Los cristianos han bajado la guardia

La revolución moderna que arrasa la sociedad actual fue en gran medida inesperada para la mayoría de los creyentes. Eso es comprensible en un sentido. Nadie es profeta. ¿Quién sabe qué nueva filosofía captará la atención de la cultura? En otro sentido, es culpa nuestra que tantos creyentes hayan abrazado una filosofía falsa –la teoría crítica–, y estén tratando de repetirla como loros en la iglesia. Hay una sencilla razón: falta de formación. Es lamentable, pero mi tesis está condenada al fracaso desde el principio. Afirmar que los cristianos necesitan más formación es sinónimo de aburrimiento. Menciona la palabra «educación» y los ojos se ponen vidriosos. ¡Aburrido! No hay dinamismo en afirmar que el antídoto para nuestro fracaso es el entrenamiento. En verdad, nadie se emociona cuando sugieres agregar clases de teología y apologética a la dieta semanal de los creyentes. Es precisamente por eso que no hemos logrado proteger a los creyentes de sucumbir a la teoría crítica. Incluso pocos cristianos sabían qué era este tema antes de que llegara. La teoría crítica es una filosofía que está en desacuerdo con la cosmovisión cristiana. En lugar de enseñar que los seres humanos son criaturas valiosas hechas a la imagen de Dios, dice que estamos definidos por nuestra clasificación en grupos: sexo, raza, clase e identidad de género, por nombrar algunos. En lugar de que el problema principal sea el pecado, quebrantar las leyes de Dios, dice que el problema principal es la opresión de los demás. En lugar de que la solución sea el perdón divino (y humano), dice que la solución es el activismo para derrocar a los que están en el poder y corregir la desigualdad. En lugar de que el objetivo final sea una relación restaurada con Dios, dice que el objetivo es la liberación de la opresión. Aunque la teoría crítica difiere del cristianismo en formas fundamentales, demasiados cristianos la abrazaron. ¿Por qué? No reconocieron sus ideas antes de que se generalizaran. En cambio, se sintieron intrigados por su novedad y la sincretizaron con su fe. Es por eso que debemos estar preparados para la próxima filosofía falsa, en un año, en cinco años o en una década, que generará la próxima revolución cultural. No puedo predecir lo que será, pero sé que sucederá. También sé lo que podemos hacer para estar preparados, prevenir desertores cristianos y responder al desafío cuando llegue. Aquí hay dos formas de prepararse para la próxima revolución:

Primero: prevenir, no aislar

Los cristianos estarán expuestos a ideas falsas. No se trata de si sucederá, sino de cuándo acontecerá. El problema con el enfoque actual, -aislar a los creyentes de las ideas falsas-, es que es peligroso. Creemos que les estamos haciendo un favor al protegerlos del daño de las ideas equivocadas. Eso también parece más fácil ya que requiere menos trabajo. Tal estrategia solo funciona durante un tiempo. En el caso de la teoría crítica, la conocemos desde hace décadas, pero la mayoría la ignoramos. Cuando apareció en nuestras calles y en nuestras iglesias, los cristianos fueron sorprendidos desprevenidos. No lo reconocimos, no sabíamos que estaba incrustada en una cosmovisión falsa y, en consecuencia, muchos creyentes sucumbieron a ella. El mejor enfoque es prevenir. Esto es similar a cómo protegemos nuestro cuerpo contra un virus. Para protegerse contra la polio, por ejemplo, se ingiere un virus atenuado (debilitado, pero vivo). Su sistema inmunológico responde produciendo un ejército de anticuerpos, células asesinas que se crean específicamente para destruir ese virus. Entonces, cuando su cuerpo está expuesto a la polio, su sistema inmunológico no se encuentra desprevenido. Reconoce el virus y organiza el ejército de anticuerpos que ya está preparado para neutralizarlo antes de que pueda infectarlo. Lo mismo ocurre con las ideas falsas. Necesitamos enseñar a los creyentes ideas y filosofías falsas, por qué la gente las cree y qué hay de malo en esas razones. De esa manera, cuando se encuentren con esas ideas en el futuro, podrán identificarlas (Col. 2: 8) y destruirlas (2 Cor. 10: 4-5). Si hubiéramos adoptado este enfoque con la teoría crítica, habríamos tenido menos cristianos defendiendo sus ideas dentro de la iglesia.

Segundo: enseñar las cosmovisiones

Una de las mejores formas de vacunarse contra las ideas falsas es equipar a los creyentes en el conocimiento de la cosmovisión. Una cosmovisión es una colección de actitudes, creencias y valores sobre el mundo que nos rodea. Todos, lo sepan o no, tienen una cosmovisión. Francis Schaeffer dijo que las visiones del mundo “traen aparejadas con una certeza inevitable” ideas que se manifiestan en la cultura. En otras palabras, si la sociedad ha aceptado una cosmovisión, sus ideas se manifestarán en el comportamiento de sus ciudadanos. Por lo tanto, estudiar ideas categorizadas por cosmovisión es estratégico. Hay miles de ideas en el mundo, algunas buenas y otras malas. Puede ser abrumador aprenderlas todas y comprender cada uno de sus matices. Sin embargo, hay menos de una docena de visiones del mundo, lo que hace que aprender todas ellas, y las ideas que surgen de ellas, sea una tarea alcanzable. Una vez que una persona ha estudiado las cosmovisiones, se facilita la detección de filosofías falsas. Si ves que una idea se está desarrollando en la sociedad y sabes que surge de una cosmovisión falsa, puedes determinar de inmediato si es prudente adoptarla o rechazarla. Hace posible la tarea de discernir la verdad del error. Si los creyentes hubieran estudiado las cosmovisiones, habrían reconocido que la teoría crítica está incrustada en el naturalismo, una ideología falsa que niega los fundamentos de la fe cristiana. Ahora que sabemos la importancia del entrenamiento de la cosmovisión, podemos prepararnos para la próxima revolución cultural.

Alan Shlemon

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