La Biblia enseña que los creyentes son responsables de someterse a sus pastores y líderes. En Hebreos se nos dice: “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos” (He. 13:17). Los cristianos deben honrar a sus líderes. Claro, esto asume que el pastor o líder tiene y refleja las características morales y de formación indicadas en la primera carta de Pablo a Timoteo: irreprochable, fiel a su esposa -si es casado-, sobrio, prudente, de conducta decorosa, hospitalario, apto para enseñar, con su casa en orden, con buena reputación tanto dentro como fuera de la iglesia, no dado a la bebida, no chismoso, no contencioso, no avaricioso, no un recién convertido (1 Ti 3:1-7). Así como los pastores están llamados a cuidar a sus ovejas de falsos maestros, estos también tienen que enseñarles a cuidarse de líderes que abusan de la autoridad que le ha sido delegada. En diversas ocasiones hemos visto hombres de Dios que han caído en situaciones donde necesitan fuerte corrección y confrontación. Es como si pastores piadosos “se volvieran locos”. Pero también, líderes fieles deben preparar a sus congregaciones a evaluar futuros líderes para cuando ellos ya no estén. En el libro La Membresía de la Iglesia, Jonathan Leeman presenta algunos escenarios en los cuales una persona no debería someterse a sus líderes. Leeman explica: Todos nosotros somos llamados —en algún momento— a sobrellevar con humildad los errores y pecados de algún líder. Sin embargo, si te encuentras en una iglesia donde el liderazgo es característicamente abusivo, te animaría —en la mayoría de los casos— a marcharte. Marcharte para proteger tu discipulado, para proteger a tu familia, para dar ejemplo a los miembros dejados atrás y para dar testimonio a los vecinos que no son cristianos no concediendo credibilidad al ministerio de esa iglesia. ¿Cómo puedes reconocer el liderazgo abusivo? Pablo exige dos o tres testigos para que una acusación sea admitida contra un anciano (1 Ti. 5:19), probablemente porque sabe que los líderes serán acusados de cosas desagradables más a menudo que otros (y a menudo injustamente). Aclarado esto, podemos decir que las iglesias y los líderes cristianos abusivos característicamente:

  • Hacen declaraciones dogmáticas acerca de asuntos donde la Biblia guarda silencio.
  • Se apoyan en la inteligencia, el humor, el carisma, la culpa, las emociones o en amenazas, en vez de apoyarse en la Palabra de Dios y en la oración (cf. Hch. 6:4).
  • Benefician a sus favoritos.
  • Castigan a los que no están de acuerdo con ellos.
  • Emplean formas extremas de comunicación (temperamental, silenciosa, etc.).
  • Recomiendan cursos de acción que siempre —de alguna manera— mejoran la propia situación del líder (aun en perjuicio de otros).
  • Hablan demasiado y sin pensar.
  • Rara vez hacen buenas obras en secreto.
  • Rara vez estimulan.
  • Rara vez otorgan el beneficio de la duda.
  • Enfatizan la apariencia exterior, en vez del arrepentimiento del corazón.
  • Predican, aconsejan, disciplinan y supervisan la iglesia con labios que no honran todo lo que Cristo ha hecho en el evangelio y que no dan toda la gloria a Dios.

Edgar Aponte

Es Vicepresidente de Movilización para la Junta de Misiones Internacionales. Previamente sirvió como Director de Desarrollo de Liderazgo Hispano en el Southeastern Baptist Theological Seminary en Wake Forest, North Carolina. Le acompañan en su ministerio su esposa Sara y dos hijos. 

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