En el artículo anterior comenzamos a meditar sobre 2 Corintios 4:16-18. En este pasaje, el apóstol Pablo nos da dos razones para seguir adelante a pesar de los sufrimientos. La primera razón es esta: debemos seguir adelante porque Dios nos da fuerzas. En esta segunda parte, veremos la segunda razón del apóstol
Segunda razón: debemos seguir adelante porque los sufrimientos trabajan para bien
“Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria” (2 Co. 4:17). Para entender esta idea del apóstol Pablo debemos prestar atención al orden de las palabras, pues en el griego literalmente dice: “porque la momentánea, liviana tribulación en nosotros produce mucho más eterno peso de gloria”. Aquí tenemos dos temas claves: “aflicción” y “gloria”. De ambos temas el escritor inspirado nos dice dos cosas. De la aflicción nos dice que es “pasajera” y “leve”. De la gloria nos dice que es “eterna” y “pesada”. No sé si ya lo estás viendo, pero ordenándolo de esta manera podemos apreciar mejor lo que tenía el apóstol en mente. Pablo está haciendo una comparación entre la aflicción presente y la gloria venidera. El término “aflicción” significa una situación estrecha de difícil caminar. Esta palabra habla de angustia, persecución y sufrimiento. Ahora, ¿qué dice la Escritura respecto a esta aflicción o sufrimiento? Lo primero que dice es que la aflicción es “momentánea”, lo cual significa que es una situación efímera, breve, algo de ese mismo instante. Y lo segundo que dice acerca de la aflicción es que es “leve”, con lo cual quiere expresar que es ligera, fácil o pequeña. Pero, ¿cómo alguien puede pensar que los sufrimientos de este mundo son breves y fáciles? ¿Acaso no hay personas que cargan con aflicciones durante años e incluso algunos durante toda su vida? Para responder hay que seguir la idea bíblica, debemos recordar que lo que tenemos es una comparación entre la aflicción y la gloria. El término “gloria” habla de honor, privilegio, algo de mucho valor. Y de este tema el pasaje primero dice que es “eterna”, es decir, perdurable, perpetuo, que no tiene fin, que no se agota. Y segundo, dice que tiene “peso”, es decir, tiene una carga y tamaño abundante. Entonces, viendo esto podemos comprender la idea general de Pablo: los sufrimientos son breves, están unos años mientras que estemos en esta tierra, pero la gloria no tiene fin, será por siempre. Los sufrimientos son pequeños y ligeros porque la gloria es grande y pesada. Quienes son madres saben por experiencia que los dolores de parto son fuertes, esas horas son largas y agotadoras, pero a la mayoría de las madres al momento de ver al bebe se les olvida todo dolor y sufrimiento, pues lo que ven no se compara con todo lo que han pasado. Tanto así, que la gran mayoría de mujeres piensan en tener otro hijo. Esto no significa que la madre haya pasado sin problemas el embarazo, pero al tener al niño o niña entre los brazos borra todo lo anterior y considera ese sufrimiento como algo realmente pequeño. Este es el punto con la comparación entre las tribulaciones de este mundo y la gloria celestial, entre los sufrimientos y angustias que tenemos aquí y ahora y el honor y privilegio que tendremos con Dios. Lo segundo hace que lo primero sea muy pequeño y llevadero. Romanos 8:18 dice: “Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada”. Pero hay otro detalle en este texto. El pasaje dice que estas tribulaciones producen un excelente peso de gloria. El término “produce” habla de trabajo, de obrar, de llevar a cabo algo. Por otra parte la palabra “excelente” que aparece en la RV60 en realidad es una traducción de un término griego que significa algo que va más allá de lo normal. Entonces lo que las Escrituras aquí nos dicen es que la tribulación hace o resulta en mucho más eterno peso de gloria. Pero ¿qué quiere decir esto? Debemos entender que la Biblia nos deja ver que aunque a nadie le gusten las tribulaciones, estas son necesarias para nosotros, para moldearnos, para ayudarnos a crecer y a madurar. Por ello es que trabajan para nuestro bien. Romanos 5:3 dice: “Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia”. También Pablo en Hechos 14:22, animando a los discípulos a seguir adelante, exhortándoles a que permanecieran en la fe, les dice lo siguiente:“Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”. Y Pedro hablando del mismo tema nos dice: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que en medio de vosotros ha venido para probaros, como si alguna cosa extraña os estuviera aconteciendo; antes bien, en la medida en que compartís los padecimientos de Cristo, regocijaos, para que también en la revelación de su gloria os regocijéis con gran alegría” (1 P. 4:12-13). Por lo visto, en estos y otros pasajes, las tribulaciones son un privilegio, un honor. Por ello, desde esta perspectiva, a mayor tribulación mayor gloria y mayor honor. Y este sería un pensamiento fuerte e importante en los primeros siglos de la iglesia a la hora de los martirios, pues leemos de hombres y mujeres que iban gozosos a “sellar su testimonio” con sangre, gozosos porque ellos se consideraban bienaventurados de sufrir por la causa de Cristo. Ahora bien, es necesario aclarar que en nuestra vida pueden aparecer problemas como consecuencia de una mala decisión, de un pecado en nosotros o simplemente por la corrupción de este mundo. Pero también, como hemos visto, Dios en Su soberanía y propósito permite que pasemos por ciertas circunstancias para trabajar en nosotros y formar así más a Cristo en nuestra vida. Sin embargo, cualquiera sea la circunstancia, las Escrituras nos dicen que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien (Rom. 8:28). Es verdad que en ocasiones es difícil ver cómo una circunstancia adversa puede ayudar para nuestro bien, pero recuerda que nosotros tenemos un panorama muy limitado, Dios tiene un panorama mucho más amplio y Él puede convertir cualquier circunstancia en algo para Su gloria. José, hablando con sus hermanos, dijo: “Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo tornó en bien para que sucediera como vemos hoy, y se preservara la vida de mucha gente” (Gn. 50:20). Pensemos en la siguiente ilustración: tomar un vaso de agua en la comodidad de tu casa será algo bueno y refrescante, pero tomar un vaso de agua luego de haber caminado un largo trecho, en el desierto bajo el sol abrasador, será algo que tendrá un valor mucho más grande. En sentido figurado tal vaso de agua en el desierto sería la gloria. De manera que nuestras circunstancias difíciles nos hacen valorar más las circunstancias apacibles. En concreto, las tribulaciones producen un mayor peso de gloria. Toda persona tiene sus pruebas, sus situaciones difíciles, sus sufrimientos, sus tribulaciones. Pero si eres un hijo o hija de Dios, las Escrituras te invitan a considerar tu difícil situación a la luz de la gloria eterna que te espera. Toma esa situación y compárala con lo que Dios está haciendo en tu vida, transformándote de gloria en gloria en la imagen de Cristo como dice 2 Corintios 3:18. Compara esa circunstancia complicada con lo que Dios tiene preparado para ti y que disfrutaras por toda la eternidad.
Conclusión
Entonces, habiendo entendido que las tribulaciones producen mayor peso de gloria, podríamos preguntarnos: ¿cómo se hace esto real en mi vida? ¿Qué podemos hacer para que nuestras tribulaciones realmente produzcan un mayor peso de gloria? El pasaje nos da la respuesta. Pablo, en el resto del texto, nos da una forma para que podamos ver cómo las tribulaciones pueden trabajar para nuestro bien, para que podamos ver lo pequeño de nuestro problema a la luz de la gloria eterna. Él dice: “Al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (v. 18) El término “vista” lleva el significado de poner atención o considerar. Y el término “temporales” de algo de corta duración, pasajero, que es solo para cierta ocasión. La idea aquí es no poner atención ni darle tanta importancia a las cosas de este mundo, las cosas físicas, las que se ven. Sino, darle atención e importancia a las cosas espirituales, las que no se ven. ¿Por qué? Porque las cosas de este mundo son pasajeras, de corta duración, por otro lado, las cosas celestiales son eternas. John MacArthur dice: “La perseverancia está basada en la capacidad de una persona en ver más allá de lo físico a lo espiritual; más allá del presente al futuro; más allá de lo visible a lo invisible”. En otras palabras, la perseverancia, el seguir adelante a pesar de los sufrimientos, se logra teniendo una mirada que no se queda en los problemas presentes, sino que se extiende a la esperanza de la gloria eterna que tenemos como cristianos. Colosenses 3:2 dice: “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”. Reflexionemos en lo siguiente: ¿qué es lo más importante en tu vida? ¿Los asuntos terrenales o los celestiales? ¿Lo físico o lo espiritual? ¿A qué le prestas más atención? ¿A qué temas le das más importancia? Las respuestas a estas preguntas salen cuando pasas por momentos difíciles, por angustias y tribulaciones; pues podemos hundirnos en tales problemas o ir a Dios y descansar en Él. Eso es buscar lo de arriba, eso es darle al problema, al sufrimiento, la importancia debida. Ciertamente hay momentos críticos en nuestra vida que son muy importantes, por ejemplo, si estás teniendo problemas en tu matrimonio (y claro que es importante que lo resuelvas). Pero de lo que hablamos es que tu mirada, tu atención como un todo, no esté centrada en el problema, en este caso tu matrimonio, o que esté centrada en el problema legal, económico o de salud, sino que tu atención esté centrada en Dios. Esto se logra con oración, lectura de las Escrituras, meditación, reflexión en Dios y en lo que Él está haciendo, reconociendo que Dios está en control. Aceptando la situación, pero también aceptando que Dios está contigo y te da fuerzas para seguir adelante y te ayuda para que las situaciones difíciles trabajen para tu bien, es decir, produzcan más peso de gloria. Para finalizar, hemos aprendido que Pablo en 2 Corintios 4:16-18 nos da dos razones por las que debemos seguir adelante a pesar de los sufrimientos. Primero porque Dios nos da fuerzas, nos da ese ánimo y energía para continuar luchando. Y segundo porque los sufrimientos trabajan para nuestro bien, nos moldean, nos hacen madurar y crean anhelo por lo celestial. Así como Dios estuvo al lado de Pablo y le dio fuerzas para seguir adelante, así está contigo que le has confesado como Señor. Así como los sufrimientos de Pablo le trajeron más peso de gloria, así Dios obra de tal manera que tus sufrimientos trabajen para bien. Toda circunstancia difícil o no tan difícil, Dios la puede usar para Su gloria, así que, confía y descansa en Él.