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PRESENTADOR:

La pregunta de hoy es anónima, no sé si es de un hombre o de una mujer. Aquí está. “Pastor John, ¿por qué Dios hizo a algunas personas feas, poco atractivas? ¿Cómo puedo aceptar el hecho de que Dios, a pesar de ser capaz de hacerme hermoso o por lo menos de apariencia promedio, eligió crearme de una manera poco atractiva? Como persona poco atractiva, puedo decir que la vida es dura para nosotros. Nuestras opiniones e ideas suelen ser marginadas. Tenemos dificultades en las oficinas, las escuelas y las universidades. No puedo expresar con palabras lo difícil que es tener confianza en mí mismo.

Esto está dificultando mi relación con Dios. Está claro que en la Biblia hay algunos rasgos descritos como ejemplos de belleza. Cuento docenas de versículos en la Biblia que hablan de la belleza física. Moisés era un niño ‘hermoso’ (Éxodo 2:2; Hebreos 11:23). David era ‘rubio y bien parecido’ (1 Samuel 17:42). Ester “era de hermosa figura y de buen parecer” (Ester 2:7). Absalón tenía mucho cabello y ‘desde la planta de su pie hasta su coronilla no había defecto en él’ (2 Samuel 14:25). Ahora, sé que a Dios le preocupa lo que hacemos con nuestros cuerpos. Y se preocupa por nuestros cuerpos. Entonces, ¿por qué hace que algunos de nosotros seamos tan poco atractivos?”.

JOHN PIPER:

Cuando escucho una pregunta como esta, me hace gemir, en parte porque puedo contar con tres dedos, quizá menos, las personas que alguna vez me han dicho que soy “feo” o “bien parecido”. En otras palabras, gimo porque sé que me están pidiendo que hable respecto a una tristeza que nunca he probado. Sería mucho más fácil para mí ignorar esta pregunta, porque sé que cuando termine, mucha gente tendría derecho a decir: “Pero tú nunca has experimentado eso”. Y es cierto.

Otra razón por la que oír una pregunta así me hace gemir es que sé que lo que esta persona llama “feo” es la punta del iceberg del sufrimiento humano cuando se trata, por ejemplo, de deformidades horribles —el tipo de desfiguraciones espantosas que en otra época se explotarían en lo que a menudo se anunciaba como “espectáculos de fenómenos humanos”—. Y luego están las enfermedades que producen horribles malformaciones y tumores, y piel ulcerada, abierta e dañada con lesiones incurables. También hay heridas espantosas que dejan a una persona sufriendo dolor el resto de su vida, discapacitada y sin aspecto agradable.

Así que cuando intento decir algo bíblico, lo cual es lo único útil y autoritativo que puedo decir, tengo todo eso en mente. Veo este tema de la fealdad como parte de un tema más amplio sobre la desfiguración, la enfermedad, la deformidad y las lesiones en el cuerpo. Y si alguien piensa que esto no es relevante para él, que tenga en cuenta que quizá no empiece feo en la vida, pero es muy probable que pase su último año acurrucado en posición fetal, habiendo perdido peso drásticamente y con pañal. Muy pocas personas escapan a la relevancia de esta pregunta en algún momento de sus vidas.

Gemir juntos con esperanza

Creo que la respuesta más profunda a la pregunta de por qué hay tanta fealdad, deformidad, lesiones, discapacidad y miseria en el mundo se encuentra en Romanos 8:18-23. No creo que haya nada más profundo que eso. No creo que haya nada más útil, importante o profundo que estos versículos. Quiero leerlo completo, haciendo comentarios a medida que avanzo, porque creo que vale la pena que medites en este párrafo por el resto de tu vida. Esto es lo que dice. Aquí habla Pablo en Romanos 8:18:

Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada.

Incluyo en “los sufrimientos” toda forma de fealdad o desfiguración, y verán porqué medida que avancemos. La esperanza fundamental del cristianismo es sufrimiento ahora, gloria después —sufrimiento ahora, gloria después—. Ahora bien, ¿qué clase de sufrimiento?

Porque el anhelo profundo de la creación es aguardar ansiosamente la revelación de los hijos de Dios (versículo 19).

Ahora toma nota: Pablo no habla aquí principalmente del sufrimiento de la persecución. Él habla del sufrimiento de la creación.

Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de Aquel que la sometió, en la esperanza… (versículo 20).

¿De quién habla Pablo aquí? ¿Quién sometió la creación a vanidad? Dios, porque solo Dios sujeta la creación en la esperanza. El diablo no hace eso. El hombre pecador no hace eso. Solo Dios somete a la creación a vanidad en la esperanza. Así que esta es una referencia a la caída en Génesis 3, la caída en pecado y las consecuentes miserias que vinieron al mundo —todas las horribles consecuencias del pecado, incluyendo cada desfiguración, cada herida, cada discapacidad, cada catástrofe—. Y entonces, Pablo dice que Dios sometió a la creación a eso con esperanza. ¿Qué esperanza?

…que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción (versículo 21).

Esta frase es sinónimo de la frase “sometida a vanidad”. Así que tenemos la creación en sujeción a vanidad y en la esclavitud de la corrupción —decadencia, ruina, futilidad y horrores—. Continuando ahora con la descripción de la esperanza:

…a la libertad de la gloria de los hijos de Dios (versículo 21).

Entonces, el mundo físico, la creación —incluidos nuestros cuerpos— participará de la gloria que Dios ha destinado a Sus hijos.

Pues sabemos que la creación entera gime y sufre hasta ahora dolores de parto (versículo 22).

¡Qué imagen! Esta es otra forma de decir que la creación ha sido sometida “en la esperanza”. Es como si la creación estuviera embarazada, y todo el dolor, la miseria y la desfiguración fueran como dolores de parto cósmicos: una madre que grita de dolor, un mundo que está de parto. Y aquí es donde todo se vuelve realmente personal:

Y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo (versículo 23).

Puedes oír a Pablo respondiendo a la gente que dice: “Mira, soy salvo. Soy redimido. Soy perdonado. Soy hijo de Dios. Tengo el Espíritu de Dios en mí. ¿Cómo puede irme tan mal?”. Él está llamando la atención a eso.

La frase “la redención de nuestro cuerpo” cubre toda la gama de miserias causadas por el envejecimiento, las enfermedades, las discapacidades y la fealdad. En otras palabras, hace explícito que los horrores del gemido, la corrupción y la vanidad incluyen a los cristianos llenos del Espíritu. Nuestros cuerpos —el cuerpo de John Piper, el cuerpo de Tony Reinke, el cuerpo de todos— necesitan desesperadamente ahora, o necesitarán pronto, redención. Lo sentimos en la enfermedad, lo sentimos en el envejecimiento, y lo vemos en el espejo —algunos temprano, otros tarde—. Y esa redención está llegando. Creo que ese es el pasaje más importante de la Biblia en el que debe pensar nuestro amigo o amiga.

La deformidad del pecado y de Satanás

La fealdad y la desfiguración tienen sus raíces en el origen del pecado humano. Ahora escucha con atención, porque esto podría malinterpretarse muy fácilmente: las raíces no están en el pecado personal particular de una persona, sino en el origen del pecado humano en Adán y Eva, que infectó toda la raza humana. En Su sabiduría, Dios decretó que habría manifestaciones físicas de los horrores y atrocidades del pecado contra Él. Esto no significa que las discapacidades, enfermedades o desfiguraciones de todos se deban a su propio pecado. Juan 9:2-3 deja claro que no es así:

Sus discípulos le preguntaron: “Rabí, ¿quién pecó, este o sus padres, para que naciera ciego?”. Jesús respondió: “Ni este pecó, ni sus padres; sino que está ciego para que las obras de Dios se manifiesten en él”.

Así pues, el punto es que Romanos 8 da una explicación general de por qué existe en el mundo la fealdad y toda forma de miseria física. Dios sincronizó al mundo físico —el mundo corporal— con el mundo moral. Hizo que la fealdad y la miseria físicas se correspondieran con la fealdad y la miseria morales, incluso en algunas de las personas más piadosas del mundo. Toda carga corporal o material en el mundo debería señalarnos lo horrible del pecado. Toda fealdad debería apuntar a la fealdad del pecado y de Satanás.

Además de lo anterior, debemos reconocer que Satanás es una verdadera causa secundaria quien, por supuesto, está sometido a Dios. Él es inmediatamente responsable de muchos horrores físicos. Jesús lo dijo en Lucas 13:11-16. Había una mujer encorvada que había vivido así durante dieciocho años. Imagínenla: probablemente caminaba en un ángulo de noventa grados, con una escoliosis horrible. Y Jesús dice: “esta, que es hija de Abraham, a la que Satanás ha tenido atada durante dieciocho largos años, ¿no debía ser libertada…?” (Lucas 13:16). Entonces, toda fealdad física, deformidad y miseria apunta a la fealdad moral y deformidad del pecado y Satanás.

El fin de la fealdad y la miseria

Así, dentro de ese dolor, corrupción y vanidad globales, Dios salva a los pecadores y les promete nuevos cuerpos al costo de la vida de Su Hijo. Él envió a Cristo al mundo, describiéndolo así: “No tiene aspecto hermoso ni majestad para que lo miremos, ni apariencia para que lo deseemos” (Isaías 53:2). Cargó todo sobre Él —toda la fealdad, toda la miseria—, y murió para poner fin a toda fealdad y a toda miseria para todos los que confían en Él y lo atesoran más de lo que atesoramos la belleza humana.

Y luego, en Su precioso pueblo comprado con sangre, hace que toda la fealdad física sirva para mostrar Su propio valor, porque satisface el alma tan plenamente y promete un futuro tan glorioso que hace feliz a los miembros de Su familia. Y esa felicidad, a pesar de todo rechazo terrenal, da testimonio de la belleza moral de Cristo, quien todo lo satisface, y de la confianza que compartiremos en Él. Cristo es más glorificado en nosotros cuando estamos más satisfechos en Él, especialmente considerando nuestra fealdad temporal.


Episodio original en inglés: https://www.desiringgod.org/interviews/why-did-god-make-me-unattractive

John Piper

John Piper

John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.

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