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PRESENTADOR:
Pastor John, esta es una pregunta que recibimos casi todos los días por correo electrónico: “¿Puede un cristiano nacido de nuevo perder su salvación?”.
JOHN PIPER:
La respuesta bíblica a esa pregunta es un rotundo, claro, enfático, gozoso y glorioso “No”. Una persona nacida de nuevo no puede volverse muerta, no puede volver a nacer. Mencionaré algunas verdades bíblicas a continuación, tratando de ser lo más textual posible, y no solo teológico.
No se perderá ninguno
La vida que se imparte en el nuevo nacimiento es precisamente vida eterna. “Y el testimonio es este: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en Su Hijo” (1 Juan 5:11). Así que no nos dio vida temporal. Nos dio vida eterna. Ya estamos participando en la vida del siglo venidero.
Aquí hay otra palabra crucial: “A los que predestinó”. Esto es de Romanos 8:30: “A los que predestinó, a esos también llamó. A los que llamó, a esos también justificó. A los que justificó, a esos también glorificó”. La glorificación es el estado final de la salvación permanente. Este versículo dice que todos los llamados —sin que nadie falte— son justificados, y todos los justificados —sin que nadie falte— son glorificados.
Así que la respuesta es esta: si eres llamado, no puedes perder tu salvación. Y argumentaré que ser llamado y nacer de nuevo son categorías bíblicas idénticas. Seremos justificados, y seremos glorificados, porque hemos sido llamados —es decir, hemos nacido de nuevo—.
Llamados a la vida
El tipo de llamado del que habla Pablo en Romanos 8:30 es el llamado a Lázaro, hecho por Jesús, para que saliera de la tumba: “Lázaro, sé que estás muerto. Ahora sal” (ver Juan 11:43). El llamado crea la vida, y eso sucede con todos los que son cristianos: el llamado soberano de Dios crea la vida. Eso significa que hay una promesa unida al llamado.
A continuación mencionaré algunos pasajes que muestran esta conexión. 1 Tesalonicenses 5:23-24 dice: “que el mismo Dios de paz los santifique por completo… para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Aquel que los llama, el cual también lo hará”. La lógica aquí es esta: si has sido llamado, Dios es fiel. Serás guardado para el último día.
Y la misma verdad aparece otra vez en 1 Corintios 1:8-9: Cristo “los confirmará hasta el fin, para que sean irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, por medio de quien fueron llamados a la comunión con Su Hijo Jesucristo, nuestro Señor”. Así que ahora puedes volver atrás y ver por qué (en Romanos 8:30) todos los llamados son justificados, y todos los justificados son glorificados: porque Dios es fiel. No hay nada automático.
Preservación de los predestinados
Mucha gente piensa que la seguridad eterna es como una vacuna. Piensan: “Cuando tenía 6 años, oré, y Dios me vacunó. Por tanto, no puedo contraer la enfermedad de la condenación”. No es así. Más bien, es como entrar en terapia de por vida con un médico que dice: “Tú eres mi paciente. Harás lo que yo te diga, y te llevaré hasta el final, sano en el último día”.
Jeremías 32:40 es uno de mis versículos favoritos sobre la perseverancia: “Haré con ellos un pacto eterno, de que Yo no me apartaré de ellos para hacerles bien, e infundiré Mi temor en sus corazones para que no se aparten de Mí”. Así que el nuevo pacto que Jesús compró con Su sangre es un pacto de preservación. No es solo seguridad de una manera mecánica. Es preservación de una manera activa. Dios es activo en mi vida.
Cuando pregunto a la gente: “¿Cómo sabes que serás cristiano cuando te levantes por la mañana?”, a muchos les choca la pregunta. Responden: “Oh, porque, ya sabes, es como ser humano”. No, no es como ser humano. Te levantarás cristiano mañana por la mañana porque Dios es fiel. Dios te despertará y despertará en ti Su fe.
Él guarda con fidelidad
Hay un par de versículos más que muestran la fidelidad de Dios: “Estoy convencido precisamente de esto: que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús” (Filipenses 1:6). La razón por la que Pablo habla así es por la forma en que la fidelidad de Dios conecta con su llamado, su nuevo nacimiento.
O Judas 24: “Y a Aquel que es poderoso para guardarlos a ustedes sin caída…”. Prediqué sobre este versículo hace un tiempo, porque a los 67 años yo estaba terminando mi ministerio pastoral. Estoy abrumado por el hecho de que Dios me guardó.
Él me guardó. No me dejó caer, traer reproche sobre Su nombre y destruir la iglesia. No miro hacia atrás, me doy una palmada en el hombro y digo: “Qué buen muchacho soy”. Digo, “¡Asombroso! ¡Asombroso! Gracias a Aquel que me guardó y me guardará”.
Ancla de nuestra seguridad
Esto deja, creo, solo una pregunta clave que la gente siempre tiene y debería tener: “Bueno, ¿qué pasa con las personas que están en la iglesia? Han sido diáconos o pastores, y parece que fueron salvos en la universidad. Aquí están, cinco años después, y lo han tirado todo por la borda. Algunos de ellos mueren en esa condición. ¿Qué pasa con ellos?”.
Creo que hay dos versículos clave en los que la gente debería pensar detenidamente. 1 Juan 2:19: “Ellos salieron de nosotros, pero en realidad no eran de nosotros, porque si hubieran sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros. Pero salieron, a fin de que se manifestara que no todos son de nosotros”. Las palabras “nosotros” en ese versículo seguramente significan “nacidos de nuevo con nosotros, injertados en Cristo con nosotros”, pero no lo eran. Parecía que lo eran. Dijeron algunas cosas correctas. Habían gustado “los poderes del siglo venidero” (Hebreos 6:5). Pero no habían nacido de Dios.
Además, Hebreos 6 es una gran piedra de tropiezo para la gente acerca de los tipos de experiencias espirituales que una persona puede tener y aún así estar perdido. Pero creo que Hebreos 3:14 es un versículo absolutamente clave en ese libro: “somos hechos partícipes de Cristo, si es que retenemos firme hasta el fin el principio de nuestra seguridad”.
El autor no dice: “Si mantienes firme tu confianza hasta el final, serás hecho partícipe de Cristo”. Dice: “Sabemos que hemos sido hechos —desde el principio de nuestra vida con Cristo— partícipes de Cristo, porque perseveramos hasta el fin”. Esto significa que la perseverancia en la fe es la evidencia de que hemos sido hechos partícipes de Cristo.
Y cuando esa perseverancia no se mantiene, entonces nunca tuvimos seguridad. Aquí está la clave: la seguridad, por lo tanto, no es automática. Es una seguridad arraigada en nuestra confianza en un Dios absolutamente soberano y que cumple Su pacto, que dio a Su Hijo para salvar pecadores, de modo que, cuando lo miramos, el Espíritu Santo nos da testimonio de que somos hijos de Dios (Romanos 8:16).