Es necesario luchar por la verdad

Es una ilusión tomar a Jesús como ejemplo de que debemos aceptar todo y a todos, como el Galileo amoroso habría supuestamente aceptado a todos de su época.
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Se equivocan los que piensan que la iglesia cristiana debería olvidarse de las cuestiones doctrinales y los temas teológicos polémicos y dedicarse solamente a la predicación simple del Evangelio y al amor al prójimo. Es una ilusión tomar a Jesús como ejemplo de que debemos aceptar todo y a todos, como el Galileo amoroso habría supuestamente aceptado a todos de su época.

La lucha por la pureza de la fe, la defensa de los puntos fundamentales de la revelación de Dios, el conflicto con falsos maestros y sus enseñanzas marcaron no sólo la relación de Jesucristo con los fariseos y los saduceos de su época, sino también los primordios de la Iglesia que llevó Su nombre. Es imposible leer el Nuevo Testamento sin percibir la tremenda lucha que los apóstoles enfrentaron para mantener a la Iglesia naciente en la verdad revelada y enseñada por el Señor.

Los libros del Nuevo Testamento son, en su gran mayoría, resultado de los esfuerzos de sus autores para alertar a los primeros cristianos contra interpretaciones diferentes de la persona y  obra de Jesucristo hechas por personas que no siempre tuvieron buenas intenciones. El apóstol Juan escribió su Evangelio en el contexto de la infiltración de las enseñanzas del gnosticismo incipiente del siglo I. Su primera carta claramente combate una versión del cristianismo que negaba la plena humanidad de Jesús. Judaizantes, libertinos, gnósticos, seguidores de Balaán y de Jezabel infestaron las primeras comunidades de cristianos con ideas y versiones sobre Jesús sutilmente diferentes del Cristo anunciado por los apóstoles. Fue para combatir a estos falsos maestros que gran parte del Nuevo Testamento fue escrito.

Fue la lucha de Pablo contra los judaizantes que nos dio las grandes cartas donde encontramos la doctrina de la justicia por la fe, Gálatas y Romanos. Lejos de aceptar la interpretación legalista de aquellos judíos supuestamente convertidos a la fe cristiana, Pablo los  confrontó a “hierro y fuego”, considerando que la supervivencia de la Iglesia dependía directamente de una comprensión correcta de la obra de Cristo.

Al iniciar su carta, Judas – no el Iscariote – convoca a sus lectores a batallar por la fe cristiana, ante la introducción encubierta de libertinos en sus iglesias (Judas 3-4). Judas no consideraba la doctrina de los libertinos como un entendimiento diferente y aceptable de la obra de Cristo, sino como una peligrosa herejía que arruinaba las iglesias y la fe de muchos. La fe cristiana, es decir, aquel conjunto de verdades en el que depositamos nuestra fe, ya había sido entregado a los santos, a los cristianos, y era necesario militar ardorosamente para que no fuera corrompida por falsas enseñanzas. Es la misma actitud que encontramos en los demás escritos neotestamentarios.

La lucha de la iglesia apostólica fue sólo el comienzo. Hasta el día de hoy la iglesia cristiana sufre ataques provenientes de las más variadas fuentes, cuyo objetivo es distorsionar el Evangelio de Cristo conforme nos fue enseñado por Sus apóstoles. La lucha por el mantenimiento de la verdad del Evangelio siempre marcó la historia de la Iglesia. Hoy, no es diferente.

Dada las complejidades teológicas de estas enseñanzas desterradas, su sutileza y llamamiento a las mentes vacilantes y corazones débiles, el trabajo de los pastores y líderes evangélicos debería incluir prioritariamente la enseñanza de las Escrituras, con prácticas sanas de interpretación, exposición bíblica y confrontación paciente y amorosa de los errores y equívocos entre aquellos bajo sus cuidados. Y por encima de todo, alentarlos y fortalecerlos en las grandes doctrinas fundamentales del Evangelio de Cristo.

¡Que Dios levante a más pastores y maestros con este sentir!

Augustus Nicodemus Lopes

Es un ministro presbiteriano, teólogo, profesor, conferenciante internacional y autor de éxito. Augustus tiene una licenciatura en teología en el Seminario Presbiteriano del Norte en Recife, Brasil, una Maestría en Teología en Nuevo Testamento de la Universidad Reformada de Potchefstroom, Sudáfrica, y un doctorado en interpretación bíblica en el Seminario Teológico de Westminster en Filadelfia. Él es también un pastor de la Primera Iglesia Presbiteriana de Recife.

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