¿Cómo volvernos más como Jesús?

Los creyentes deben trabajar para creer en el evangelio, amar a Dios, luchar contra el pecado, desear la eternidad y servir a los demás con alegría.
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Todo hijo de Dios quiere ser más como Jesús. Y, por la gracia de Dios, esto sucede realmente. El nombre que la Biblia da a este proceso de parecerse más a Cristo es «santificación», que consiste en dedicarse más a Dios y separarse del pecado (Rom. 6:22). Es vivir los principios profundos de la salvación. En la santificación, los creyentes llegan a parecerse más a su Salvador.

¿Pero cómo ocurre esto?

En uno de los textos bíblicos más importantes sobre la santificación, Pablo dice que crecer en la piedad requiere trabajo: «Así que, amados míos, tal como siempre habéis obedecido, no solo en mi presencia, sino ahora mucho más en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito» (Fil. 2:12-13). En la santificación, los creyentes trabajan y Dios trabaja. Pero ¿cómo son esas dos obras y cómo se relacionan entre sí? Al lidiar con estas preguntas, no debemos suavizar la fuerza de las palabras del Espíritu; cualquier interpretación que minimice la obra del hombre o de Dios en la santificación no tiene sentido.

Llegamos a ser como Jesús obrando la voluntad de Dios

El verbo principal del versículo 12 es claro: “ocupense en su propia salvación”. Pablo definitivamente no está diciendo: «Trabaja en tu propia salvación», o «Trabaja para ganar la salvación». Pablo está escribiendo a aquellos en quienes Dios ya ha comenzado una obra de salvación (cf. 1:6). Aquí, Dios no está llamando a los perdidos para que se salven; está llamando a los salvados para que se pongan a trabajar.

¿Qué significa trabajar en la salvación, perseguir la santificación?

  1. La santificación significa crecer en reverencia

La santificación es un trabajo serio; los creyentes trabajan en su salvación con «temor y temblor»; los creyentes crecen en piedad a medida que adquieren un respeto más profundo por Dios, un sentido de asombro ante Su grandeza. Como José, nos resistimos obstinadamente a ofender a Dios de cualquier manera (Gén. 39:9).

  1. La santificación significa crecer en obediencia

La obediencia y la fe no son enemigas, aunque esto puede ser confuso. Siempre que ponemos la obediencia antes de nuestra aceptación por parte de Dios, pervertimos el evangelio. «Por las obras de la ley ninguna persona será justificada ante [Dios]» (Rom. 3:20). Suponga que alguien le dice: «Me siento terriblemente solo y necesito un amigo. Haré todo lo que me digas con tal de que me quieras». Pero es muy diferente escuchar a alguien decir: «Tengo una amiga que me quiere tanto que no me la imagino pidiéndome algo que no haría con gusto». Es en ese último sentido en el que Pablo habla de la obediencia como un reflejo de un corazón liberado de las ataduras del pecado (Rom. 6:17; cf. Hch 6:7).

  1. La santificación significa crecer en integridad

La santificación no es un mero cumplimiento cuando la gente está mirando. Pablo instó a los filipenses a ser más fieles en su ausencia que en su presencia. Pablo contrasta el «servicio de los ojos» con la reverencia sincera y de corazón a Dios (Col. 3:22). Alguien que sólo obedece cuando se le observa se está sirviendo a sí mismo; obedece para ganar alabanzas o evitar un castigo. La obediencia forzada es un signo de inmadurez espiritual. En resumen: El crecimiento en la piedad es un trabajo duro.

Llegamos a ser como Jesús al confiar en el trabajo de Dios

Sin minimizar la responsabilidad de los creyentes de trabajar en su salvación, Pablo describe además la santificación como una obra de la gracia soberana de Dios (Fil. 2:1-11). «Porque Dios es el que obra en vosotros el querer y el hacer por su buena voluntad» (v. 13;  1 Tes. 5:23) La «buena voluntad» de Dios es renovar a Sus hijos en la verdadera piedad. En palabras de los Cánones de Dort del siglo XVII, Él «infunde nuevas cualidades en la voluntad, con lo cual la voluntad así renovada no sólo es [encendida] e influenciada por Dios, sino que a consecuencia de esta influencia se vuelve ella misma activa». El mensaje de Pablo no es: «Trabaja duro porque Dios también está trabajando duro». Por el contrario, la obra de gracia de Dios en nosotros nos gana más profundamente para Dios y nos impulsa a hacer Su voluntad. ¿Te has sentido alguna vez desanimado —incluso disgustado—  por tu aparente falta de progreso en la santidad? ¿Has temido alguna vez que quizás en el futuro serás más pecador, menos santificado que ahora? Estos pensamientos pueden ser paralizantes. Y eso es exactamente lo que el diablo quiere. «No hay esperanza para ti», sugiere. «Nunca llegarás a ser un gran cristiano, si es que llegas a ser uno. Eres un esclavo del pecado. Has intentado luchar contra él. Pero es inútil. Nunca serás como Dios”.

¿Quién tiene el corazón para comprometerse en un trabajo que está seguro de fracasar?

Pero eso es exactamente lo que quiere decir Pablo: ¡hay esperanza en el éxito! Porque Dios está trabajando por y en Sus hijos, Su trabajo hacia la santificación no es inútil. Dios está obrando en Sus hijos tanto para querer como para hacer por Su buena voluntad. Como ha dicho Ligon Duncan, «la enseñanza de Pablo no es que Dios te acepta y por eso no es necesario cambiar, sino que Dios te acepta y por eso el cambio es ahora posible». Los creyentes deben trabajar para creer en el evangelio, amar a Dios, luchar contra el pecado, desear la eternidad y servir a los demás con alegría. Trabajamos para crecer en el conocimiento de la Palabra de Dios para que podamos obedecer alegremente todo lo que Dios dice. Nos esforzamos por respetar nuestra conciencia cuando nos convence del mal o nos anima a hacer el bien. Pero todo este trabajo es impulsado por la obra de Dios en nosotros. En realidad, Dios se preocupa por nuestra santificación más que nosotros. Dios quiere que encontremos nuestra alegría en Él y que digamos no a todo lo que nos resta la verdadera felicidad. A veces eso requiere mucho trabajo. Pero aquí está el punto vigorizante de Pablo: Dios nunca exige que trabajemos para Él más de lo que Él está trabajando en nosotros.

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