[dropcap]L[/dropcap]a nuestra debe ser la generación con más entretenimiento de toda la historia humana. Tomamos el entretenimiento como nuestro derecho inalienable. Si trabajamos arduamente durante el día, suponemos que nos hemos ganado algunas horas de diversión en la noche. De hecho, ni siquiera podemos llegar al final del día sin al menos algunas distracciones: un par de sitios web en la mañana, algunos videos cortos en YouTube al almuerzo, el programa deportivo mientras conducimos a casa. Las horas de la noche son para Netflix, por supuesto, y para videojuegos, colorear libros, o una película ocasional. Los fines de semana son para los deportes, para el cine, para relajarse con una novela. Las opciones son infinitas y nuestro compromiso casi es total. Es bueno que consideremos el lugar del entretenimiento en la vida cristiana. ¿Cuál es el propósito del entretenimiento? ¿Cuánto es demasiado? Está claro que necesitamos tiempos de descanso y entretenimiento a fin de prosperar en este mundo. La vida es difícil y necesitamos oportunidades para relajarnos, distraernos y recargarnos. Dañaremos nuestro cuerpo, mente y alma si siempre solo estamos trabajando. Por tal motivo, la Biblia no menosprecia el entretenimiento. No desaprueba el tiempo de descanso, las actividades que son reparadoras, relajantes, o dichosamente distractoras. No ridiculiza las horas del día o las semanas del año que se dedican intencionalmente a algo distinto a las responsabilidades cotidianas de la vida. Jesús mismo se relajó libremente con sus amigos. No obstante, la Biblia también nos recuerda que somos responsables delante de Dios por cada minuto y cada hora. Debemos redimir el breve tiempo que se nos ha dado. Tenemos responsabilidades que cumplir y tareas que realizar. Nuestro propósito en la vida no es el entretenimiento. El mandato de Dios a Adán lo llamaba al dominio, no a la distracción. La comisión de Jesús a sus seguidores llamaba a un compromiso total. Fuimos hechos para trabajar, no para jugar. Por lo tanto, debemos disfrutar del entretenimiento con un propósito, como un medio para conseguir descanso. Debemos buscar el descanso del entretenimiento en la medida que lo necesitamos para alcanzar nuestros propósitos más altos. No trabajamos para poder descansar, sino que descansamos para poder trabajar. Hemos descansado lo suficiente cuando el descanso nos ha preparado para volver nuestras manos al arado; hemos descansado demasiado cuando el arado se ha oxidado o el campo está en barbecho. Nuestro entretenimiento siempre debe ser restringido y tener un propósito, con la intención de devolvernos a nuestro campo de trabajo repuestos y renovados. La Biblia también nos recuerda que somos responsables por las formas que toma nuestro entretenimiento. Debe ser siempre puro y sin pecado. Si bien podemos tomar un descanso del trabajo, nunca debemos tomar un descanso de la santidad. Lo que vemos, leemos o jugamos debe impulsar nuestro caminar, no estorbarlo. Debe acrecentar nuestra pureza, no disminuirla. Debe estimular nuestro amor a Dios y las personas, no menguarlo. Debemos preferir no entretenernos en absoluto, antes que entretenernos como los incrédulos. Nuestro entretenimiento siempre debe ser veraz, honroso, justo, puro, amable, y loable. Siempre debe ser disfrutado con una conciencia pura y promover una conciencia aún más pura. El entretenimiento es un buen don de Dios, con el propósito de reponernos del largo trabajo realizado y de renovarnos para el largo trabajo que nos espera. Como cristianos, hacemos bien en buscarlo. Hacemos bien al crear nuevas formas de entretenimiento, al invitar a otros a participar en él con nosotros. Pero siempre debemos recordar lo que J. R. Miller dice acertadamente: «La diversión no es un fin, sino un medio. No es el objetivo de la vida, sino una ayuda en el camino. No es la meta, sino la fresca sombra, o el burbujeante arroyo en la áspera y empinada ladera de la montaña».