Nota del editor: Esta es la segunda entrega de una serie especial titulada «Hombre y Mujer: Dignos y Diferentes», donde el Pastor Daniel Puerto explora lo que las Escrituras nos dicen acerca del hombre y la mujer y su relación como criaturas dignas y diferentes. Te invitamos a leer la Introducción a la serie y los subsecuentes artículos: ¿Quién es una mujer?; ¿Complemento o Igualdad Total?; El rol de la esposa en el matrimonio; El rol del esposo en el matrimonio; y Hombre y Mujer en la iglesia local.
“Varón y hembra los creó” (Génesis 1:27).
Mi esposa y yo recibimos el regalo de ser padres de Emma, una niña preciosa que tiene 14 meses. Por asuntos que tenemos que atender como responsables de Emma, hemos estado en contacto con otros padres jóvenes que están llevando a sus hijos al pediatra o a los parques. Hemos entablado relaciones con hombres y mujeres que crían niños y anhelan darles un futuro. Recientemente, mi esposa escuchó a una madre de un varón expresar que su hijo tiene nombre “neutro”, que el color de su cuarto y ropa es también “neutro” y que su trato hacia el niño es “neutro”. El propósito de tanta neutralidad es darle al pequeño la libertad de decidir qué quiere ser – hombre, mujer o lo que mejor le parezca. Dos ejemplos recientes de este modo de pensar son el de una madre que obsequió a su hijo de 8 años una lección con un maquillador profesional para aprender a maquillar y las nuevas políticas sobre identidad sexual aprobadas para las escuelas de Alberta, Canadá (entre las cuales están: escoger tu propio pronombre personal, tener la libertad de jugar en equipos de varones o mujeres según desees y usar los baños para hombres o mujeres según sea tu preferencia). En algunos aspectos el hombre y la mujer son iguales. Ambos son personas espirituales creados por Dios con dignidad y valor. Ambos merecen ser tratados con respeto, honor y justicia porque han sido hechos a la imagen de Dios (Génesis 1:27). Ahora bien, existen diferencias entre el hombre y la mujer que solamente una persona necia atribuye a presiones culturales o sociales y desea erradicar. El Dr. Werner Neuer, en su libro Man and Woman [Hombre y Mujer] lista algunas diferencias psicológicas, físicas y personales que existen. Entre otras, se pueden mencionar las siguientes: la estructura y constitución ósea, los músculos, la piel, los órganos sexuales y su función, la constitución sanguínea, los líquidos corporales, las hormonas, la estructura celular y los cromosomas, la función cognitiva, las habilidades, la apariencia y las relaciones.[1] El Dr. Gregg Johnson, profesor de biología en la Universidad Bethel en Minnesota, escribe un fascinante artículo sobre las diferencias biológicas entre el hombre y la mujer. Citando diversos estudios y expertos en el campo de la biología provee evidencia de las enormes diferencias que existen entre el hombre y la mujer. Las diferencias se dejan ver en las siguientes áreas: (1) sistema fisiológico no nervioso, (2) sistema nervioso periférico, (3) cerebelo y sistema límbico, (4) cerebro, (5) diferencias evidentes al momento del nacimiento, y (6) diferencias en manejo del estrés.[2] Al analizar la evidencia llegamos a la siguiente conclusión: el hombre y la mujer son personas definitivamente diferentes por diseño divino. Por esta razón, Dios ha establecido en Su Palabra que los hombres deben lucir siempre como hombres y las mujeres deben lucir siempre como mujeres. Aunque las normas de estilo en cabello y vestido varían entre culturas, naturalmente entendemos que es una deshonra que el hombre luzca como una mujer o que la mujer luzca como un hombre (1 Corintios 11:2-16).[3] Ahora bien, no es suficiente lucir como un hombre, es necesario actuar masculinamente.
Definición
¿Cómo definimos lo que un hombre es? ¿Cómo respondemos si nos preguntan quién es un hombre o qué es la verdadera masculinidad? En este punto las Escrituras no dejan lugar a dudas ni ambigüedades. Un hombre es una persona creada por Dios con el propósito de adorarle y disfrutarle por siempre y que ha sido puesto en la tierra para liderar con amor, proveer sacrificialmente y proteger con valentía a los que le rodean.
Un hombre es un líder amoroso
El hombre está llamado por Dios a ejercer liderazgo con amor. El Espíritu Santo nos enseña a través del Apóstol Pablo que el hombre debe ser líder en el hogar (Efesios 5:22-24) y en la iglesia (1 Timoteo 2:9-15). ¿De dónde sacó Pablo esa idea? ¿Tomó estas enseñanzas de su cultura machista o misógina? No. Él recibió palabras inspiradas por el Espíritu Santo para explicarnos que el hombre está llamado por Dios a ejercer el liderazgo porque, según el orden de la creación, el hombre fue formado antes que la mujer. Es una cuestión de roles o funciones. Dios creó al hombre para tomar la iniciativa, dar el primer paso, guiar, dirigir y dar la cara cuando es necesario como lo hace todo líder responsable. “Esto no dice absolutamente nada (positivo o negativo) acerca de las capacidades de la mujer… Dios sencillamente decidió entregar esta función al hombre”.[4] Ahora bien, es imperativo afirmar que el hombre debe ejercer su liderazgo con amor. Sin esta esencial característica todo liderazgo masculino vendrá a desgracia. Un hombre que dirige sin amor está destinado a afligir a quienes están bajo su autoridad. Recordemos que “el amor es paciente, es bondadoso. El amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante. No se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido. El amor no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser” (1 Corintios 13:4-8, NBLH). El hombre que lidera motivado por el amor – y no por egoísmo u orgullo – siempre se pregunta: “¿Qué es lo mejor para aquellos que están bajo mi autoridad? ¿Cómo me puedo sacrificar para apoyar su avance, desarrollo, crecimiento y triunfo?”. Un hombre que está dirigiendo con amor durante la evacuación de un barco que se hunde no usa su liderazgo para subirse primero en el bote salvavidas, más bien grita: “Mujeres y niños adelante”.
Un hombre es un proveedor sacrificado
El hombre que es un líder amoroso hará gran sacrificio para proveer para los suyos. Esta provisión llegará para cubrir necesidades físicas, materiales y espirituales. Pero dicha tarea no será nada fácil. Una consecuencia catastrófica del pecado de nuestros primeros padres fue la maldición que recibió la tierra. Dios estableció que el hombre encontraría suma dificultad al buscar alimento (Génesis 3:17-19). Por esta razón, muchos hombres están llevando vidas de egoísmo, holgazanería o pasividad sin cumplir su tarea como proveedores. Otros caen presa de estrategias para ganar “dinero fácil” como esclavizarse con deudas, vender drogas o jugar la lotería. Este principio de provisión masculina se expresa con toda claridad en Efesios 2:28-29 donde leemos que los esposos deben “amar a sus mujeres, como a sus propios cuerpos” porque “el que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia” (NBLH). El hombre que provee sacrificialmente para los suyos se preguntará a menudo: “¿Cuáles son las necesidades reales de quienes están bajo mi cuidado? ¿Cómo puedo depender de Dios para proveer lo suficiente en el área espiritual, física, material o emocional?”. El mismo Cristo Jesús, quien es nuestro mayor ejemplo de masculinidad, se sacrificó hasta la muerte para proveer salvación al pecador (Filipenses 2:5-8).
Un hombre es un protector valiente
El liderazgo amoroso de un hombre no solamente le lleva a proveer sacrificialmente, sino también a proteger con valentía a los suyos. El hombre es quien “da la cara”, quien se prepara para momentos en que sea necesario defender, socorrer y dar auxilio a quienes están bajo su autoridad. Adán, el primer hombre, falló en proveer protección a su esposa de los ataques de Satanás en el huerto y las consecuencias han sido fatales, incalculables y eternas. La iglesia de Éfeso sería atacada por “lobos feroces” que sin misericordia destruirían la vida de las ovejas, pero de pie estarían los pastores/ancianos/obispos para proteger el rebaño (Hechos 20:28-29). Los hombres que han recibido responsabilidades de liderazgo espiritual en la iglesia local son llamados a cuidar con valentía al rebaño del Señor Jesucristo. Este principio se transmite a todas las relaciones hombre-mujer. El hombre es el protector y quienes están a su cuidado son los protegidos. Un individuo que está viviendo fielmente su masculinidad siempre estará preparado para proteger a los suyos, de ser necesario hasta la muerte. Las preguntas que son frecuentes en la vida de dichos hombres son: “¿Qué peligros espirituales, intelectuales, morales o físicos están viniendo sobre quienes se han refugiado bajo mi autoridad? ¿Estoy preparado para defender y cuidar a los míos?”.
Un gran llamado
No cabe la menor duda que Dios ha dado una gran responsabilidad a los hombres. Él nos creó para ser líderes, proveedores y protectores. Él nos dio capacidades físicas, mentales y emocionales para cumplir nuestro rol. Sin embargo, esta tarea solamente puede ser entendida y llevada a cabo en el poder del evangelio. Por esta razón, concluyo afirmando que el hombre pecador comprenderá su llamado a la verdadera masculinidad y cumplirá con su rol al haber sido redimido por Cristo Jesús y al ser continuamente lleno del Espíritu Santo.
[1] Citado por Stuart W. Scott, “Una Masculinidad Cristiana”, en el libro de John MacArthur y la Facultad de The Master’s College, Piense Conforme a la Biblia (Grand Rapids, Michigan: Editorial Portavoz, 2004), 169. [2] La brevedad del presente artículo no permite elaborar en cada punto. Sin embargo, se anima al lector a informarse sobre las diferencias entre los complejos sistemas del cuerpo del hombre y la mujer. Gregg Johnson, “The Biological Basis for Gender-Specific Behavior” [“Las Bases Biológicas para el Comportamiento de Género Específico”] en John Piper y Wayne Grudem, Recovering Biblical Manhood and Womanhood. [3] Frank S. Thielman, ESV Study Bible, 1 Corintios 11:14. Les recomiendo que presten atención a la explicación del Pastor Miguel Núñez cuando responde a la pregunta “¿Puede la mujer cristiana usar pantalones?”. [4] Stuart W. Scott, “Una Masculinidad Cristiana”, 173.