Todos los padres cristianos oran para que Dios extienda Su gracia salvadora de una generación hasta la otra (y por supuesto, hasta las siguientes también). Todo cristiano ora, pues, para poder ver al Señor salvando a sus preciosos hijos. Esto estaba en la mente de George Swinnock cuando hizo esta hermosa oración hace muchos siglos. Deseo que sus palabras te ayuden a orar al Señor mientras consideras la misericordia de Dios hacia los hijos que Él te ha dado.
Padre de nuestros espíritus, oro por mis hijos.
Manifiesta Tu gracia y bondad, y lávalos en el manantial dispuesto para sus pecados.
Así como ellos llevan la imagen del primer Adán, haz que lleven la imagen del segundo Adán.
Que Tu gracia sea su belleza y el eterno peso de gloria su porción.
Haz que oigan Tu voz y vivan.
Amado Redentor, tú dijiste: “Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a Mí”. Yo te los traigo ahora a Ti, no los rechaces. Te los presento en los brazos temblorosos de mi débil fe. Oh, pon Tus manos sobre ellos y bendícelos.
Bendito Jesús, Tú conoces la contaminación de su naturaleza, la dificultad de conversión a la fe, y Tu ira inagotable a la que están expuestos.
Que Tu compasión los anhele, y Tu Espíritu acompañe de tal modo su instrucción que en ellos puedas ver el sufrimiento de Tu alma y quedes satisfecho.
Y oro para que yo pueda caminar por la senda de Tus preceptos por el bien de aquellos que me siguen.
Que pueda ser tan piadoso en mis palabras y en mis obras, tan gentil en todos mis tratos y deberes, que la religión pueda escribirse con justicia a través de mi conducta, y que mis hijos puedan seguir mi ejemplo con facilidad.
Señor, mientras otros se desvían del camino de la santidad, permíteme, como la columna de fuego, ir delante de mi familia a la tierra prometida y brillar como una luz verdadera para dirigirlos por el camino de la vida eterna.
Oro que, como padre de mis hijos, me comporte como un hijo de mi Dios.
Señor, mis hijos son Tus hijos y mis hijas son Tus hijas.
Haz que Tu poder prospere mis labores mientras son jóvenes para que estén preparados para esa noble obra que planeas para ellos en el mundo venidero.
Y cuando envíes a Tus siervos para llevarlos a casa, que Tus santos ángeles los lleven a Tu lado, donde yo y los hijos que me has dado amaremos, viviremos y nos alegraremos contigo para siempre.
Este artículo fue publicado originalmente en Challies.