En los últimos años, hemos sido testigos del colapso de la familia estadounidense. El concepto de familia nuclear está siendo historia y los adolescentes pasan casi 9 horas al día en línea. Mientras tanto, los miembros de la familia promedio pasan solo 37 minutos por día interactuando entre ellos. El resultado, bueno, todos lo hemos visto. Donde va la familia, va la iglesia. Donde va la iglesia, va la sociedad. Los padres cristianos deben ir entonces en contra de esta tendencia.
Charles Spurgeon dijo una vez que los padres darán una triste excusa al Señor si todo lo que pueden decir es: “Aquí están mis hijos; los crié para ser civilizados y prósperos”. Spurgeon solía decirle a su congregación que dejar a los niños con lo que se oxida en la Tierra y nada que perdure en el cielo era evidencia “burlona” de su insensatez. Sabemos que tenía la razón. Pablo dijo algo parecido. En Efesios 6:1-2, describió lo que significa construir un hogar de obediencia, un hogar de adoración y un hogar de bendición.
1. Un hogar de obediencia
Pablo escribió: “Hijos, obedezcan a sus padres” (Ef 6:1). A menudo olvidamos que este es un mandato fuerte en el lenguaje original. Un breve estudio de la palabra “obedecer” en el Nuevo Testamento revela mucho sobre su significado. Obedecer en el NT es:
- Cesar el mal comportamiento (Mr 1:25-17).
- Responder inmediatamente a la instrucción (Hch 12:13).
- Hacer un cambio interno (Ro 6:12-16).
- Prepararse para el juicio (2Ts 1:7-8).
- Confiar en otra persona (Heb 11:8).
- Obrar para mantener la harmonía (1P 3:5-6).
Utilizando estos usos de la palabra, podemos construir una definición razonablemente sólida de la obediencia bíblica:
La obediencia bíblica atiende instrucción, tomando una decisión interna para hacer un cambio externo, así evitando consecuencias y viviendo en armonía espiritual con las personas en cuestión.
La palabra “obedecer” hace titubear a algunos padres cristianos porque suena a legalismo. En el libro Cómo Pastorear el Corazón de Tu Hijo, Tedd Tripp nos recuerda los siguiente: “La ley de Dios no es fácil para el hombre natural. Su nivel es muy alto y no puede ser alcanzado aparte de la gracia sobrenatural de Dios. La ley de Dios nos enseña nuestra necesidad de la gracia. [Así que] cuando no les presentas las normas de Dios a tus hijos, les quitas la misericordia del evangelio”.
Esta verdad es vital. Cuando una madre o un padre se niegan a presentar la expectativa moral de Dios a sus hijos, ultimadamente les roban a estos la posibilidad de buscar y vivir la gracia ofrecida en la obediencia perfecta de Cristo. Por lo tanto, guiar a los niños a respetar a la autoridad es primordial para su éxito en esta vida y para prepararlos para la venidera.
A continuación, ofrezco algunos consejos sobre la obediencia en el hogar:
a. Da consecuencias inmediatas. Esperar que los hijos obedezcan a sus padres después de una primera instrucción, sin demora y sin reproches, honra a Dios. Para muchos padres que están acostumbrados a métodos modernos, como por ejemplo contar “1, 2, 3…”, esto puede parecer inalcanzable. Pero es realizable, y es vital mantener una alegría constante en el hogar. Si nuestro hijo no obedece a comer sus verduras cuando tiene cinco años, ¿por qué de repente obedecería a no irse de parranda a los dieciséis?
b. Explica la verdad completa del evangelio. Muchos padres cristianos nunca les han dicho a sus hijos las consecuencias de su condición pecaminosa, es decir, la condenación eterna. Aunque es esencial ser sensible (nuestra meta no es “asustar” a los niños para que se conviertan falsamente), debemos presentar las malas noticias a nuestros hijos. Todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios, y la paga del pecado es muerte. A medida que maduren y comprendan la maldad innata en su interior, a medida que el Señor los guíe, se arrepentirán y creerán en Cristo. Es sorprendente que los padres eviten el tema del infierno (por ser “demasiado explícito”) y, al mismo tiempo, permitan que los niños vean películas llenas de obscuridad y muerte falsas.
c. Elije amigos con cuidado. Bien se ha dicho: “Dime con quién andas y te diré quién eres”. Aunque no se nos ha llamado a vivir en una burbuja, los cristianos hemos de ser diferentes y diferenciados, especialmente con nuestros pequeños. Los padres deben ser muy selectivos con las influencias que moldean la vida de un niño. Uno debe hacerse preguntas difíciles: ¿Con quién nos juntamos? ¿A qué escuela lo mandamos? ¿Permitiremos fiesta de pijamas? ¿Permitiremos que nuestros hijos tengan citas? ¿Qué tipo de ropa vestirán? ¿Tipos de equipos deportivos? ¿Aparatos electrónicos en la habitación? ¿Deberíamos esperar para darles acceso a un teléfono con acceso a internet? Etcétera, etcétera.
2. Un hogar de adoración
En Efesios 6:1b, Pablo continúa: “Hijos, obedezcan a sus padres en el Señor”. La frase preposicional “en el Señor” se usa varias veces en Efesios para enfatizar que la obediencia (tanto de padres como de hijos) se le debe ultimadamente a Cristo.
En nuestro hogar, esta frase preposicional es de gran importancia, principalmente porque les hemos dicho a nuestros niños que todos nos sometemos a la Palabra de Dios, mamá y papá incluidos. Frecuentemente surgirán situaciones que los niños no comprendan. Después de haber obedecido, ellos pueden “apelar” respetuosamente la decisión. Al apelar, suelen ir a las Escrituras y de ahí demostrar cómo pudimos o no haber aplicado mal la Biblia. En lugar de hacernos enfadar, esto nos reconforta. Si nuestros hijos están aprendiendo a someterse a la Palabra de Dios cuando están en casa, oramos para que lo hagan cuando estén viviendo lejos de ella, o cuando salgan hasta tarde con sus amigos o cuando críen a sus propios hijos algún día.
Una de las razones por las que muchos hogares viven en constante confusión y frustración es porque no tienen una máxima autoridad que guíe a todos. Papá usa su fuerza y mamá usa su ingenio. Los adolescentes son buenos debatiendo, e incluso los más pequeños puede paralizar a todos con una rabieta. El punto es que una familia sin la Palabra de Dios en su centro, a la que todos acuden en busca de orientación, vive en un tipo de esquizofrenia social constante.
La familia es la institución básica de Dios para el orden y la adoración en el mundo, por lo que Satanás trabaja muy duro para derrocarla. Satanás ha buscado hacer esto desde el primer día. En el libro de Génesis, el pecado entra al mundo cuando Adán no protege a su esposa, luego Caín asesina a su hermano, los hijos de Noé le faltan al respeto (Gn 9:25), Abraham se acuesta con la sirvienta (Gn 16:4), Sodoma y Gomorra celebran la homosexualidad (Gn 19:24-25), Siquem viola a una niña (Gn 34:3), Tamar se vuelve una prostituta para quedar embarazada (Gn 38:15-18). En poco tiempo, la familia es destruida por la poligamia, el adulterio, el fratricidio, la fornicación, la violación, el incesto, la prostitución, la seducción y el asesinato.
Una forma de proteger a tu familia y ayudarlos a someterse a la Palabra de Dios es practicando la adoración en familia. Por cientos de años, la mayoría de las familias cristianas se reunían para leer la Biblia y cantar juntos por las noches. Con la llegada de la radio, la televisión y ahora todas las formas de medios personalizados, los miembros de la familia se esconden en sus dormitorios y solo dejan su “cueva” para buscar algo para comer. Padres y madres, es su responsabilidad traer de vuelta la adoración al hogar. Considera las siguientes preguntas:
- ¿Leen la Biblia y oran en familia?
- ¿Cantan juntos?
- ¿Tocan música de alabanza en casa?
- ¿Tienen horarios bien establecidos para hacer uso de medios digitales?
- ¿Tienen un tablero con peticiones y respuestas a oración?
Pero más importante, si no somos adoradores, es probable que nuestros hijos tampoco lo sean. Un estudio suizo demostró que, si un padre no es espiritual, existe un 98% de probabilidad de que sus hijos tampoco lo vayan a ser. Con respecto a esto, el Dr. James Dobson escribe:
Debo recordarte que los niños evalúan a sus padres en todo. Si estás convencido a medias de tus creencias, rápidamente ellos se darán cuenta de esto. Cualquier flaqueza ética, cualquier indecisión de tu parte, será absorbido y magnificado en tus hijos e hijas. Nos guste o no, somos responsables. Su fe o su fidelidad serán un reflejo de la nuestra. Como he dicho, nuestros hijos eventualmente tomarán sus propias decisiones y establecerán el curso de sus vidas, pero esas decisiones estarán influenciadas por nuestros fundamentos. Alguien dijo una vez: “Los pasos que sigue un niño son los que su padre pensó que había ocultado”.
3. Un hogar de bendición
Cuando en un hogar se fomenta la obediencia y la adoración, ¿qué fluye naturalmente de él? Para responder, Pablo nos insta a volver al Antiguo Testamento con una cláusula relativa: “Honra a tu padre y a tu madre (que es el primer mandamiento con promesa)” (Ef 6:2).
El punto de Pablo es muy claro. Los Diez Mandamientos vinieron originalmente con una promesa específica para la nación de Israel: obedece a tus padres, y tu calidad y cantidad de vida mejorará. Para Israel, como nación de Dios, este era un mandamiento directo. Y aún para nosotros, como creyentes bajo el Nuevo Pacto, sigue siendo un principio proverbial básico: en términos generales, los niños obedientes tendrán mejor calidad y cantidad de vida que los niños desobedientes. Popularmente se le llama a esto “bendiciones”. No es una promesa de salud y prosperidad, pero sí un proverbio general de que aquellos que empiezan bien tienden a terminar bien. Esto se ha demostrado en prácticamente todos los estudios que se han realizado: los niños que respetan a su autoridad tienen una mejor ética de trabajo, mejores hábitos alimenticios, perspectivas educativas y planes de inversión. En contraste, los niños desobedientes a menudo tienen antecedentes penales, se involucran en pandillas, tienen deudas, usan drogas y padecen enfermedades.
Sorprendentemente, Pablo está diciendo que los primeros diez años de crianza pueden dictar los últimos 60 años de la vida de nuestros hijos.
Es bien conocida la historia del psicólogo Richard Dugdale quién notó que los miembros de una familia en Nueva York terminaban siendo arrestados. Intrigado, se tomó el tiempo de rastrear 300 años de su genealogía hasta llegar a un hombre llamado Max Jukes. De los 1200 antepasados estudiados, 310 fueron vagabundos, 130 habían estado en prisión, 100 se habían vuelto alcohólicos, 7 habían cometido asesinato, 190 habían sido prostitutas y la familia le costó a Nueva York 1.5 millones de dólares.
En el mismo estudio, Dugdale observó el árbol genealógico del famoso predicador Jonathan Edwards, también en Nueva York. De sus antepasados 300 se dedicaron a la obra de la iglesia, 100 se convirtieron en profesores universitarios, 100 se convirtieron en abogados, 60 en médicos, 60 en escritores, 30 fueron nombrados jueces, 14 presidieron una universidad, 3 se convirtieron en congresistas estadounidenses y uno se convirtió en vicepresidente de los Estados Unidos.
Debemos cultivar el cielo en el hogar.
Este artículo se publicó originalmente en For the gospel.