¿Por qué la homosexualidad no es como cualquier otro pecado?

No es el único pecado mencionado, pero es distinto a todos los demás, al menos por ahora podemos afirmar eso.
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La homosexualidad no es el único pecado mencionado en 1 Corintios 6:9-10.

¿O no sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os dejéis engañar: ni los inmorales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios (1 Co. 6:9–10).

No es el único pecado mencionado, pero es distinto a todos los demás, al menos por ahora podemos afirmar eso. En este momento de la historia, contrariamente a los otros pecados enlistados en este pasaje, la homosexualidad es el único de ellos que es celebrado, al menos por la mayor parte de la población. Es tomado como algo bueno, como un rasgo de progreso dentro de la sociedad. Para decir verdad, en general las multitudes no hacen gran escándalo por el pecado. Incontable cantidad de ellos son idolatras, sin mencionar aquellos que son sexualmente inmorales, o cometen adulterio, o roban,  son codiciosos, se embriagan, difaman a sus vecinos y estafan a otras personas. Todas estas cosas suceden todo el tiempo a nuestro alrededor. Y cada uno de estos pecados sin arrepentimiento es igual de malo ante la justicia de Dios. Cada uno merece su ira. Y constantemente se nos recuerda que “esto erais algunos de vosotros” (1 Co. 6:11).

¿Cuál es la realidad de nuestra cultura?

Hasta donde yo recuerdo, ninguno de esos pecados es celebrado con tanta emoción por grupos completos que buscan que se normalice y acepte. La inmoralidad sexual no es tan relevante hoy en día. El adulterio es mal visto por muchos, las acusaciones de codicia o ambición aún pueden destruir la candidatura a algún puesto político. El robo aún no se acepta abiertamente; en la actualidad, por ejemplo, no hay propuestas de ley o iniciativas que aprueben conductas como tomar cosas que no te pertenecen y adueñártelas. No existe la aceptación hacia personas ebrias, la mayoría de ellos inclusive no se enorgullecen de escoger tomar sobre la estabilidad económica que pudieran tener. Y no existen peticiones al gobierno que exijan abolir las restricciones de manejar para personas bajo efectos de alcohol. Difamar a otros no es visto como la mejor manera de hacer nuevos amigos e influenciar a otros. Las estafas especialmente a nivel corporativo usualmente terminan con alguien en la cárcel. De hecho, la infraestructura de la economía norteamericana depende en parte del repudio que existe a grupos de estafadores. Quizá exceptuando la fornicación, estos pecados son mal vistos. Pero cuando hablamos de la practica homosexual, esto no es cierto, al menos no para la mayoría las personas en cargos importantes dentro de nuestros gobiernos. De acuerdo al nuevo consenso, cuando se habla de homosexualismo este es distinto a los demás.

En contra de qué estamos

Como cristianos, creemos sinceramente que la adopción de la práctica homosexual, al igual que de otros pecados, mantiene a las personas alejadas del reino de Dios. Y si nuestra sociedad lo celebra, no podemos preocuparnos por las personas a nuestro alrededor y a la vez no decir nada sobre el asunto. Mucho está en juego. Es por esto que decir que los cristianos –o evangélicos conservadores– simplemente se oponen al homosexualismo es una idea incompleta, una verdad a medias. Como cristianos estamos en contra de cualquier pecado que aleje a las personas del infinito gozo que hay en Dios, y el homosexualismo recibe gran acusación y crítica hoy en día ya que, en este momento dentro de nuestra cultura, es el principal pecado que está siendo debatido y apoyado. Esperemos que si hay una nueva moda dentro de la cultura promoviendo el robo, diciendo: “es nuestro derecho tomar lo que queramos de otros sin importar el medio”, los cristianos se levanten a luchar contra esto. El problema es el pecado. Estamos en contra de eso. Y es este punto lo que debería caracterizar nuestra voz como cristianos en este debate. Algunos preferirían ver el problema de la homosexualidad dividida en dos grupos: los que lo celebran y los que lo odian. Ambos grupos existen en nuestra sociedad. Por un lado esta el grupo creciente, quizá por presión cultural, que celebra la homosexualidad. A manera de catalogar diremos que estos son el grupo uno. Y está por otra parte el grupo de personas que odian la homosexualidad, de una manera  intolerante y alejada de cualquier pensamiento cristiano, diremos que ellos son el grupo dos.

Las gloriosas palabras de la cruz

El debate actual está controlado por estas dos perspectivas. Los del primer grupo intentar catalogar a cualquiera que está en desacuerdo con ellos como miembros del segundo grupo. Si no apoyas, odias. Mientras tanto, los del segundo grupo ven compromiso y debilidad en cualquiera que no se enfurece en actitud militante. Si no odias, apoyas. Pero los verdaderos seguidores de Cristo no van en ninguna de esas direcciones, nosotros tenemos algo que decir que nadie más está diciendo o puede decir. Alejándonos tanto del primero como del segundo grupo, nosotros no celebramos la práctica homosexual; reconocemos que la Palabra de Dios dice que es pecado. Pero tampoco odiamos a los que aceptan el homosexualismo; los amamos lo suficiente como para no ceder a las presiones sociales y no decir nada. Nosotros hablamos la verdad en amor a ésta confusión, diciendo simultáneamente: “Eso está mal” y “Te amamos”. No formamos parte del grupo uno; afirmamos que eso está mal. Pero tampoco somos parte del grupo dos; decimos, son amados. Hablamos las buenas nuevas, con las palabras gloriosas de la cruz, mismas que Dios usó con nosotros, “estás equivocado y eres amado”. Dios nos dice que somos malos, que la paga del pecado es muerte, que la rebelión sin arrepentimiento significa juicio, que nuestro rescate requirió de la muerte de su Hijo (Ro. 6:23; Jn. 3:36; Gá. 3:13). Y Dios nos dice que somos amados, que aun cuando éramos pecadores Cristo murió por nosotros, que mientras éramos injustos Jesús sufrió en nuestro lugar, que aunque estábamos destinados al castigo Jesús nos invita a su gloria (Ro. 5:8; 1 P. 3:18; Ef. 2:1-7).

Donde el evangelio alumbra

Estás equivocado y eres amado, esa es la voz única del cristiano. Es eso lo que decimos, hablando de nuestra experiencia propia, como Tim Keller lo expresa de manera tan apropiada: “Somos mucho peor de lo que jamás pudiésemos soñar y mucho más amados de lo que jamás hubiéramos soñado”. Ese es nuestro mensaje en este debate, aun cuando las élites de la sociedad nos hagan de menos, cuando las canciones populares nos hagan parecer malos, cuando nadie tenga recursos para decir nada fuera de los dos grupos extremos que existen, tenemos ésta oportunidad incomparable de permitir que el evangelio brille, y en gracia poder decir: estás equivocado y eres amado. Nosotros como cristianos podemos y tenemos la oportunidad de decir esto. Ésta es la razón por la que la homosexualidad no es como los otros pecados.   Artículo original de Desiring God | Traducido por Marco Antonio Aldana

Jonathan Parnell

Jonathan Parnell es el pastor líder de Cities Church en Minneapolis–St. Paul, Minnesotta, donde vive con su esposa, Melissa, y sus siete hijos e hijas. Él es escritor de Never Settle for Normal: The Proven Path to Significance and Happiness [Nunca te conformes con lo normal: el camino probado hacia el significado y la felicidad].

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