Así como una persona puede mostrar estar sana por medio de su color de piel, su color en los ojos, su respiración y en general por sus actividades; de la misma manera una iglesia puede mostrar estar sana por sus convicciones y sus prácticas. Basados en Hechos 2:42 quiero presentar dos características más de una iglesia saludable, pues en este pasaje tenemos características ejemplares de la iglesia naciente en pentecostés.
Hechos 2:42 hablando de la iglesia de Jerusalén dice: “Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración”. Habiendo expuesto las primeras dos características en el artículo anterior, pasemos a las últimas dos que encontramos en este pasaje.
1. La perseverancia en las ordenanzas
Lucas luego de decirnos de la perseverancia de la iglesia naciente en las enseñanzas de los apóstoles y en la comunión, ahora nos dice que también perseveraban en el partimiento del pan, lo cual junto al bautismo (que en el contexto se nos explica que la iglesia también lo cumplía) son las dos ordenanzas de Dios para la iglesia.
En el versículo 41 encontramos que los nuevos convertidos al creer en Cristo se bautizaban, lo cual significa que testificaban públicamente su fe en Jesucristo. Esta práctica de la iglesia se debe al mandamiento de Jesús en Mateo 28:19 donde dice: “Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Este acto inicial de los nuevos creyentes era un acto público de identificación con la persona de Cristo como Mesías, identificación con la vida, muerte y resurrección de Jesús, identificación con el mensaje del evangelio.
Podemos decir, por los diferentes pasajes del nuevo testamento, que el bautismo fue practicado como la entrada a la membresía de la iglesia, fue practicado como el testimonio externo de una realidad interna, es decir, la evidencia externa de la fe interna en Cristo. Si una persona decía creer en Jesús como Señor y Salvador, entonces debía dar una señal para atestiguar tal fe, y esa señal inicial era el bautismo.
Ahora bien, así como Jesús mandó el bautismo sobre los nuevos creyentes, también mandó que se practicara regularmente lo que llamamos como santa cena, que es la participación del pan y del vino como recordatorio de la muerte de Cristo. En Lucas 22:19-20 dice: “Y tomando el pan, después de haber dado gracias, lo partió, y les dio, diciendo: ‘Esto es Mi cuerpo que por ustedes es dado; hagan esto en memoria de Mí’. De la misma manera tomó la copa después de haber cenado, diciendo: ‘Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre, que es derramada por ustedes’”.
También esta ceremonia la encontramos en 1 Corintios 10:16-17 y 11:17-34 donde el apóstol Pablo nos indica que esta práctica debe ser de carácter regular en la iglesia, y que su propósito es en primer lugar recordar y anunciar la muerte de Cristo hasta que Él venga. Y en segundo lugar, tener comunión con los hermanos. Y este segundo aspecto es también de mucha importancia, pues es sabido que los primeros cristianos, al decir que partían el pan, no solo era que tenían comunión participando de la Cena del Señor, sino que también participaban de una cena como tal, era una celebración con comidas llamada ágapes, donde en medio ella se hacía la Cena del Señor. Referencias a esto lo podemos ver en Judas 12 y 2 Pedro 2:13.
Por tanto, siendo el bautismo y la Cena del Señor ordenanzas de Cristo para la iglesia, y siendo ejemplarmente practicadas por la iglesia primitiva, como lo vemos en este pasaje de Hechos 2, tenemos aquí entonces otra característica de una iglesia sana. Una congregación de cristianos sana se caracterizará también por identificarse públicamente con Cristo, se preocupará porque cada creyente obedezca el mandamiento del bautismo; y se caracterizará por regularmente recordar la muerte, resurrección y venida del Salvador, a través de la obediencia a la participación en la Cena del Señor; pero una cena del Señor que lejos de ser un mero rito eclesiástico, sea una celebración que refleje realmente tanto la obra del Redentor, como la buena comunión de la iglesia; que refleje la unidad en el cuerpo de Cristo.
2. La perseverancia en la intercesión
Por último, este pasaje de Hechos dos nos dice que la iglesia naciente en pentecostés era constante en las oraciones. Si vamos a Hechos 1:14 antes de pentecostés, nos dice de los discípulos que “Todos estos estaban unánimes, entregados de continuo a la oración”. Si vamos a Hechos 4:23-31 nos dice que luego que liberaron a Pedro y a Juan, la iglesia reunida alzó la voz en oración. Si vamos a Hechos 12:5 donde el Apóstol Pedro al estar encarcelado de nuevo, dice que “Pedro era custodiado en la cárcel, pero la iglesia hacía oración ferviente a Dios por él”. Y luego allí mismo en el versículo 12, donde Pedro luego de ser de nuevo liberado pero ahora por un ángel del Señor, nos dice que el apóstol “fue a la casa de María, la madre de Juan, llamado también Marcos, donde muchos estaban reunidos y oraban”.
Sin duda alguna, la iglesia Cristiana desde sus inicios se ha caracterizado por ir constantemente al Señor en adoración, peticiones, súplicas y ruegos; la iglesia tenía por naturalidad buscar la guía y dirección de Dios en cada área; los creyentes aquí de forma individual y comunitaria, buscaban al Creador alzando sus voces, y esto con la convicción de que Dios no solo era real, sino también Todopoderoso, Soberano, Bueno, Misericordioso y Personal, por tanto, lo más natural de un cristiano era mantener una relación directa y constante con el Señor por medio de la oración.
Podemos entonces afirmar que así como la oración al Señor fue una marca distintiva de la iglesia primitiva, así mismo lo sigue siendo hoy. Otra característica de una iglesia sana será su vida de oración e intercesión; será una de las evidencias de si una iglesia está viva o muerta, mostrará su dependencia del Señor, mostrará su fe y convicciones y desde luego mostrará su amor y devoción.
Conclusión
Así como una persona sana da señales de estar sana, así una iglesia sana debe dar señales de estar sana. La convicción y perseverancia en las ordenanzas y en las oraciones son señales de una iglesia viva, firme y saludable.
Una nota personal para ti querido lector, si estas son características que están en tu iglesia local, agradece a Dios por ello y sé parte activa en la perseverancia de estas cualidades, busca continuar en ellas, profundizando en ellas y animando a otros a seguir constantes. Y si observas que estas no son cualidades de tu congregación o que son prácticas que se han venido descuidando, primero ora al Señor al respecto, segundo comprométete tú mismo con estas practicas, tercero sería bueno que hablaras con el liderazgo sobre el tema, y cuarto anima a otros, tu puedes ser un canal que Dios puede usar para influir en otros en pro de una iglesia sana.