¿El ministerio de adoración según YouTube?

¿Cuál es el fin del ministerio de adoración de una iglesia? ¿Tener éxito en YouTube? ¿Tener miles de seguidores en Facebook?
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Porque en virtud de la gracia que me ha sido dada, digo a cada uno de vosotros que no piense más alto de sí que lo que debe pensar, sino que piense con buen juicio, según la medida de fe que Dios ha distribuido a cada uno (Ro. 12:3). Cuando estos son usados correctamente, recursos tecnológicos como el internet, Facebook, Twitter, Instagram, YouTube y iTunes, pueden ser de gran bendición y útiles en el esparcimiento del evangelio de Jesucristo y para edificar a las iglesias alrededor del mundo. Pero también al reflexionar, creo que estos han tenido algunos efectos negativos sobre nuestra vida personal y también sobre la iglesia. Uno de estos efectos es que lamentablemente hemos caído en la tentación de usar estas herramientas para la auto promoción; para buscar reconocimiento, alabanza y admiración de los demás. En Romanos 12:3, Pablo nos recuerda que por naturaleza tenemos una perspectiva orgullosa y arrogante; y la primera aplicación que nos da de una mente no conformada a este mundo y renovada por la Palabra, es tener una perspectiva humilde de nosotros mismos. Pero a nuestra carne le atrae todo lo que de alguna manera nos hace sentir superiores a los demás; es fácil disfrazar nuestro orgullo con un aparente deseo legítimo de ser ejemplo a otros en nuestro ministerio. Entonces nos hacemos, y otros nos hacen, celebridades y esto es sumamente peligroso. De igual manera las iglesias también han ido cediendo a esta cultura de celebridad. Muchas parecen estar persiguiendo más el logro de proyectar éxito ministerial hacia afuera que la fidelidad al Señor en la comunión y el servicio de los santos y sus comunidades locales. Tanto así que no es difícil darse cuenta de que en muchos casos se está haciendo iglesia más para la audiencia de las transmisiones en vivo que para aquellos que Dios ha puesto frente a nuestras propias narices. En algunos casos cuando una iglesia abre sus puertas, la primera pregunta que hacen los líderes es: “¿Cómo transmitimos esto a todo el mundo?”. Cuando esto ocurre, sutilmente se invierten las prioridades y poco a poco se pierde el sentido detrás del nombre “iglesia local”. Al conversar con músicos y líderes de adoración en muchos lugares, he visto que aunque este problema se puede experimentar en todas las áreas de la iglesia, particularmente los ministerios de adoración están infectados con esta mentalidad más de lo que quisiéramos admitir. La industria musical cristiana hace todo para vendernos la idea de que, para tener mejor adoración en nuestras iglesias es necesario desarrollar un ministerio de alabanza que tenga una banda de músicos y cantantes profesionales con el sonido perfecto, preferiblemente jóvenes con vestimenta y peinados de última moda. Sentimos la presión de tocar las últimas canciones de las bandas y cantantes con más auge en la radio y en los medios cristianos. Y desde luego, la nueva meta es que algún día tengamos suficiente potencial para producir música y tener videos en YouTube como todo el mundo está haciendo. Al ser esta la meta, nuestros mejores recursos y esfuerzos se dirigen hacia tener un santuario que funcione como anfiteatro y un altar que luzca como escenario de concierto. Pensamos que cuando hayamos alcanzado todo esto, entonces será evidente que Dios nos ha bendecido con un ministerio de adoración exitoso. Pero claro, todo lo hacemos “para la gloria de Dios y para ser ejemplo a otros en el ministerio”. Tristemente, sólo hace falta alcanzar estas cosas para que nuestra audiencia cibernética inmediatamente haga de nosotros su modelo a seguir. Así que, con frecuencia me encuentro conversando con líderes de adoración de iglesias pequeñas y de pocos recursos económicos, con pocos o a veces ningún músico, sin un sistema de sonido super avanzado y puedo escuchar ideas como estas: “Si tan solo tuviéramos todo eso nuestra adoración sería diferente y mejor”, “nuestra meta es ser como este o aquel ministerio de adoración” o “todavía no somos como ustedes, pero estamos tratando de seguir desarrollando nuestro ministerio de adoración para algún día llegar a serlo”. Cuando escucho esto quiero firmemente decirles: “¡Ustedes no tienen que ser como nosotros ni como nadie más! ¡Sean quienes Dios les ha hecho con lo que Él les ha dado para servir a quienes Él les ha confiado! ¡Aquí y ahora pueden ser fieles al llamado que Dios les ha hecho!”. El propósito de la iglesia local y la música en la adoración no es producir material para YouTube sino servir a nuestras comunidades con el evangelio semana tras semana. Quiero aclarar que digo estas cosas como alguien que ha compuesto canciones, que ha grabado algunos discos, que tiene videos en YouTube, que está activo ministerialmente en las redes sociales y que de hecho está escribiendo este artículo para ser publicado en una página web. El problema no está en esas cosas en sí mismas, sino en lo que nosotros podemos llegar a hacer de ellas. No es malo ni pecaminoso producir material para bendecir a otros, ni tener cierta admiración por otras personas y ministerios, ni seguir el ejemplo de otros que entendemos están siendo fieles al Señor. Pero necesitamos ver el peligro en hacer de estos más de lo que debemos, al punto de que el internet y no la Palabra de Dios se convierta en nuestra primera fuente de consulta y modelo, y caigamos en el error de querer sólo replicar lo que parece ser exitoso en otros ministerios que vemos desde lejos. Es mi deseo y oración que Dios conceda a los líderes de alabanza y pastores de nuestras iglesias, el perseguir modelar nuestra adoración congregacional según la Palabra de Dios y no simplemente de acuerdo a los videos que encontramos en YouTube.

Jonathan Jerez

Jonathan Jeréz es compositor y cantante, y es conocido a través de su ministerio musical junto con su esposa, Sarah. Actualmente es Anciano y Líder de Adoración de la Iglesia Bautista Central en Oklahoma City, Estados Unidos. Es graduado de una Maestría en Divinidad con Concentración de Pastor de Adoración en Bethlehem College & Seminary en Minneapolis, Minnesota. Jonathan y Sarah tienen tres hijos: Zoë, Noah, y Joy.

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