La hermenéutica y la teología bíblica

Cada versículo está cruzado y enlazado con los demás para entre todos dar el significado canónico de la revelación del único Dios vivo y verdadero.

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En nuestro artículo titulado «La teología bíblica», en el cual introdujimos el concepto de teología bíblica, decíamos que, a diferencia de los diccionarios, que contienen un glosario de palabras ordenadas alfabéticamente e incomunicadas entre sí, la lectura de la Biblia debe ser integral. Cada versículo está cruzado y enlazado con los demás para entre todos dar el significado canónico de la revelación del único Dios vivo y verdadero. También hablamos sobre la necesidad y la autoridad de la Biblia. El hombre, al ser creado a imagen y semejanza de Dios, necesita la autoritativa e infalible revelación escrita de Dios para poder entender correctamente la realidad de este mundo. Y esto es importante a la luz de lo que vamos a tratar en este artículo. Nuestra visión de la Palabra de Dios, de Dios mismo y del ser humano, juegan un papel fundamental en la interpretación del texto bíblico. Usted lo crea o no, cada persona tiene una hermenéutica. Nadie puede negar el hecho de que en cada intento de leer la Biblia hay un ejercicio de interpretación, lo que técnicamente se llama hermenéutica. Los problemas vienen cuando nuestra hermenéutica niega lo que afirmamos sobre la Biblia. Muchas personas que se hacen llamar cristianas, leen e interpretan la Biblia en una forma que niega la verdad del texto y desmantelan su autoridad. Es común escuchar a individuos decir yo soy cristiano o cristiana, «pero no estoy de acuerdo con esto que dice la Biblia». El problema es que quien dice eso automáticamente se coloca como autoridad por encima de la Palabra de Dios. Es por eso que si decimos que la Biblia es la revelación escrita de un ser infinito a seres finitos, y nos colocamos como críticos y evaluadores de dicha revelación, estamos diciendo que nosotros podemos ser jueces sobre Dios. El famoso escritor inglés, C. S. Lewis reflexionando sobre las motivaciones de esa actitud, decía: «el hombre antiguo se acercaba a Dios como el acusado se acerca al juez. Pero para el hombre moderno [y postmoderno] los roles han sido invertidos. Él es el juez y Dios está en el banquillo de los acusados. En ese juicio es probable que Dios termine condenado. Pero lo importante es que en la realidad el hombre está en el banquillo y Dios es el Juez».1 Muchas veces el «problema hermenéutico» no es entender el significado del texto, sino la aplicación del mismo. Entienden lo que Dios dice en el texto, pero tratan de darle la vuelta al texto o justificarse ante el texto, porque en él, el Señor demanda algo que ellos no están dispuestos a obedecer. Y hay otros que leen la Biblia como si fuera un libro mágico que provee soluciones para problemas personales y terminan creando un «dios» que genera emociones y pasiones, pero no corrige, no enseña, no habla y no salva. En este sentido es bueno recordar la palabras de Dios a través del profeta Isaías: «Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos» (Is. 55:8). Es por eso que afirmamos que la función del cristiano (una persona que se ha arrepentido de sus pecados y ha puesto su fe en la obra salvadora de Jesucristo), no es decidir qué acepta o qué no acepta de la Palabra de Dios, tampoco quitarle o añadirle (Dt. 4:2; Ap. 22:19), sino someterse a su autoridad con la ayuda del Espíritu Santo. Pero también debemos ser cuidadosos entendiendo que no hacemos hermenéutica en el vacío. Vivimos en sociedades diversas donde interactuamos con diferentes cosmovisiones contrarias al texto bíblico. La mayoría de los miembros de nuestras iglesias no leen libros de filosofía, pero sí ven películas como «Avatar», o series de televisión como «The Big Bang Theory», o música de Joaquín Sabina o Lady Gaga, a través de las cuales son bombardeados con ideas panteístas, wiccas, naturalistas, unitarias, relativistas, y llenas de misticismo.2 De ahí surgen múltiples formas de sincretismo que corrompen y distorsionan la Verdad escrita de Dios. Y es por tal razón, que muchas veces imponemos en el texto bíblico ideas y significados que no están en el texto. Nuestra interpretación debe ser intra-texto, no extra-texto; debe surgir del texto no venir de fuera del texto. Con esto en mente, pasamos a discutir algunos puntos importantes para nuestra hermenéutica.

EL CARÁCTER PROGRESIVO DE LA REVELACIÓN DIVINA

Cuando nos referimos al carácter progresivo de la Palabra de Dios estamos diciendo que Dios no reveló su Palabra en un todo o completa en un momento específico de la historia, sino a través de hechos y acontecimientos sucesivos en la historia. La Biblia fue escrita a través de muchos siglos. La carta a los Hebreos nos ayuda a entender la naturaleza progresiva de las Escrituras y su culminación en la persona y obra de nuestro Señor Jesucristo. En Hebreos 1:1-2 leemos: «Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo». Es importante entender que la revelación progresiva de Dios no debe ser vista como un proceso meramente lineal o mecánico, donde verdades son sumadas hasta completar una montaña de verdad. Más bien, debe ser vista como la progresión de la interpretación de eventos salvíficos que apuntan hacia el verdadero y perfecto evento de salvación (la cruz de Cristo). Las Escrituras fueron escritas con un nivel de auto-conciencia de los primeros textos apuntando a futuras revelaciones que complementarían la revelación dada. Primeras revelaciones esperaban otras revelaciones (ej.: Gn. 3:15; Dt. 18:15-22; 2 S. 7; Sal. 2, 110; Dn. 12:4; Mal. 4:2). Y esto es lo que hace la teología bíblica, estudiar y entender el desarrollo y la unidad de esta progresión a través del canon. Esta progresión y unidad orgánica es lo que nos comunican los primeros versículos de la carta a los Hebreos: el Dios que llamó a Abraham y que se reveló a través de los profetas del Antiguo Testamento es el mismo Dios que se reveló en la persona de Jesucristo, con un mismo mensaje de salvación. En resumen, en la persona de Cristo Dios ha concluido lo que él empezó en los primeros tiempos.3 Es por este carácter progresivo que nosotros – al igual que los discípulos en Pentecostés – entendemos la resurrección de Cristo de manera más clara que aquellos a quienes se la explicaron antes de que ocurriera. En la medida en que la historia de redención se desarrolla con un mayor testimonio de la gloria de Dios, es así que se va aclarando la interpretación de la misma. Nosotros vivimos en un marco teológico post-resurrección y pre-segunda venida.4 Richard Lints lo dice de esta forma: «la revelación bíblica progresa porque refleja la naturaleza progresiva de redención, la historia del involucramiento de Dios en la redención de su pueblo a través de diferentes etapas de la historia».5

TIPOLOGÍA, UN CONCEPTO IMPORTANTE EN LA HERMENÉUTICA

Uno de los medios a través de los cuales se desarrolla y se desencadena el plan histórico de redención es por medio de la tipología. El término viene de la palabra griega tupos que la Reina-Valera traduce como «figura» en Romanos 5:14. La tipología bíblica se refiere al estudio de tipos o figuras – personas, eventos e instituciones – en el Antiguo Testamento que Dios ordenó como prefiguraciones que apuntaban y tienen su cumplimiento en la persona y obra de nuestro Señor Jesucristo.6 La primera persona o evento o institución es llamada tipo, mientras que la última es llamada antitipo. Lo menor apunta a lo mayor. Este concepto está relacionado con el tema promesa-cumplimiento y con la unidad orgánica de la Biblia. Lo primero tiene su cumplimiento en lo último. Es por esto que Cristo es llamado el verdadero Sacerdote. En él se cumple lo que el sacerdote en el antiguo pacto representaba, el perdón de pecado de una vez y para siempre (He. 8-10:18). Otro ejemplo que la Biblia presenta de tipo y antitipo es el contraste Adán-Cristo. Adán es presentado como una figura de Cristo (Ro. 5-12-21; 1 Co. 5:21-49). Cristo a diferencia de Adán no pecó; y logra lo que Adán no pudo lograr, la salvación del pueblo de Dios (todo aquel que se arrepienta y crea en él). Este tema de la tipología es un poco más largo, pero aquí solo lo estamos introduciendo. Antes de pasar a nuestro próximo punto es importante enfatizar lo siguiente: la tipología no es alegoría o paralelismo. Hay personas que por su deseo de ver a Cristo en el Antiguo Testamento, desarrollan figuras de Cristo donde la Biblia no lo enseña. La tipología bíblica está enraizada en realidades históricas mostradas en el texto bíblico, que tienen su culminación en la persona y obra de Cristo Jesús, con la correspondiente referencia en el Nuevo Testamento.

Edgar Aponte

Es Vicepresidente de Movilización para la Junta de Misiones Internacionales. Previamente sirvió como Director de Desarrollo de Liderazgo Hispano en el Southeastern Baptist Theological Seminary en Wake Forest, North Carolina. Le acompañan en su ministerio su esposa Sara y dos hijos. 

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