En la terraza del rey: El cristiano y el pecado sexual secreto – Parte 1

El pecado nunca queda en el secreto. Todo está expuesto ante los ojos de Dios.
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David salió a pasear por la terraza de palacio. Después de una larga siesta, le apetecía sentir la brisa de la tarde. Desde allí vio a Betsabé que se estaba bañando, la deseó en su corazón y la hizo traer a sus aposentos (2 Samuel 11). Todos conocemos la historia del pecado del rey David. Un pecado que el rey se esforzó por mantener oculto. Un pecado sexual secreto cuyos efectos catastróficos empezó a sentir de inmediato en su propia alma.

Mientras callé mi pecado, mi cuerpo se consumió con mi gemir durante todo el día. Porque día y noche tu mano pesaba sobre mí; mi vitalidad se desvanecía con el calor del verano (Salmo 32:3-4).

Pero la historia del rey David tristemente se repite en la vida de muchos cristianos. La terraza del rey David sigue abierta al público. No es una terraza cubierta de losas de mármol, pero sigue siendo rectangular… como la pantalla de un teléfono móvil… como una página de una revista… como el televisor de un hogar… Al asomarse a esas terrazas modernas, muchos cristianos sienten ese mismo pesar que el rey David expresa, mientras pretenden seguir viviendo una vida secreta de lujuria que les esclaviza cada vez con más fuerza. En este breve artículo quisiera compartir 10 grandes temas que desde la consejería bíblica podemos tratar en estos casos para ofrecer ayuda al que lucha con el pecado sexual secreto de la pornografía, la masturbación y, en general, con la lujuria, esperando que estas líneas sean también de ánimo al pastor y consejero en su práctica cotidiana de aconsejar.

1. Confiesa tu pecado

La expresión de David en el Salmo anterior es demoledora. “Mientras callé mi pecado, mi cuerpo se consumió…”. Es imprescindible en primer lugar confesar este pecado a tu esposa, a tu pastor, a tu consejero. Haz que el pecado secreto deje de ser secreto, y así poder recibir dirección. La lujuria es pecado, así como complacerse en ver la fornicación de otros mediante la pornografía (Ro. 1:28-32). Aunque la Biblia no habla directamente de la masturbación, tal como dice Joshua Harris: «La masturbación se basa en una visión egoísta de la sexualidad… Cuando damos rienda suelta a nuestros deseos lujuriosos, empujamos a la relación sexual contra un rincón y la transformamos en una experiencia egoísta y aislada que refuerza una visión egoísta de la vida».[1]

2. Confiesa tu idolatría

La relación matrimonial tiene el propósito de ilustrar la relación de amor entre Cristo y su Iglesia (Ef. 5:22-33). Nuestra sexualidad es por tanto un reflejo de nuestra teología. En Romanos 1 vemos claramente como por causa del pecado los hombres cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen en forma de hombre corruptible… Por consiguiente, Dios los entregó a la impureza en la lujuria de sus corazones (v.23-24). El hombre, en vez de adorar al Creador, prefiere adorar las criaturas. En la pornografía y la masturbación se está dando un verdadero culto idolátrico. Dice el Señor, “Porque dos males ha hecho mi pueblo: me han abandonado a mí, fuente de aguas vivas, y han cavado para sí cisternas, cisternas agrietadas que no retienen el agua” (Jer. 2:13). El apóstol Juan nos repite después de dos mil años “Hijos, guardaos de los ídolos” (1 Jn. 5:21). ¿Por qué después de haber comido del árbol de la vida íbamos a querer comer del árbol prohibido? La pornografía ofrece paz, esperanza, seguridad, intimidad, gozo… pero a la hora de la verdad solo se cosecha tristeza y soledad. Los ídolos de este mundo prometen grandes cosas, para defraudarnos profundamente después de haberlos servido. «Los hombres persiguen implacablemente su satisfacción en las cosas terrenales. Se agotarán en los deleites engañosos del pecado y todos encontrarán que sólo es vanidad y vacío, se quedarán perplejos y muy defraudados. Pero aun así, continuarán su búsqueda infructuosa. Aunque cansados, todavía se tambalean bajo la influencia de la locura espiritual, y no alcanzan ningún resultado, sin embargo, persisten en esa eterna desilusión, y siguen adelante. No proveen nada para su estado eterno; los absorbe la hora presente. Y se vuelven a otra y otra cisterna rota, esperando encontrar agua donde ni una gota ha sido descubierta todavía», Charles Spurgeon.

3. Adora a Cristo

¿Por qué habría el cristiano de beber agua salada que no satisface? ¿Por qué, si Cristo es el agua viva que sacia nuestra sed? ¡Adora a Jesús y abandona las falsas promesas de la serpiente! Bebe del agua fresca y viva que es él, y cuando la hayas probado, abandona tu cántaro a sus pies. Cristo es el agua que anhelas. Tu alma tiene sed del Dios vivo. En nuestro camino de santidad sabemos que pertenecemos a él en alma y cuerpo, y que el Espíritu Santo debe tener control absoluto de nuestras vidas (Ef. 5:18). Ese crecimiento en santidad supone dejar atrás las tinieblas para andar en luz, y consagrarnos en alma y cuerpo para la gloria de Dios. Glorificad a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios (1 Co. 6:15-20). Usando una expresión de Ed Welch, un trastorno de la adoración solo puede encontrar su medicina en la adoración verdadera. En palabras de John Piper “El fuego de los placeres de la lujuria se debe combatir con el fuego de los placeres de Dios”. A medida que todo nuestro ser se goza en adorar al Dios vivo, la idolatría de la lujuria se difumina como la niebla al salir el sol de la mañana.

4. No obedezcas a tu cuerpo

En el episodio de 2 Samuel 11 vemos en el rey David claras señales de alerta. El pasaje nos dice que era la época del año cuando los reyes salen a la guerra, y sin embargo David prefirió quedarse en Jerusalén. En concreto ese día, durmió una larga siesta hasta caída la tarde, y se paseaba por la terraza de palacio curioseando qué pasaba en casa de sus vecinos. David estaba ocioso. David escuchó a su cuerpo y el bienestar que le demandaba, y se entregó a la comodidad absoluta. La santificación cristiana no es algo mágico, sino que requiere de lucha y sacrificio. En nuestro caminar en santidad la Palabra de Dios nos recuerda innumerables veces que hemos de dominar los deseos de la carne, y no darles rienda suelta porque sabemos que “cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido” (Stg. 1:13-14). Los que son de Cristo “han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gá. 5:24). Evita la actitud ociosa del rey David. No te entregues al sueño y al dormitar. No hagas zapping frente al televisor. No navegues por internet sin un propósito claro. Planifica aún incluso tu tiempo de entretenimiento, para poder dedicarte a aquello que edifica y no a lo que tu cuerpo te exija.

5. Controla tus ojos

Sabiendo la importancia de los ojos, Job exclama estas palabras en Job 31:1 “Hice un pacto con mis ojos, ¿cómo podía entonces mirar a una virgen?”. Sobre el mismo tema, dice el Señor Jesús en Mateo 5:28 “el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón”. ¿Eres capaz de controlar tus ojos? Tus ojos son la puerta de entrada a tu alma, y es en esa puerta donde hemos de poner los mejores centinelas. Tu corazón se alimenta de lo que entra por tus ojos, y aquello será lo que acabe deseando. Si no somos capaces de dominar nuestros ojos, la solución que nos da el Señor es radical. Leemos en Mateo 5:29: “Y si tu ojo derecho te es ocasión de pecar, arráncalo y échalo de ti; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno”. Es una solución radical pero no literal. La mano derecha, o el ojo derecho, hacen referencia a las mejores capacidades de la persona. Jesús está diciendo que sea lo que sea a lo que tengas que renunciar, arráncalo de tu vida antes que caer en la esclavitud de la lujuria. Créeme. Tus ojos fueron creados para contemplar la belleza del Creador, que es infinitamente superior a las cosas creadas. El corazón de Job se llenaba de gozo ante esa realidad cuando exclamaba “mis ojos [lo] verán” (Job 19:27), y Jesús nos enseñó que son “Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios” (Mt. 5:8). [1] Harris, Joshua. Ni aún se nombre, 110.


Nota del editor: Este artículo es parte de la Revista 9Marcas publicada por el ministerio 9Marks. Puedes adquirir la Revista impresa o en formato Kindle. También puedes descargarla gratuitamente directamente del sitio en internet es.9marks.org.

David Barceló

David Barceló es originario de Palma de Mallorca, licenciado en Psicología por la Universidad Autónoma de Barcelona, Master en Teología Bíblica por el Seminario Westminster en California (MA) y Doctor en Consejería Bíblica por el Seminario Westminster en Filadelfia (DMin). Es miembro de la ACBC (Association of Certified Biblical Couselors) y graduado en Consejería Bíblica por el Instituto de Consejería y Discipulado Bíblico de La Mesa, California (IBCD). David sirve en la Iglesia Evangélica de la Gracia en Barcelona desde sus inicios en 2005, siendo ordenado al pastorado en Junio de 2008. David y Elisabet están casados desde 1998 y son padres de cuatro preciosos hijos: Moisés, Daniel, Elisabet y Abraham.

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