Ministerios Ligonier anunció el 14 de diciembre del 2017 que R.C. Sproul había fallecido. Pero no creo que él quisiera que lloraras por eso. «Puedes llorar por mí la semana antes de que muera, si estoy asustado y herido —dijo una vez—, pero cuando respire ese último aliento de vida y mi alma inmortal escape al cielo, voy a estar saltando sobre los hidrantes de incendios por las calles de oro…» Así que, para honrar su memoria, no voy a llorar, sino que voy a escribir. Le debo mucho a R.C. Sproul. Dios, en su providencia, lo usó en mi vida de manera profunda. Según recuerdo, uno de mis primeros libros cristiano que tuve fue de él, mis padres me los dieron cuando todavía era un adolescente. Uno de los primeros libros que leí de adulto fue también de él, La Santidad de Dios, y todavía lo considero el libro que me ha forjado más que ningún otro. Uno de los sermones más poderosos que he escuchado fue de él: «El motivo de la maldición de la expiación» de Juntos por el Evangelio 2008. Uno de los ministerios que más me ha bendecido estuvo bajo su cuidado también: Ligonier me ha impactado profundamente más de lo que puedo expresar con facilidad. De muchas maneras puedo trazar mi crecimiento como cristiano en proporción directa a mi exposición a su influencia. Dudo que haya una forma legítima de medir esto, pero sospecho que hay más de R.C. Sproul en mis creencias y comportamiento que de cualquier otro maestro. No es una pena insignificante, por lo tanto, saber que ha fallecido. Pero no es un gozo menor saber que se ha ido para estar con el Señor. La Biblia insiste, después de todo, en que partir de esta vida es mucho, mucho mejor, porque solo así podemos —puede él—, estar con el Señor (Fil.1:23). Al igual que tú, fui testigo de su evidente declive físico en los últimos años y me afligía su debilidad y su dolor. Al igual que tú, lo vi suspender sus viajes y comenzar a recibir asistencia adicional con su respiración y movilidad. Pero al igual que tú, vi que su mente seguía aguda, su espíritu inquebrantable, y su enseñanza aumentaba en poder, claridad y autoridad al comprender que le quedaban pocos sermones por predicar, pocos libros por escribir, pocas series por enseñar. Escribiendo sobre la vejez, J.I. Packer dijo una vez: «Los corredores de carreras de larga distancia… siempre tratan de mantener algo en reserva para un último esfuerzo. Y mi opinión es que, en la medida en que nuestra salud corporal lo permita, debemos aspirar a que nos encuentren corriendo la última etapa de la carrera de nuestra vida cristiana, según diríamos, a toda velocidad. El recorrido final, insisto, debería ser una verdadera carrera a toda velocidad». No hay duda de que, en lo que más importa, el Dr. Sproul terminó su carrera a toda velocidad. Ante la noticia de que rompió la cinta y cruzó esa línea, me lamento y me alegro. Lamento la pérdida de alguien que ha significado tanto para mí, y me alegro de que haya recibido su recompensa, de que haya conocido al Salvador al que tanto amó y al que sirvió tan consistentemente. No hay duda de que peleó la buena batalla, terminó la carrera y guardó la fe. No hay duda de que ha recibido su recompensa. Estuve con el Dr. Sproul solo unas pocas ocasiones y pasamos muy poco tiempo juntos. Sin embargo, las últimas palabras que me dijo son las que siempre recordaré con un sentimiento de pesar y anticipación. Había almorzado con un amigo que trabaja para Ligonier y cuando volvimos a las oficinas del ministerio, el Dr. Sproul estaba allí para grabar un pequeño segmento de vídeo. Se volvió hacia mí y me dijo: «Esperaba poder almorzar con ustedes, pero me sentía demasiado cansado. La próxima vez.» Lo tomo como una promesa, y tengo la intención de hacerlo cumplir. La próxima vez. Foto: (https://i1.wp.com/es.ligonier.org/wp-content/uploads/2018/05/Sproul_Web2.jpg?fit=1920%2C1080&ssl=1)