La jerarquía feliz: el orden que embellece el matrimonio

¿Qué puede enseñarnos una historia de guerra sobre el matrimonio? 1 Samuel 14 nos da una imagen sorprendente de liderazgo, apoyo y jerarquía que trasciende el campo de batalla y apunta al diseño divino para el hogar.
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Si alguien te pidiera que enumeraras los pasajes bíblicos más prácticos sobre el matrimonio, ¿a dónde irías? Tal vez recurrirías a Efesios 5 y a la teología mística de Pablo sobre el matrimonio. O tal vez a Marcos 10, donde Jesús fundamenta lo que debemos hacer en el matrimonio basándose en lo que Dios creó para que fuera el matrimonio. O quizá te remontarías hasta Génesis 2 para ver a los primeros esposos.

Probablemente, no pensarías en 1 Samuel 14, donde Dios utiliza a Jonatán y a su escudero para derrotar a todo un ejército. No oirás predicar este texto en muchas bodas. Tanto Jonatán como su escudero son hombres, el escenario es un campo de batalla y el conflicto es la guerra. Pero esta jerarquía marcial y masculina nos ofrece una profunda sabiduría para la jerarquía matrimonial, sabiduría tanto para los esposos como para las esposas.

Cuerpo-cabeza desde el principio

Después de todo, Pablo nos dice que todo matrimonio humano apunta a un matrimonio más real (Ef 5:32). Dios imaginó y creó nuestras uniones de pacto para dar imagen a Su propia relación de pacto con nosotros. El matrimonio existe porque Cristo siempre ha planeado cortejar y ganar una novia. Todo matrimonio predica esa realidad, tanto si el marido y la mujer son conscientes de ello como si no.

Una de las formas más claras en que el matrimonio habla de Cristo y de Su esposa es a través de los papeles asignados por Dios a marido y mujer. Pablo dice:

El marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo El mismo el Salvador del cuerpo (Ef 5:23).

Dios imaginó y creó nuestras uniones de pacto para dar imagen a Su propia relación de pacto con nosotros. / Foto: Unsplash

Cristo es la cabeza, y la iglesia es Su cuerpo. El hombre es la cabeza, y su mujer es su cuerpo. Pablo afirma estas realidades como hechos inalterables (por mucho que nuestra sociedad milite contra ellas). Sin embargo, eso no significa que el reflejo sea siempre claro. El desorden distorsiona la imagen. El sermón del matrimonio es una herejía si la cabeza y el cuerpo no están sanos.

Entonces, ¿cómo es una jerarquía cabeza-cuerpo bien ordenada? Pues bien, la dinámica de cabeza y cuerpo no se limita al matrimonio. Un rey es el jefe de su reino. Un general es el jefe de su ejército. Un padre es el jefe de su hogar. Por lo tanto, podemos observar las relaciones cuerpo-cabeza fuera del matrimonio para obtener sabiduría práctica sobre cómo funcionan dentro del matrimonio.

Y tal vez una de las mejores imágenes de jerarquía feliz en las Escrituras nos llega en 1 Samuel 14. Considera cómo la historia de Jonatán y su escudero ilustra la dinámica cuerpo-cabeza que sustenta el matrimonio.

Las relaciones entre cuerpo-cabeza fuera del matrimonio, como se describe en 1 Samuel 14, ofrecen valiosa sabiduría práctica para comprender su dinámica dentro del matrimonio. / Foto: Unsplash

La jerarquía entra en guerra

La situación en 1 Samuel 14 es la siguiente. Un ejército de filisteos ―con treinta mil carros y más hombres que “la arena de la orilla del mar” (1S 13:5)― ha atacado a Israel. El pueblo de Dios es superado masivamente en número. Y en lugar de confiar en Dios, el rey Saúl se ha hecho el tonto y se esconde en una cueva.

Pero el hijo de Saúl, Jonatán, no es ningún cobarde y se niega a permitir que los filisteos sigan deshonrando a Dios y a Su pueblo. Así leemos:

Jonatán dijo al joven que llevaba su armadura: “Ven y pasemos a la guarnición de estos incircuncisos; quizá el SEÑOR obrará por nosotros, pues el SEÑOR no está limitado a salvar con muchos o con pocos”. Y su escudero le respondió: “Haga todo lo que tenga en su corazón; vea, aquí estoy con usted a su disposición” (1S 14:6-7).

A continuación, Jonatán idea una prueba para ver si Dios realmente lucharía por ellos (versículos 9-10). Después de recibir una señal positiva, leemos:

Los hombres de la guarnición saludaron a Jonatán y a su escudero y dijeron: “Suban a nosotros y les diremos algo”. Y Jonatán dijo a su escudero: “Sube tras mí, pues el SEÑOR los ha entregado en manos de Israel”. Entonces Jonatán trepó con manos y pies, y tras él su escudero; y los filisteos caían delante de Jonatán, y tras él su escudero los remataba (1S 14:12-13).

Dios utiliza este golpe inicial de dos hombres para sumir a todo el ejército en el caos.

Hubo estremecimiento en el campamento, en el campo y entre todo el pueblo. Aun la guarnición y los de la avanzada se estremecieron, y la tierra tembló; fue un gran temblor (1S 14:15).

Al final, los filisteos terminan derrotándose a sí mismos. Y la historia concluye: “Así libró el SEÑOR a Israel en aquel día” (versículo 23).

A primera vista, esta historia tiene poco que ver con el matrimonio. Pero cuando examinamos la sana jerarquía en el centro de 1 Samuel 14, podemos extraer mucha sabiduría práctica sobre la relación cuerpo-cabeza en el matrimonio.

Al analizar la sana jerarquía presentada en 1 Samuel 14, podemos obtener valiosas lecciones prácticas sobre la relación entre cuerpo y cabeza en el matrimonio. / Foto: Jhon Montaña

Jonatán, la cabeza

Comenzamos con Jonatán, la cabeza. Un buen jefe orienta y ordena al cuerpo hacia una misión con su presencia, palabras y acciones, y capacita a sus miembros para cumplir ese propósito. La cabeza orienta y capacita para la misión.

Jonatán lo hace maravillosamente. Es un jefe con ambición jovial por una misión piadosa y orienta a su cuerpo hacia ese fin. La insensata cobardía de Saúl sirve de contrapeso a la audacia de Jonatán. Saúl desobedece a Dios y se esconde en el miedo, mientras que Jonatán ―como su amigo David después de él― arde en celo por el honor de Dios y, con acero en la espina dorsal, se opone a enemigos innumerables con solo dos. Es difícil imaginar aquí a Jonatán como algo que no sea jovial. Tiene una magnanimidad de rey. Tomando prestadas las palabras del rey Lune de Archenland, Jonathan tiene un atrevimiento del tipo “el primero en entrar, el último en salir, el que ríe más fuerte”, una ambición jovial.

Y esa ambición se mueve hacia una misión piadosa: desafiar a los enemigos de Yahvé. Esa misión se basa en el carácter de Dios. Jonatán dice: “Pasemos… porque nada puede impedir que el SEÑOR salve por muchos o por pocos» (1S 14:6). ¡Nada! La fe de Jonatán en Dios lo hace intrépido, y cuando esa fe alimenta una misión ―bueno, a Dios le encanta usar hombres, esposos, cabezas así―. Es más, Jonatán evita que su ambiciosa misión se convierta en una temeraria arrogancia poniendo una prueba para verificar si Dios está de acuerdo con su plan. Hace sonar el pomo de la puerta para ver si Dios la abre de par en par.

Por último, no lo hace solo. No es una isla. Orienta su cuerpo, su armadura, hacia la misión piadosa: “Ven y pasemos a la guarnición de estos incircuncisos” (versículo 6). Jonatán presenta un maravilloso ejemplo de cabeza piadosa. Pero como un barco sin velas, una cabeza sin cuerpo no va a ninguna parte.

Un buen jefe orienta y ordena al cuerpo hacia una misión con su presencia, palabras y acciones, y capacita a sus miembros para cumplir ese propósito. / Foto: Envato Elements

Su escudo de apoyo

El cuerpo de Jonatán en esta historia consiste en un escudero. Como metáfora, un escudero es una buena imagen de una esposa piadosa. En la antigua guerra nórdica, las mujeres a veces apoyaban a los hombres en el combate. Los guerreros masculinos empuñaban las armas e irrumpían en el campo de batalla, mientras que las mujeres ofrecían la ayuda femenina adecuada. A menudo, iban en la retaguardia portando escudos, por lo que se las llamaba “escuderas”. Al igual que la excelente esposa de Proverbios 31 o la Lúthien de Tolkien, las escuderas se visten con la fuerza femenina, se ríen de los tiempos venideros y son más valiosas que los diamantes (Pro 31:10, 17, 25).

Por supuesto, no estoy defendiendo que las mujeres vayan literalmente a la guerra, que las niñas sean guardaespaldas de los presidentes o que las esposas empuñen armas físicas. Pero como metáfora, la escudera ayuda a crear una categoría en nuestra imaginación de cómo una esposa piadosa puede apoyar a su marido.

Y las Escrituras insinúan esta conexión. En Génesis 2:18, la mujer recibe el nombre de “ayuda” del hombre, ezer en hebreo, un término que a menudo describe a Dios, especialmente en relación con la imagen de un escudo. Por ejemplo, Dios es llamado “el escudo de tu ayuda” (Dt 33:29), o repetidamente en los Salmos, Dios es “nuestra ayuda y nuestro escudo” (Sal 28:7; 33:20; 35:2; 115:9-11). Es evidente que la Escritura asocia estrechamente escudo y ayuda.

En Génesis 2:18, la mujer recibe el nombre de “ayuda” del hombre, ezer en hebreo, un término que a menudo describe a Dios. / Foto: Getty Images

Y pocos encarnan mejor la conexión que el escudero de Jonatán. Después de que Jonatán expresa su ambiciosa misión, su escudero responde con pura poesía: “Haz todo lo que está en tu corazón. Extiende tu mano. Yo estoy contigo en cuerpo y alma” (1S 14:7, traducción mía). Recibe, afirma y amplifica la misión del jefe, con una gracia más propia de una danza que de una batalla.

Lo mismo ocurre en el matrimonio. Un buen cuerpo recibe la misión de la cabeza, la afirma o la refina con consejos, y amplifica esa misión con apoyo. Y cuando una esposa lleva el escudo del apoyo, ¿qué ejército puede enfrentarse a su marido? ¿Qué enemigo no caerá? ¿Qué dragón podrá enfrentarse a él? ¿Qué misión rehuirá? La gracia de sus labios pondrá acero en su columna vertebral. La ayuda de sus manos hará que su hogar florezca en un fructífero jardín.

Al igual que una espada necesita un escudo, la cabeza necesita la ayuda del cuerpo. Adán no hace poesía sin Eva.

Como metáfora, un escudero es una buena imagen de una esposa piadosa. / Foto: Envato Elements

Fructificación desproporcionada

Una última observación de nuestro pasaje: Dios recompensó esta hermosa jerarquía de cabeza y cuerpo con una fecundidad desproporcionada. Dos amigos, una espada, un escudo, ordenados correctamente, ¡y Dios puso en fuga a un ejército tan numeroso como la arena de la orilla del mar! Dios utilizó la ambición jovial de Jonatán y la sumisión entusiasta de su escudero para el bien de Su pueblo y la gloria de Su nombre.

Y le encanta hacer lo mismo en los matrimonios bien ordenados. Esposo y esposa cristianos, ¿anhelan ver a Dios obrar el mismo tipo de maravillas a través de ustedes? ¿Quieres que su reino avance a través de tu feliz jerarquía como lo hizo con Jonatán y su escudero?

Hombre de Dios, ¿te das cuenta de que cada interacción que tienes con tu esposa declara algo sobre cómo Cristo dirige a Su esposa ―verdad o mentira―? Cada mirada, cada tono de voz, cada reacción, cada contacto. Todo tu liderazgo o abdicación, todo tu sacrificio o egoísmo, toda tu búsqueda amorosa o pasividad perezosa ―cada vez que libras una guerra por ella o contra ella― todo ello predica. Así que cultiva una ambición jovial por una misión piadosa, y lleva a tu escudera a la carga. Sé del tipo “el primero en entrar, el último en salir, el que ríe más fuerte”. Ámala como lo hace Jesús.

Y mujer de Dios, ¿sabes que el ritmo y la armonía de tu baile con tu marido cuenta una historia sobre la esposa de Cristo? Cada mirada, cada sonrisa, cada palabra, cada caricia, cada comida hecha, cada hijo criado, cada vez que tomas un escudo a su lado ―toda tu fecundidad o infidelidad, todo tu apoyo o sabotaje, todo tu respeto o reproche― todo ello habla. Practica, pues, la feliz disciplina de la sumisión entusiasta. Recibe su misión piadosa, afínala con tu consejo femenino, y luego glorifícala, amplifícala, hazla fructífera y hermosa más allá de lo que él podría haber imaginado. Honralo como la iglesia honra a Cristo.

¿Qué clase de fructificación desproporcionada se complacería Dios en conceder a nuestros matrimonios bien ordenados si más maridos cristianos estuvieran dispuestos a decir: “Ven, vamos a… puede ser que el Señor obre por nosotros”, y si sus fieles esposas respondieran: “Haz todo lo que está en tu corazón. He aquí que yo estoy contigo en cuerpo y alma”? Quiera Dios que así sea.


Publicado originalmente en Desiring God.

Clinton Manley

Clinton Manley es editor contratado de Desiring God y estudiante en el Bethlehem Seminary. Él y su esposa, Mackensie, tienen un hijo y viven en Minneapolis, donde son miembros de Cities Church.

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