Una de las realidades más horripilantes de esta pandemia es que la gente está sufriendo en aislamiento en sus hogares, en hospitales o en casas de cuido y rehabilitación; están separados de aquellos que aman. Esta distancia involuntaria es muy difícil e imposible también para los hijos y familia que no pueden estar cerca aunque ellos quieran. No soy omnipresente, no soy soberana, solo Dios lo es. Te platicaré lo que sucedió en este tiempo de pandemia. Sé que Dios cuida de mi familia a pesar de mis limitaciones y distancia. Gracias al Señor, a su provisión y el apoyo de mi esposo pude visitar a mi madre cada mes en el 2019 y un par de ocasiones en Enero de 2020. En Febrero planeaba un procedimiento para mi vista, cuando de repente recibí una llamada de mi hermana diciéndome: “¡mami está en el hospital! ¡Está muy débil! ¡Le dio un derrame!” ¿Cómo le estaba sucediendo esto a mí mamá en este tiempo? Ella se encontraba bien, la había visitado hacia poco tiempo. Aunque me apenaba, preocupaba y asustaba que siendo ella una sierva temerosa de Dios tuviera un derrame. Esto interrumpió mis planes, pero con un corazón dispuesto, como otras veces, me dirigí a cuidar de ella. Pasaron varias semanas y no se nos daba un diagnóstico. ¡Cuánto sufrir, cuánto tiempo en cama! Ella Pasaría mes y medio en un hospital, adolorida, sin poder mover sus piernas en la cama. Por la gracia y misericordia de Dios, pude pasar todos los días con ella dándole de comer, lavando su cabello, visitandola. En todo esto está la soberanía del Señor. Fue en Marzo 13 que cerraron y suspendieron absolutamente todas las visitas al hospital y al centro de rehabilitación (Rehab Center: Venetian). Mi pobre madre empezó a verse sola y sin visitas. Pero el Señor estaba a su lado. Esa fue la voluntad de Dios para con ella. Dios gobierna, nada sucede por suerte o casualidad. Tenía que depender del cuidado de enfermeras, médicos, terapistas físicos, aun padeciendo dolor, tristeza, soledad humana y confiando en el Señor. “Dios gobierna, nada sucede por suerte o casualidad” Mi oración era: “Señor, envía tus ángeles a cuidarla”, y creo que Dios estuvo con ella, no la dejó, pues solo escuchaba a mi madre decir: “¡Señor ten misericordia!”
Cristo, el Hijo perfecto
No soy una buena hija. Jesucristo completó en la cruz lo que me faltó, Él es el Hijo perfecto. Durante ese tiempo hay momentos de introspección, de autoexamen, y a la luz de la Palabra, no hay cosa tal como una hija perfecta. Pero llegas a preguntarte: “¿Fui buena hija? ¿La cuidé lo suficiente? ¿Estaba yo fallando en mi rol como hija o cuidadora?” Lo único que podía hacer para mitigar su tristeza y soledad era orar por que Dios estuviera a su lado, Él puede ir donde yo no pude. Es duro describir cuánto la verdad de Dios me confortó y respondió preguntas a mí alma: “Vilma, ella nunca está sola, aun cuando el cuarto está vacío, Yo estoy con ella, yo nunca la dejé ni me he apartado de su lado”. Hermanas y amigas, hay tal esperanza en lo que pasó el viernes santo en siglos pasados que ahora nos referimos como bueno. La muerte sacrificial de Jesús y su bien documentada resurrección, es la esperanza no solo para aquellos en aislamiento ahora mismo con la pandemia, sino también para aquellos hijos, seres queridos a quienes no se les está permitido estar juntos. Si tú o alguien a quien amas no puede estar cerca en los días oscuros por venir, recuerda que Dios es una ayuda presente siempre en tiempos de crisis, angustia, soledad y necesidad. Jesucristo murió a solas, para que nadie más tenga que morir o sufrir a solas aun en un cuarto vacío.
Muerte, funeral
“pues el hombre se encamina al hogar eterno y rondan ya en la calle los que lloran su muerte. Volverá entonces el polvo a la tierra,(muerte) como antes fue, y el espíritu volverá a Dios, qué es quien lo dio” (Ecl. 12:6-7). El 22 de Marzo se nos avisó que el día 29 darían de alta a mi madre, ella regresaría a su casa. La preocupación era que en medio del cierre de la ciudad y del estado por el Covid19, ella pudiera contagiarse por la salida y entrada de su cuidadora. Pero el 25 de Marzo, mi madre, mientras dormía, tuvo un paro cardiaco. El Señor se la llevó. No me lo esperaba, estaba segura de su recuperación. Pero en medio de esa noticia, algo más me entristeció, no podría ver a mi madre porque no se permitían reunión de grupo de personas en casas funerales, ni en cementerios, ni iglesias, ni servicios religiosos. Solo mi hermana y yo podríamos estar con el ataúd y en el entierro. Nadie más, ni sus nietos, sobrinos, ni su hermana, ni los hermanos en Cristo de la iglesia. Solo nosotras dos. NO LO ESPERABA, no me lo imaginaba. “Mi madre linda y bella de mi corazón, yo estaba tan triste, no me despedí, no te vi, no te tome de las manos, solo me quedó una foto de que en paz estabas dormida. ¡Qué triste estoy de imaginarme! ¡Lo lamento tanto! ¡Es un dolor por tu partida, y otro por no poder abrazarte! La culpa me inundó”. Me informaron que no hay enterramiento, solo cremación en el fuego. Imaginaba el cuerpo bello que Dios le dio a mi madre. Lamenté tanto que estuviera tan incómoda en una cama, en un lugar que no era su casa y a donde tanto quería regresar. Lamenté tanto que no nos dejaran visitar los últimos 12 días, y estuviera en un lugar donde no hablaba el mismo idioma y la movían sin sentir cuánto le dolía. “Mami, lamento tanto tu soledad emocional, sé que Dios estaba contigo y a tu lado, pero no entendías lo que estaba sucediendo afuera, el porqué no te visitábamos, o el porqué no permitían visitas al hospital o en el Centro de Rehabilitación. El mundo se sacudía frente al contagio por Coronavirus pero no lo entendías. Debieron ser 10 días muy difíciles emocionalmente para ti, solo oírte por teléfono a veces, qué pena que la medicina, el kappra te hacía dormir todo el tiempo y cuando despertabas para comer, te hacían decir cosas sin sentido, o cosas del pasado. Pasaste todo un mes y medio de un lugar a otro, de una cama a otra, sin poderte parar, sin poderte levantar, sin oír tus himnos, sin escuchar la predicación de la Palabra, sin que alguien te leyera tu biblia. ¿Qué podía hacer para que no sufrieras? ¿Para que no te doliera o te recuperaras? No me pesaba alimentarte, ni peinarte o lavarte el pelo. Al morir no pude verte, ni hablarte por teléfono, ni despedirme de ti. Algo se me fue contigo, madre. ¡Qué dolor sentí por no estar a tu lado, aunque moriste dormida! He sido consolada porque Jesús y sus ángeles te acompañaban. Te amo mami bella y querida, quería decírtelo mucho, mucho. Perdona las veces que me enojé contigo, por impaciencia, que me molesté y no entendí el proceso de envejecimiento en esta etapa tan difícil en que no permitían visitas al hospital, que no permitían visitas al Rehab center: Venetian. Pero, eres del Señor, Él te llevó, te llamó a tu verdadera casa y hogar, no quiso te dolieran más tus brazos y piernas. Tal vez pensabas que te dejaba sola y abandonada para siempre en el Venetia. Estabas triste pues querías estar en tu casa, tomar leche caliente, dormir en tu cama”.
Su Palabra es mi consuelo
Mi oración ahora es: “Señor, abre mis ojos para ver tu bondad, cuidado y gracia, durante todo ese tiempo que parecía sufrimiento a mis ojos, pero eran tus bondades infinitas y cuidado especial”. Madre: “A veces me olvido que ya no estás, y quiero correr a llamarte. Me consuela saber que ya no te cansas al caminar, ni caminas lento, sino que estás riendo, no usas silla de ruedas, no usas andador, no te duelen las piernas, no tienes diabetes, no tienes presión alta, ni duermes todo el día por el medicamento de Kappra. Estás sonriendo, feliz, alegre, orando y cantando himnos, ya puedes oír, no tienes que usar Hearing aids”. Mi Mami está joven, quiero pensar que se encuentra subiendo a árboles en el campo, tomando leche, riendo, siempre explorando y conociendo nuevos lugares al lado de Su Padre Celestial, mi mami llegó a Casa.
Oremos juntas
Oramos por mamás fuertes a quienes por el paso de los años se ven disminuidas en sus facultades. Ellas también se dan cuenta de los cambios en sus cuerpos, también les pone triste darse cuenta que no son las mismas, que las fuerzas van mermando, les duele, y es un proceso de transición en sus vidas. Que Cristo sea su esperanza. Oro por las hijas como tú y como yo, mujeres que hemos sido criadas por una mujer piadosa, temerosa de Dios, la que nos aconsejaba, oraba por nosotras y nos daba una palabra de consuelo. Ahora es nuestro turno, es al revés; tenemos el privilegio de poder servirles, desvelarnos, darles de comer, limpiar su rostro, vestirlas, dar de gracia lo que hemos aprendido de nuestro buen Padre celestial. Recuerda: no estás sola, algunas pasamos por circunstancias similares. Señor, gracias por los años que tuve a mi madre. Gracias Dios por el regalo de gracia tuya a través de ella. Gracias porque hay momentos tristes, recuerdos con mi madre, recuerdos llenos de lágrimas, también hay horas de alegría y dulces recuerdos.