Co 4:17-18).

Ese siempre fue el sentir del apóstol, quien dio gracias a Dios incluso cuando fue perseguido, sabiendo que sus prisiones resultaban en que el evangelio siguiera avanzando (Fil 1:12-18). Estas son las palabras de alguien que agradece por las pruebas, porque la gloria de Cristo es su más grande recompensa: “¿Entonces qué? Que de todas maneras, ya sea fingidamente o en verdad, Cristo es proclamado; y en esto me regocijo, sí, y me regocijaré”.

Quizás el mayor crecimiento viene cuando padecemos por la causa del evangelio. / Foto: Pexels

5. Agradecemos a causa de la esperanza eterna 

Tenemos una esperanza eterna: un día estaremos en el Cielo Nuevo y en la Tierra Nueva:

Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, preparada como una novia ataviada para su esposo. Entonces oí una gran voz que decía desde el trono: “El tabernáculo de Dios está entre los hombres, y Él habitará entre ellos y ellos serán Su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos. Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado” (Ap 21:1-4).

Dios tiene gozo infinito en Sí mismo, y nosotros fuimos creados para compartir ese gozo en Su presencia. Desde la caída de Adán no hemos podido habitar perfectamente en la presencia gloriosa de Dios, pero por la obra de Cristo, eso ha cambiado: el plan redentor de Dios se completará cuando Cristo vuelva y todas las cosas sean restauradas.

Ninguno de nosotros, ni siquiera el cristiano más santo, ha experimentado ese gozo perfecto e infinito. Algún día seremos liberados del pecado, y entonces conoceremos y experimentaremos el gozo perfecto de estar con Dios por siempre. En ese día nuestros afectos cambiarán y seremos perfectamente saciados por Cristo. Todas nuestras penas serán, por fin, eliminadas, y todas nuestras lágrimas serán enjugadas. ¿No es esa una razón suficiente para estar agradecidos?

Conclusión: esforcémonos en la Palabra y la oración

En conclusión, la Biblia nos enseña que debemos dar gracias a Dios en todo momento, ya que nuestras bendiciones son abundantes, incluso en medio de la prueba. Es claro que la gratitud bíblica no se basa en nuestras fuerzas ni en las circunstancias, sino en la obra de Cristo a favor nuestro. Aunque el pecado distorsiona nuestra visión, la Palabra de Dios y la oración nos ayudan a ver la vida a través de los lentes del evangelio. Así, esforcémonos por ser llenos del Espíritu.

Susi de Gramajo

Susi de Gramajo

Susi de Gramajo es esposa de Esteban Gramajo. Junto con su esposo sirven en Iglesia Reforma. Es diseñadora gráfica, le encanta la lectura y servir a los niños en su iglesia.

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