Espera más de los jóvenes

A lo largo de la historia, hemos pensado que nuestros jóvenes son inquietos, sanos y hechos para la actividad.

A lo largo de la historia, hemos pensado que nuestros jóvenes son inquietos, sanos y hechos para la actividad. Palabras como impulsivo, determinado y aventurero vienen a la mente. Las posibilidades para los hombres jóvenes son infinitas. Pueden soportar el yugo en su juventud y sentar las bases para el resto de sus vidas; pueden casarse, tener hijos y proveer para una familia y para otros, o por lo menos obtener la capacitación, educación y experiencia que les permitirán ser futuros proveedores. Estamos ansiosos por ver a los hombres jóvenes mostrar su energía porque todos sabemos lo que sucede cuando se junta la testosterona con la capacidad de trabajar para el reino. Y también sabemos lo que sucede cuando se mezcla la misma testosterona y capacidad con la ociosidad. El dicho antiguo se hace realidad: «el diablo encuentra trabajo para las manos ociosas».

Soltero, sin hijos y ocioso

Piensa en esto: uno de cada cinco jóvenes con baja escolaridad no está trabajando, ni buscando matrimonio y parece feliz por ello. Nadie quiere ver eso, pero está sucediendo. Según el economista de la Universidad de Chicago, Erik Hurst, los jóvenes de entre 21 y 30 años que no tenían un título universitario trabajaron mucho menos horas en el año 2015 que en el 2000; y en el 2015, el 18% reportaron no haber trabajado en el último año (de un 8% en el 2000). Hurst describe esto mientras casi una quinta parte de la población está simplemente siendo ociosa: sin estudiar y sin trabajar. El 70% de estos jóvenes viven con sus padres (de un 50% en el 2000). Estos jóvenes no están casados, no tienen hijos y no poseen ingresos. Son jóvenes, solteros, sin hijos y ociosos.

Felicidad virtual

¿Qué hacen entonces estos jóvenes con sus vidas? Según Hurst, están jugando vídeo-juegos. El tiempo libre, en gran parte dedicado a jugar juegos en computadoras y consolas, se duplicó desde principios de los años 2000 hasta 2015. Cuando Hurst transmitió estas estadísticas al anfitrión del Podcast Econtalk, Russ Roberts; Roberts apenas podía creer en los números o aceptar la idea de que tantos jóvenes elegieran vivir con sus padres y no trabajar, solo para jugar vídeo-juegos. En respuesta a la incredulidad de Roberts, Hurst señaló los «datos de felicidad», lo que indica que la satisfacción de vida reportada de estos «jóvenes con baja escolaridad» ha aumentado. Estos chicos no están casados, no están trabajando, están jugando vídeo-juegos en el sótano de mamá y les encanta. Hurst especula que, si estos jóvenes estuvieran en la calle, se verían obligados a trabajar, incluso por salarios relativamente bajos. Pero debido a lo que él llama «transferencias privadas», que se refiere a la forma en que sus padres financian sus vidas, no necesitan trabajar. Así que no lo hacen.

Es difícil amar al ocioso

El apóstol Pablo tiene una solución simple para tal dilema: «Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma» (2 Tes. 3:10). ¿No buscará un trabajo? ¿Quiere sentarse en el sótano para jugar vídeo-juegos todo el día? Deja de llenar la refrigeradora, corta el suministro de alimentos. Es hora de que él provea para sí mismo. ¿Esto parece duro? En realidad, sería una gran bondad, pues lo que siente o parece bueno es a menudo cruel.

Proverbios 19:18 amonesta a los padres, «Corrige a tu hijo mientras hay esperanza, pero no desee tu alma causarle la muerte».

No dejemos que los hombres jóvenes sean perezosos, que tomen sin costo, que sigan dependiendo de sus padres, entrenándolos para que busquen cualquier escape de la responsabilidad de trabajar.

Bajas expectativas, suave intolerancia

Dios creó al hombre para que trabajara, proveyera, guiara y protegiera. Al crear al hombre a su propia imagen y semejanza, Dios lo hizo para traer el mismo carácter que Él refleja sobre toda la creación. Dios crea, provee, protege y guía. Y Dios no hace nada de esto porque lo necesita, sino por el bien de los demás. Un ex presidente estadounidense se refirió una vez a «la suave intolerancia de las bajas expectativas». Esperar que un hombre de veintitantos años permanezca desempleado, sin educación y soltero mientras dedica su energía, emplea su ingenio y ejerce su creatividad navegando por la web o reproduciendo vídeo-juegos es esperar nada de él. Y esperar nada de alguien es el peor tipo de insulto. Pero esperar que él provea, proteja y guíe es resaltar su valor y potencial como un hombre hecho por Dios. Es asumir que tiene dignidad.

Encontrar algo que hacer es tan simple como prestar atención. Pero nuestra sociedad ya no espera que los muchachos hagan eso, y creamos todo tipo de excusas para justificarlos. Si no entrenamos a los jóvenes para que presten atención a los demás, a hacer sacrificios, a asumir riesgos y a trabajar duro, les robaremos la vida plena y fructífera de la que son capaces.

El Nuevo Testamento proyecta una mejor visión para los jóvenes de la iglesia que la que nuestra sociedad tiene hoy. No aceptamos su inmadurez, ni despreciamos su juventud (1 Ti. 4:12), sino que los animamos como hermanos (1 Ti. 5:1). No les damos un pase, sino que esperamos que crezcan en el autocontrol (Tit. 2:6) y que «huyan de las pasiones juveniles y sigan la justicia, la fe, el amor y la paz, junto con los que invocan al Señor con un corazón puro» (2 Ti. 2:22). Estamos preparados para ayudarlos a manejar las Escrituras por sí mismos, para que la Palabra de Dios permanezca en ellos (1 Jn. 2:14) y —marca esto— venzan al maligno (1 Jn. 2:13), lo cual es inconmensurablemente más satisfactorio que ganar en vídeo-juegos. Ajustemos nuestra visión primero, y luego entrenemos a nuestros jóvenes a darse cuenta de su propósito y potencial. Ayudémosles a ver lo bueno en el diseño de Dios para el trabajo, cómo el trabajo contribuye al mundo y nos hace más como Jesús. Inspirémosles a que sueñen cosas más grandes que conquistar el siguiente nivel en la pantalla. Sobre todo, demostrémosles que la felicidad no se encuentra en el entretenimiento, la comida o la libertad, sino en el Dios que se ha acercado a nosotros en Cristo.

Jim Hamilton

Jim Hamilton sirve como profesor de Teología Bíblica The Southern Baptist Theological Seminary.

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