Este artículo pertenece a una serie titulada El Carácter Cristiano, publicada originalmente en Timchallies.com
Estamos explorando los diferentes rasgos de carácter de los ancianos, que son en realidad una demanda de Dios para todos los cristianos. Si bien se supone que los ancianos deben ejemplificar estos rasgos, todos los cristianos deberían exhibirlos. Quisiera que consideremos juntos si estamos mostrando estos rasgos, y de esta manera aprender cómo podemos orar para tenerlos en una mayor medida. Hoy vamos a ver lo que significa para un anciano —y para cada cristiano— no ser amante del dinero y las riquezas, sino ser reconocido por la generosidad. Pablo escribe a Timoteo: «Un obispo debe ser, pues, irreprochable, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, de conducta decorosa, hospitalario, apto para enseñar, no dado a la bebida, no pendenciero, sino amable, no contencioso, no avaricioso» (1 Tim. 3:2-3). De manera similar, le dice a Tito que el obispo debe ser irreprensible como administrador de Dios, no obstinado, no iracundo, no dado a la bebida, no pendenciero, no amante de ganancias deshonestas (Ti.1:7). Por último, Pedro escribe a los ancianos exiliados: “Pastoread el rebaño de Dios entre vosotros, velando por él, no por obligación, sino voluntariamente, como quiere Dios; no por la avaricia del dinero, sino con sincero deseo” (1Pe. 5:2). Claramente, los autores bíblicos entienden que la forma en que usamos nuestro dinero revela algo muy importante acerca de nuestra relación con Dios. También entienden que siempre habrá personas que persiguen el ministerio con el propósito de enriquecimiento personal. En su comentario sobre 1 Timoteo, Philip Ryken señala que hay dos errores graves que pueden ocurrir al considerar a los líderes cristianos a la luz del dinero: «Es un grave error considerar la riqueza como una credencial para el liderazgo espiritual. Ser rico no descalifica a un hombre para el pastorado, pero tampoco lo recomienda para este. Lo que importa es cómo usa su dinero, y especialmente cuánto afecto tiene por este. Un anciano no debe ser amante del dinero». De esta manera, John Piper escribe que “el estilo de vida de un anciano no debe reflejar el amor por las cosas lujosas. Debe ser un dador generoso. No debería estar ansioso por su futuro financiero. No debe estar tan orientado al dinero que las decisiones del ministerio giran en torno a este tema». El hombre debe estar libre tanto del amor al dinero, como del amor por un estilo de vida lujoso que el dinero puede comprar. Él muestra estar libre del amor al dinero a través de su generosidad. Alexander Strauch explica:
“Este requisito prohíbe un interés mercenario que utiliza el ministerio cristiano y a la gente para el beneficio personal. … Como una droga poderosa, el amor al dinero puede engañar el juicio incluso de los mejores hombres. … Los ancianos, entonces, no pueden ser el tipo de hombres que siempre están interesados en el dinero. No pueden ser hombres que necesitan controlar los fondos de la iglesia y que rechazan dar cuentas de su responsabilidad financiera. Tales hombres han distorsionado los valores espirituales y están dando el ejemplo equivocado para la iglesia. Inevitablemente caerán en aspectos financieros poco éticos que deshonrarán públicamente el nombre del Señor”.
De hecho, vemos regularmente a hombres cayendo en escándalos por esa misma razón. Jesús lo advirtió: «Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas (Mat. 6:24). Es crucial para el bienestar de la iglesia que sus líderes sean controlados gozosamente por la Palabra de Dios más que por el deseo de tener riquezas. ¿Y qué de los cristianos que no son ancianos? No es sorprendente que Dios requiera el mismo estándar. Jesús les advirtió: «No os acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen, y donde ladrones penetran y roban; sino acumulaos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban; porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón» (Mat. 6:19-21). Más adelante en su carta a Timoteo, Pablo advierte sobre el poder del dinero: «Porque nada hemos traído al mundo, así que nada podemos sacar de él. Y si tenemos qué comer y con qué cubrirnos, con eso estaremos contentos. Pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo y en muchos deseos necios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores.» (1Tim.6: 7-10). Uno de los temas principales de la literatura de sabiduría en la Biblia es el peligro de idolatrar el dinero y la riqueza. Sería un gran error, sin embargo, pensar que Dios sólo tiene cosas negativas que decir sobre el dinero. Más bien, nos dice que el dinero es un gran regalo que podemos administrar fielmente para los propósitos más significativos. «Honra al Señor con tus bienes y con las primicias de todos tus frutos», dice Salomón (Prov. 3:9). «Entonces el pueblo se alegró porque habían contribuido voluntariamente, porque de todo corazón hicieron su ofrenda al Señor; y también el rey David se alegró en gran manera» (1 Cró. 29:9). Pablo enseñó el valor perdurable de la generosidad cuando escribió la iglesia en Corinto: «Que cada uno dé como propuso en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre» (2 Cor.9:7). Es el deber y placer del cristiano mantenerse libre de la riqueza y poder dar generosamente a la obra del Señor. Cualquier problema con el dinero no es culpa del dinero en sí, sino del corazón humano engañoso y pecaminoso. Como señala Thabiti Anyabwile, tenemos algo mucho más grande que el dinero. Algo que puede cautivar nuestros afectos de una manera mucho más profunda: «El Señor nos da mayores amores que el dinero, que se hace alas y vuela (Pr. 23: 5). Él nos da mayores delicias en Cristo, que en realidad es el mayor deleite de todos. Qué privilegio es, por la rica gracia de Dios, predicar a Cristo el Cordero, a un mundo lleno de amor por el dinero”.
Autoevaluación
¿Qué en cuanto a ti? ¿Cómo es tu relación con el dinero? Les animo a reflexionar, mientras oran, sobre preguntas como estas:
- ¿Los demás dirían que eres tacaño o que eres generoso? ¿Dirían que amas el dinero o que amas a la gente?
- ¿Cuándo fue la última vez que te negaste a tí mismo un placer material para poder utilizar ese dinero con el fin de bendecir a alguien más?
- ¿Tienes un plan para dar a la iglesia y a otras causas dignas?
- ¿Estás dispuesto a dar en secreto para que nadie lo sepa, excepto tú y el Señor? (Mat. 6:1-4)
Puntos de oración
Dios ama al dador alegre porque Él mismo es un dador alegre. Por lo tanto, les animo a orar de estas maneras:
- Ruego a ti, Padre, que hagas que Cristo sea más precioso para mí que todo lo demás, incluido el dinero.
- Ruego que me des un corazón generoso que sea rápido para identificar y satisfacer las necesidades de los demás. Ayúdame a depositar con alegría tesoros en el cielo con mucho más entusiasmo que en la tierra (Mat. 6:19-24).
- Ruego que me ayudes a confiar en ti en todo momento, incluso -y especialmente- cuando las finanzas son apretadas. Ayúdame a creer que si cuidas de las aves y si vistes así la hierba del campo, entonces por supuesto proveerás también para mí (Mat.6:25-34).
- Ruego que te pueda adorar mientras doy a tu obra el próximo domingo.
Publicado originalmente en Challies.com