¿Es pecaminoso querer morir?

¿Es pecaminoso desear la muerte como escape del dolor de este mundo y como escape del dolor causado por nuestra propia pecaminosidad? Marissa, una oyente del podcast, es lo bastante valiente para preguntar esto. “Querido pastor John, ¿es pecado desear ir a casa? Tengo 31 años ahora, y mi vida esta arruinada. Temo por el resto de mi vida. Por el pecado, perdí a todos los que más amaba (y me refiero a todos). Siento que mis muy malas elecciones no pueden ser redimidas mientras este aquí en la tierra, aunque me he arrepentido y he confesado mis pecados. Estoy aterrada por lo que me espera, incluyendo tener que mantenerme soltera hasta que muera debido a un divorcio resultante (que no quiero pero que causé), y nunca tener la bendición de formar una familia. ¿Es pecado querer ir a casa y estar con Jesús? Tus enseñanzas están entre las pocas cosas que me hacen seguir”. Pastor John, ¿Qué le diría a Marissa? Anhelando a Cristo Marissa, déjame darte lo que pienso que es una clara respuesta bíblica en general a tu pregunta, y luego ir alrededor de tu situación en particular, oro para que sean palabras de esperanza. La respuesta bíblica en general es que no es pecado desear el cielo, y la presencia de Cristo, con una sensación de dolor consternado por el pecado y las tristezas de este mundo y de nuestras propias vidas. De hecho, diría que mientras más uno conozca la condición real de este mundo, y más nos afligimos sobre la constante corrupción de nuestros propios corazones, más natural se vuelve el anhelar el cielo y a Cristo. Recuerda estas líneas de “Come Thou Fount” (Ven, tú la fuente): Oh, ese día cuando esté libre de pecado. Veré tu hermosa cara. Todo arreglado en ropa lavada con sangre, Cómo cantaré tu gracia soberana. Ven, mi Señor, ya no te demores, Trae tus promesas para pasar. Porque yo sé que tu poder me mantendrá Hasta que estoy en casa contigo por fin. Cuando Robert Robinson escribió ese verso de “Come Thou Fount” hace 150 años, él no estaba mentalmente inestable. Él estaba lleno del Espíritu Santo, lleno de gracia, lleno de sabiduría, y lleno de anhelo—un anhelo que cada santo conoce. Eso es lo que anhelamos; anhelamos el día en que seremos libres del pecado. Lo que más deseamos para liberarnos en esta vida es deshonrar al Señor por nuestro propio pecado. Me refiero, que hay aflicciones en este mundo, y que hay dolor también, pero lo más grave es el pecado en nuestra propia alma en este mundo. Un hogar mucho mejor Pablo menciona esta idea más de una vez. “pues de ambos  lados  me siento apremiado, teniendo el deseo de partir y estar con Cristo, pues eso es mucho mejor; y sin embargo, continuar en la carne es más necesario por causa de vosotros. Y convencido de esto, sé que permaneceré y continuaré con todos vosotros para vuestro progreso y gozo en la fe” (Filipenses 1:23-25). Y aquí esta él de nuevo: “Por tanto, animaoos siempre y sabiendo que mientras habitamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero cobramos ánimo y preferimos más bien estar ausentes del cuerpo y habitar con el Señor. Por eso, ya sea presentes o ausentes, ambicionamos serle agradables” (2 Corintios 5:6-9). Aquí esta tan claro. Aquí está la respuesta bíblica, Marissa. En general, desear ir a casa con el Señor no es pecado. Es bíblico, y es saludable pensar así. Fe, no vista Ahora, la razón por la que digo que es una respuesta general es que puedo imaginar una situación cuando seria pecado querer morir e ir con Jesús. ¿Te diste cuenta que tanto en Filipenses 1 como en 2 Corintios 5 Pablo sabía que ir a casa con Jesús no era aún la voluntad de Dios para él? Él tomo esto de la mano de Dios con confianza de que Dios la daría a él la fortaleza y la gracia para la vida que no fue su primera elección. Concerniente a la vida que iba a vivir como permaneció en la tierra, él dice, “sé que permaneceré y continuaré con todos vosotros, teniendo el deseo de partir y estar con Cristo” (ver Filipenses 1:23-25). La clave está en 2 Corintios 5, donde él dice, “por fe andamos, no por vista” (2 Corintios 5:7). Esto me trae a tu situación, Marissa. Quiero animarte a que la ruina y el temor que ves enfrente de ti para el resto de tu vida no es, de hecho, una realidad. Por lo menos, no necesita serlo. Aquí están tus frases claves; son bastante desalentadoras: “mi vida esta arruinada”. “temo por el resto de mi vida”. “Siento que mis muy malas elecciones no pueden ser redimidas mientras este aquí en la tierra”. “estoy aterrada de lo que me espera”. Pero, ¿Qué diría Jesús cuando tú dices eso? ¿Esto es hablar basado en fe o hablar basado en lo que ves? Vivimos por fe y no por vista. ¿Esto es hablar basado en fe o hablar basado en lo que ves? Jesús te está llamando, Marissa, a caminar por fe y no por vista. Estoy de acuerdo de que lo que ves con tus ojos de tu cabeza en el futuro se ve desesperanzador, fatal, terrible, irredimible. Eso es verdad. Lo es. Pero no es la manera en que tienes que vivir. Las promesas de caminar Caminamos por fe, no por vista. Recuerda—esto es tan maravilloso—Pablo dice esto acerca de sí mismo. Él dice esto en el mismo ánimo, “pero cobramos ánimo y preferimos más bien estar ausentes del cuerpo y habitar con el Señor” (2 Corintios 5:8). Él no estaba ciego. Él sabía que su futuro en la tierra estaría lleno de tristeza, lleno de dolor. Escucha este verso de Hechos 20:23: “salvo que el Espíritu Santo solemnemente me da testimonio en cada ciudad, diciendo que me esperan cadenas y aflicciones». No era una posibilidad para Pablo; era una garantía. El dolor está en el camino, Pablo. Hasta que tengas tu cabeza decapitada, está en el camino. El no será arrancado de la vida de la comodidad cuando él sea martirizado. Él será arrancado de la vida de la miseria cuando sea martirizado. No tenía perspectivas de jubilación con facilidad. Seria asesinado a causa de Cristo en medio de las aflicciones, no en medio de la comodidad. Eso es porque el miró con los ojos carnales, pero con ojos de fe, él vio milagros sucediendo en él y a través de él. Él dijo, “Por eso, ya sea presentes o ausentes, ambicionamos serle agradables” (2 Corintios 5:9). Aquí hay una promesa para ti, Marissa. Creo que Dios me ha dado esto para ti: Y si te ofreces al hambriento, y sacias el deseo del afligido, entonces surgirá tu luz en las tinieblas, y tu oscuridad será como el mediodía. Y el Señor te guiará continuamente, saciará tu deseo en los lugares áridos y dará vigor a tus huesos; serás como huerto regado y como manantial cuyas aguas nunca faltan (Isaías 58:10-11). Les daré en mi casa y en mis muros un lugar, y un nombre mejor que el de hijos e hijas; les daré nombre eterno que nunca será borrado (Isaías 56:5). Si, Marissa, anhela el cielo, a Cristo, el día cuando no pequemos más. Pero confía en Sus promesas ahora, como Pablo cuando enfrentó un futuro doloroso y camino por fe, no por vista. La promesa de Dios para ti es fruto en medio de esta tristeza.  

John Piper

John Piper

John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.

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