La apologética y la iglesia latinoamericana: Enfocados en el evangelio

La apologética es muy útil, sin embargo, existe la tentación de elevar nuestra carne y presentarnos como los sabios de nuestra era.
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Si has seguido nuestra serie de artículos, hasta ahora habrás leído que la iglesia en latinoamérica atraviesa un momento en el que es crucial defender la fe, evitando el sincretismo. Nuestro fundamento debe ser la Palabra de Dios. Ahora, me gustaría hablar contigo más sobre la centralidad del evangelio de nuestro Señor Jesucristo en la apologética.

La apologética sin evangelio es desobediencia

El versículo que se ha utilizado para acuñar el término para el ministerio de la defensa de la fe “apologética” o “apología” es 1 Pedro 3:15:

“..sino santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia”.

En ese verso, la palabra utilizada que fue traducida a “defensa” en el castellano es ἀπολογία (apologia) y significa una defensa/respuesta/razón verbal. Pero, ¿hemos realmente considerado el contexto de este pasaje? Pedro está escribiendo a “los expatriados, de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia” (1 Pedro 1:1). Él escribe a una iglesia perseguida y dispersa para ayudarles y animarles respecto a cómo vivir siendo cristianos en un mundo hostil en la que se encuentran actualmente. ¿Cómo hemos de responder en este contexto de persecución? El resto del versículo 15 del capítulo 3 nos lo dice:

  • “… santifica a Cristo como Señor en vuestros corazones”. Un imperativo que requiere acción: aparta a Cristo como tu Señor en tu corazón, no importa cuanto sufras por la justicia (vs. 14) o que dicen de tu fe. Jesús, y su Palabra y comisión, son tus órdenes como buen soldado.
  • “… siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande”. Una perpetua preparación para estar listos en tiempo y fuera de tiempo para compartir con todos.
  • “… razón de la esperanza que hay en vosotros”. ¿Cuál es la esperanza en nosotros?

El contexto de este versículo es la proclamación del evangelio; no simplemente una refutación de la cosmovisión de nuestros solicitantes solo para detenernos ahí. No es ganar un argumento filosófico. Ni siquiera tiene el fin de mostrar que hay un Creador — la mayoría del mundo en varias eras de historia cree que hay un Creador, y aún así lo odia. Admitir que hay un Dios Creador es razón para reconocer nuestra propia condenación, no razón para tener esperanza. Solo el evangelio nos da esperanza. El propósito y fin de la apologética es el evangelio. “… pero hacedlo con mansedumbre y reverencia”. Aquí se subraya una de las mayores debilidades de la apologética común. Se ve en las redes sociales en páginas anti-ateístas una clase de burla contra los ateos. Es increíble saber que nosotros que hemos sido salvos en contra de nuestra voluntad pecaminosa, ahora actuamos como si fuéramos de mejor corte que aquellos que no han disfrutado de esta gracia que nos fue dada. Por otro lado, antes de abordar la apologética con los incrédulos y los creyentes igual, sería bueno considerar algunos versículos muy familiares.

“Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:19-20). “Y todo esto procede de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación” (2 Corintios 5:18).

Lo que es conocido como la “gran comisión” en Mateo 28 nos revela las órdenes que Jesús dejó a su iglesia con relación a nuestra actividad ante el mundo. Hay tres mandatos aquí respecto nuestro trato con el mundo. Por supuesto, eso es compartir el evangelio. Una vez que están en Cristo, el bautismo y el discipulado. También, el apóstol Pablo escribe que nos fue dado el ministerio de la reconciliación. Así que cualquier mensaje que compartimos con el mundo sin llevar el evangelio, es un acto de desobediencia hacia esos mandatos bíblicos universales.

Apologética y un entendimiento correcto de la salvación

Teniendo presente la explicación sobre reconciliación en el parágrafo anterior, veamos Romanos 5:10:

“Porque si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por su vida”.

El evangelio de Cristo Jesús es lo único que nos puede reconciliar. Puede que esto sea lo más elemental de la fe cristiana, pero por lo que parece, muchos cristianos lo entienden hasta que llegan a la apologética y la separan del entendimiento sistemático que tienen respecto las doctrinas de la Biblia. Es clave entender esto porque existe un peligro muy sutil pero de gran consecuencia en la apologética. El uso y la práctica de la apologética puede engañar a nuestra carne. En Cristo, hemos perdido prestigio y erudición ante el mundo, pero en el campo de la apologética, de repente nos encontramos en una situación donde se nos ofrece alguna clase de restauración de prestigio entre los hermanos de la fe que nos enaltece a lugares de admiración. Nuestra carne es tan depravada y con frecuencia, en esos momentos de tentación, solemos minimizar lo que enseña la Biblia sobre el hombre perdido debido a nuestra confusión e incluso engaño. Queremos debatir a favor de Dios de manera filosófica sin considerar que el poder que fue dado con exclusividad para salvar a los hombres es el Evangelio. En una ponencia apologética, bajamos nuestras gafas de profesor con estilo de los élites y exponemos una muestra de una mente aguda durante el uso de tácticas envueltas en argumentos filosóficos. Hemos memorizado las falacias de la lógica que es lo que hacen nuestros oponentes: Ad Hominem, Ad Hoc, A Priori, Ad Populum, hombre de paja, etc. y nos escuchamos tan dignificados y preparados ante nuestros hermanos, asombrados cuando señalamos sus usos en los argumentos de nuestros oponentes. Quizá con esta atención, nos sentimos vindicados por los desprecios de nuestros familiares cuando confesamos que ahora seguimos a Cristo, dejando los sacramentos vacíos y la idolatría para seguir al verdadero Cristo Jesús. Puede que haya algo de dolor no desvanecido aún por el rechazo por parte de nuestros amigos y vecinos, pero ahora el héroe de la apologética entró como un soldado armado con las piedras más preciosas de su príncipe en su escudo y la espada que mucho envidian, y nos rescata de nuestro estado humillado para llevarnos a un pedestal de admiración. Con todo esto, quiero decir: tengamos cuidado de no terminar justificando y exaltando nuestro yo en vez de exaltar a Dios. El hombre intenta exaltarse mediante una muestra de mayor inteligencia y poder comparativos, pero Dios es exaltado por los hombres cuando salva a un vil pecador. Las dos cosas no se mezclan. De hecho, la salvación ocurre cuando a una persona muerta en sus pecados (Col. 2:13) le es concedida el arrepentimiento de su vil oposición a su Creador (Hechos 11:18; 2 Tim 2:25) y todo debido a una intervención milagrosa de Dios. John Piper lo explica de manera que nos puede guiar a una dirección soteriológicamente correcta para aplicarla a la apologética:

“Aunque Dios desea que todas las personas sean salvas, Él ‘quizás conceda arrepentimiento’. Creo que significa que el deseo de Dios es que todos sean salvos pero esto no hace que salve Él a todos. Dios tiene deseos que no alcanzan el nivel de volición. Están sujetos por otras consideraciones — como su sabiduría, que lo guía a mostrar su gloria en la forma más completa. Tiene sus razones de por qué «tal vez conceda arrepentimiento» a algunos pecadores, y a otros no”[1].

Nunca olvides que el hombre no carece de evidencias para adorar a Dios, sino que las detiene con su propia injusticia.

“Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia restringen la verdad; porque lo que se conoce acerca de Dios es evidente dentro de ellos, pues Dios se lo hizo evidente. Porque desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que no tienen excusa” (Romanos 1:18-20).

Este versículo quizás es el más popular en las prédicas, artículos, libros, argumentos apologéticos para mostrar que no existen ateos sinceros debido a la revelación general que está como testigo perpetuo y acusa a un mundo rebelde. Pero este versículo solo postula de manera implícita que la existencia de Dios es obvia, mientras es explícita la acusación divina de que las personas conocen unos atributos de Dios (su eterno poder y divinidad) como Creador. Aunque los ateos conocen esto de Dios, responden con ingratitud adorando a lo creado en vez del Creador. Esto significa que el problema no es el ateísmo, sino la ingratitud y adoración mal dirigida. El mundo ni siquiera puede responder de manera piadosa a Dios porque su corazón fue entenebrecido y su razonamiento se volvió vano (Romanos 1:21). Ellos no necesitan necesariamente (valga la redundancia) solo corregir su razonamiento, sino que necesitan luz para iluminar su corazón entenebrecido, y verdad en sus mentes vanas. La receta para esta dilema es más allá que un simple argumento: “Pues Dios, que dijo que de las tinieblas resplandeciera la luz, es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo” (2 Corintios 4:6). Nuestra respuesta para los argumentos filosóficos del mundo no es tanto demostrar la existencia de Dios, sino destapar los atributos de Dios que ellos mismos están deteniendo con su injusticia. Al navegar por las aguas de sus dudas y preguntas con herramientas apologéticas y bíblicas, vamos en rumbo a una presentación bíblica del evangelio, sabiendo que es ahí donde Dios ha colocado poder transformador.

Desafíos y retos para la iglesia latinoamericana

La oportunidad que tiene la iglesia latinoamericana es inmedible. La dirección de la iglesia para el próximo siglo o dos depende mucho en cómo responde a los desafíos que enfrenta ahora. Por supuesto Dios puede cambiar el rumbo de la iglesia sin importar las decisiones que la iglesia toma ahora, pero por lo que parece, no ha trabajado de esa manera en el pasado. Vemos en la historia que Dios suele utilizar a hombres y mujeres como nosotros para proyectar la dirección de la iglesia mientras ella busca esa dirección en su Palabra. Tengamos cuidado de no solo afirmar Sola Scriptura, y luchar por enseñar la suficiencia de las Escrituras en nuestras predicas semanales, solo para contradecirnos a nosotros mismos respecto la apologética. Tengamos cuidado no abordar la apologética como si fuera dividida o separada del alcance del poder de Dios para la salvación (Rom 1:16); un poder que se encuentra solamente en el plan salvífico del evangelio de Cristo Jesús. Los desafíos y retos que enfrentamos ahora no solamente es la decisión de someter toda herramienta ministerial a la autoridad y suficiencia de la Palabra de Dios, sino que nuestras herramientas procedan de la misma. La apologética es muy útil, sin embargo, existe la tentación de elevar nuestra carne y presentarnos como los sabios de nuestra era. Dicha soberbia nos ciega a las verdades bíblicas. Estudiemos la tradición manuscrita, investiguemos los argumentos contra la existencia de Dios, su atributos, las sanas doctrinas y afirmaciones de las Escrituras y acerquémonos a este mundo perdido con la Biblia siempre abierta; sostenidos siempre sobre este fundamento, confiando en el poder de Dios y no en la debilidad de nuestros argumentos.


[1] John Piper, God Desires All to Be Saved, and Grants Repentance to Some, //www.desiringgod.org/articles/god-desires-all-to-be-saved-and-grants-repentance-to-some, accedido el 30 de noviembre, 2016.

Joe Owen

Director y Expositor Principal de «Respuestas en Génesis» para América Latina. Joe ha enseñado muchas partes de Latinoamérica. Estudia en la Universidad de Luther Rice y se especializa en cosmovisiones y apologética. Es co-autor del libro Una Sola Raza, Una Sola Sangre con Ken Ham.

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