Pocos autores vivos o muertos me hablan como J. R. Miller. En su libro La belleza del autocontrol, ya no impreso, pide a sus lectores que imaginen la vida sin Cristo. Es un pasaje que merece la pena leer y sobre el que merece la pena reflexionar.
La relación entre Cristo y sus amigos es más estrecha que cualquier relación humana. Nadie puede decir a un amigo: “Sin mí no puedes hacer nada”. La madre no puede decírselo a su hijo. Es una pérdida dolorosa cuando la madre de un bebé es arrebatada; pero cuán dolorosa es la pérdida, no hay palabras que puedan explicarlo. Ni siquiera Dios puede dar dos veces una madre. Ninguna otra, por amorosa y tierna de espíritu que sea, por gentil que sea en el cuidado, por sabia que sea en guiar y ayudar a la joven vida, puede ser para ella todo lo que su propia madre pudo haber sido. Sin embargo, ni siquiera la mejor y más santa madre puede decir a su hijo: “Sin mí no puedes hacer nada”. El niño, aunque esté desprovisto, vive y puede vivir noblemente sin una madre.
Hay otras amistades terrenales que llegan a ser tanto para aquellos a quienes se les dan, que parecen ser indispensables. La esposa confiada y aferrada puede decir a su marido, que le está siendo arrebatado: “No puedo vivir sin ti”. Si me dejas, moriré. No puedo afrontar los vientos fríos sin tu cobijo. “No puedo seguir adelante con las tareas, las preocupaciones, las luchas, las responsabilidades, las penas de la vida —sin tu camaradería, tu amor, tu alegría, tu fuerte apoyo, tu valiente confianza y tu guía sabia—”. Así le parece a ella cuando se encuentra entre los restos de sus esperanzas. Pero cuando él se ha ido, el hombre fuerte en quien ella se ha apoyado tan confiadamente, entonces ella asume los deberes de la vida, sus preocupaciones, sus experiencias difíciles, sus tareas, sus batallas, y continúa durante largos años con espléndida fidelidad y gran valentía…
Así aprendemos que ninguna vida humana, por cercana que haya sido, es realmente indispensable para otra vida. A nadie, a ningún amigo humano, podemos decir: “No puedo vivir sin ti”. El despojo de lo humano revela a Dios.
Pero fíjate en lo que dice Jesús: “Separados de mí nada pueden hacer”. Como la vid es esencial para la vida del sarmiento, así Cristo es esencial para nosotros. No podemos afrontar ninguna de las experiencias serias de la vida sin Cristo. Se produjo un cambio maravilloso en los discípulos cuando vivieron con Cristo, escucharon Sus enseñanzas y dejaron que Su influencia penetrara en sus vidas. Fueron transformados. Nunca habrían podido hacer nada sin Cristo.
¡Vivir sin Cristo! No sabes lo que Cristo ha sido para ti, ni siquiera cuando no sabías que era tu amigo. Crees que no ha estado haciendo nada por ti, cuando, de hecho, te ha estado coronando de amorosa bondad y tiernas misericordias todos tus días. Si hoy perdiéramos a Cristo de nuestra vida, si Su nombre fuera borrado por completo, si Su amistad y Su ayuda fueran eliminadas por completo de nuestra vida, ¡qué mundo oscuro y triste sería este para nosotros! Piensa en salir mañana a tu deber, lucha, peligro o responsabilidad, sin Cristo, incapaz de encontrarlo en tu necesidad. Piensa en no tener a Cristo en tu día de dolor. Piensa en morir sin Cristo.
Pero no tenemos que prescindir de Cristo. Solo por nuestro propio rechazo, podemos aislarnos de Él.
Este artículo se publicó originalmente en Challies.
