Falso perdón vs verdadero perdón

El perdón genuino es mucho más profundo. El perdón verdadero es una ofrenda agradable a Dios, pero la falta de perdón podría demostrar que aún no creemos en Cristo.
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Antes bien, amen a sus enemigos, y hagan bien, y presten no esperando nada a cambio, y su recompensa será grande, y serán hijos del Altísimo; porque Él es bondadoso para con los ingratos y perversos (Lc 6:35).  

El perdón genuino es mucho más profundo que una disculpa superficial. Perdonar no es ponerle una especie de “parche” a una relación para que no se haga evidente lo que realmente hay en el corazón. En cambio, se trata de un giro de 180 grados en la actitud hacia el ofensor; es la decisión racional de no tener en cuenta su ofensa por amor a Dios, incluso si en nuestro interior hay una batalla.

Pero ¿cómo saber si hemos perdonado genuinamente y no hemos simplemente cubierto nuestro resentimiento? Veamos brevemente lo que las Escrituras muestran sobre el perdón.

Perdón: fruto de nuestra conversión

Lo más fundamental que podemos decir acerca de nuestro perdón hacia otros es que es un fruto de nuestra conversión.

Los cristianos verdaderos reconocemos que hemos sido bendecidos de manera inconmensurable y totalmente inmerecida. El Creador del mundo nos ha elegido y nos ha adoptado, planeando desplegar Su amor desde antes de la creación del mundo. A través de Su Hijo Jesucristo, quien murió por nuestros pecados, pagó la deuda que no éramos capaces de pagar. Luego nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, preparando una hermosa herencia para nosotros (Ef 1:3-14). 

Al ver toda esa gracia, ¿cómo responderemos? Con una vida de fe, llena de gratitud y obediencia. Al reconocer la profundidad de este amor que perdona, nos apremia seguir Su ejemplo y ofrecer a otros el mismo perdón que hemos recibido (2Co 5:14-15). Ahora, si alguno tiene una actitud implacable que no está dispuesta a perdonar, debe reflexionar seriamente si en verdad es salvo.

El perdón genuino es mucho más profundo que una disculpa superficial. / Foto: Envato Elements

En Mateo 18:23-35 leemos cómo Jesús comparó el reino de los cielos con un rey que perdonó a su siervo una cantidad de dinero que era imposible pagar, y luego este mismo no perdonó a su consiervo de una deuda más pequeña. ¿Cuál fue la reacción del rey ante el siervo que no perdonó? El Señor dice:

Entonces, llamando al siervo, su señor le dijo: “Siervo malvado, te perdoné toda aquella deuda porque me suplicaste. ¿No deberías tú también haberte compadecido de tu consiervo, así como yo me compadecí de ti?”. Y enfurecido su señor, lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que le debía. Así también Mi Padre celestial hará con ustedes, si no perdonan de corazón cada uno a su hermano (Mt 18:32-35). 

El Espíritu Santo que mora en nosotros nos convence de pecado, y si no somos contristados al desobedecer Sus mandamientos, hay una gran posibilidad de que no seamos una de sus ovejas. Marcos 11:26 dice: “Pero si ustedes no perdonan, tampoco su Padre que está en los cielos perdonará sus transgresiones”. 

En conclusión, debemos tener cuidado de no ser como aquellos que, sin ser salvos, simplemente hacen cosas de cristianos. Cristo dijo: 

Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en Tu nombre, y en Tu nombre echamos fuera demonios, y en Tu nombre hicimos muchos milagros?”. Entonces les declararé: “Jamás los conocí; apártense de Mí, los que practican la iniquidad” (Mt 7:22-23).

Tal es el caso de una persona que irremediablemente se niega a perdonar.

Al comprender la profundidad del amor perdonador de Dios, estamos llamados a seguir Su ejemplo y ofrecer el mismo perdón a los demás. / Foto: Pexels

La lucha por el perdón

Ahora, es importante aclarar que un creyente puede luchar con la falta de perdón y que no perderá su salvación por los errores que cometa (Jn 10:29). Si realmente somos salvos y rehusamos perdonar a nuestros ofensores, estamos abriendo una oportunidad para que Satanás pueda zarandear nuestras mentes y nuestras vidas. Necesitamos arrepentirnos y actuar por fe, obedeciendo aun cuando no tengamos el deseo de hacerlo.

Aun cuando no tenemos el deseo de perdonar, nuestra obediencia prueba que confiamos en un Dios justo y perfecto (1P 2:23). En 1 Samuel 15:22 leemos que “el obedecer es mejor que un sacrificio”, pues cuando vamos en contra de nuestra propia voluntad por amor al Señor, le estamos dando gloria. Además, a medida que hacemos más y más aquello que, quizás, no deseamos hacer, el Señor cambiará nuestros deseos.

Cristo es el ejemplo perfecto de una obediencia sacrificial. Cuando murió en la cruz, Dios aceptó Su sacrificio como un aroma fragante, pues Él le dio prioridad a la voluntad del Padre encima de la Suya. Así también nosotros, cuando perdonamos a pesar de la lucha que hay en nuestro corazón, estamos presentándonos como sacrificio vivo y santo, que es agradable a Dios (Ro 12:1).

Por el contrario, la falta de perdón es, en palabras del apóstol Pablo, un “deseo de la carne”, el cual no se sujeta (no obedece) a la ley de Dios:

Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz; ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, y los que están en la carne no pueden agradar a Dios (Ro 8:7-8).

Una oportunidad para crecer

Finalmente, es importante recordar que la lucha por el perdón es una oportunidad para crecer y agradar a Dios. Cuando hemos sido ofendidos y luchamos por perdonar, el Espíritu hace al menos tres obras en nosotros:

  1. Nos muestra lo que hay en nuestros corazones.  
  2. Revela nuestra disposición de obedecerle.  
  3. Manifiesta Su poder, que nos capacita para obedecer. 

Busquemos la ayuda gloriosa del Espíritu para perdonar a otros, incluso cuando no sea nuestro deseo natural.

Catherine Scheraldi de Núñez

Catherine Scheraldi de Núñez, es la esposa del pastor Miguel Núñez, y es doctora en medicina, con especialidad en endocrinología. Está encargada del ministerio de mujeres Ezer, de la Iglesia Bautista Internacional y es conductora del programa radial «Mujer para la gloria de Dios». Ezer, de la Iglesia Bautista Internacional y . Puedes seguirla en twitter.

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